A Melissa por la pasión compartida de este demonio llamado cine

 

Por su calidad y manufactura, la propuesta fílmica de Emilio El Indio Fernández (1904-1986) ofrece un amplio de universo de análisis. La célebre frase que emitió en su época de gloria: “¡El cine mexicano soy yo!” además de su jactancia, enuncia con claridad que durante un pasaje amplio de la mitificada época de oro del cine nacional, El Indio Fernández, fue el director más reconocido y más relacionado con los rasgos identitarios de un pueblo mexicano que emergía “victorioso” tras la compleja revolución mexicana

De fuerte carácter y recia personalidad, Emilio El Indio Fernández nació en Coahuila en 1904. Muy joven ingresó en el Colegio Militar, hasta alcanzar el grado de coronel pero abandonó sus estudios en 1924, para unirse a la fallida rebelión de Adolfo de la Huerta en contra de Álvaro Obregón, por lo que el futuro cineasta fue detenido y estuvo preso durante 8 meses hasta que logró escapar y huir a Estados Unidos.

En el vecino país, El Indio Fernández trabajó en humildes oficios hasta que encontró trabajo como bailarín, doble y extra en el cine de Hollywood lo cual resultó determinante en su vida. Pronto su fortaleza y rasgos físicos, llamaron la atención en un cine en busca de estereotipos y Fernández se abrió paso en un medio ajeno, pero en el que brillaban artistas mexicanas como Lupe Vélez y, sobre todo, Dolores del Rio.

Ocsar Statues Are Made Ahead Of This Year's Academy AwardsTras una irregular carrera en Hollywood, en la que lo más relevante fue posar como modelo para la célebre estatuilla del “Oscar”, en Estados Unidos, un hecho afectó notoriamente a Fernández: conocer el trabajo fílmico ¡Qué viva México! (1930-1932) notable obra e inconclusa de quien fue la mayor de sus influencias: el cineasta ruso Sergéi Eisenstein, quien anticipó sus preocupaciones estéticas y nacionalistas.

Convencido del estilo narrativo que buscaba El Indio Fernández apeló a la amnistía que concedió el presidente Lázaro Cárdenas a los delahuertistas, por lo que regresó a nuestro país para reiniciar su carrera fílmica como actor aunque con la plena seguridad de convertirse en el mejor director mexicano. En1941 obtuvo por fin el respaldo económico que necesitaba para dirigir la cinta Clipperton, la isla de la pasión.

Hasta que en 1943, El Indio Fernández, tal como sucedería con frecuencia en el cine mexicano, integró un talentoso equipo que gestó sus más exitosas obras de su carrera como director: el brillante fotógrafo Gabriel Figueroa; el argumentista y dotado escritor Mauricio Magdaleno; las estrellas Dolores del Río y Pedro Armendáriz, y la música folclórica del Trío Calaveras.

3198287_640pxDe esta manera, películas como Flor Silvestre y María Candelaria (1943); Las abandonadas y Bugambilia (1944); La perla (1944); Enamorada (1946); Río Escondido (1947); Salón México y  Pueblerina (1948), La malquerida (1949) y Víctimas del pecado (1950), lo consolidaron como el mejor director mexicano de la época, al obtener numerosas distinciones en festivales internacionales, aunque con el paso de los años, la calidad y aceptación de sus obras disminuyó y con ella su lento declive, hasta su muerte, en 1986.

Considero que en México, al igual que el legado del genial Luis Buñuel, la obra fílmica El Indio Fernández puede considerarse ―en términos de Cahiers du Cinéma de los años sesenta― como un auténtico “cine de autor”, es decir una propuesta artística identificable por sus particulares recursos narrativos, pero también por su muy personal posición ante la vida o acerca de lo que quiere cuestionar o ensalzar.

Y es que para el Indio Fernández el cine era un asunto demasiado serio por ser un mecanismo didáctico para cambiar conciencias, ya fuera la condición identitaria del mexicano o.los roles que el hombre y la mujer deberían asumir y representar: un “Ser” hombre valiente, poderoso, protector, activo y estruendoso; mientras que el “Ser” mujer aludía a la abnegación, dulzura, sumisión, cariño, pasividad, silencio y obediencia, como señala Julia Tuñón, en su excelente trabajo Los rostros de un mito. Personajes femeninos en las películas de Emilio Indio Fernández

Es célebre la anécdota de Mauricio Magdaleno con El Indio, cuando el primero, cansado de la intromisiones que el director le hacía para estructurar a sus personajes femeninos le espetó: “Pero Emilio, entiende que ¡Así no son las mujeres!”, a lo que El Indio Fernández respondió enérgico: “¡Pues las hacemos Mauricio… las hacemos!”.

Esta intencionalidad de Fernández, nos muestra que cada momento histórico tiene una manera particular de aludir a la realidad de época, y la cinematografía, en tanto manifestación artística y cultural (y medio de comunicación masivo) hace que su construcción del nacionalismo, de una revolución “triunfante”, de los estereotipos de la mujer y del hombre, y la mirada maniquea del bien y del mal, cobren una gran relevancia.

emioloSabemos que historiográficamente la escritura no es neutral y el cine de El Indio Fernández, en tanto discurso, no rompe esta premisa ya que construyó una particular cinematografía que a través de diversos arquetipos y estereotipos influyó en la gestación de imaginarios. El cine de Emilio Fernández entonces, más allá de su carácter recreativo tenía un carácter didáctico y por ello concibe, en términos de Max Weber, tipos ideales, para “educar” a los mexicanos y moldearlos en la configuración de su visión de país.

Basta recordar que la época de gloria de su obra (1943-1955) corre paralela al esplendor del régimen priísta y del orden nacionalista revolucionario en donde el rescate de banderas retóricas como el progreso, justicia social, educación e indigenismo fueron preocupaciones que el Indio reprodujo en pos de una impostada identidad nacional y para difundir los logros de una justiciera pero falaz revolución mexicana, con variados personajes, en escenarios urbanos o rurales

En resumen aunque hoy en día las propuestas fílmica y retórica el Indio Fernández pueden ser tomadas como anacrónicas, la gran importancia de su enunciación fílmica es que en su momento representó a la cinematografía nacional en el ámbito internacional y a su manera ―con sus virtudes y limitaciones― contribuyó a estereotipar al concepto de México (con su patria, sus estéticos paisajes, sus hombres y sus mujeres).