El escritor, fascinado por lo abyecto, se imagina su lógica, se proyecta en ella, la introyecta y por ende pervierte la lengua (…) J.K.

En el límite de la entelequia y de la ilusión, de una existencia hablan, de mundos variados se sabe, apetitos insaciables en el orbe merodean, animal con vista al infinito, relámpagos a lo alto, ostentosas tentaciones, rechazan lo amoral, la pulsión de la pasión les sonríe, niegan aquellas verdades tenebrosas que contribuyen a la neurosis, la aversión debajo de la lengua se derrama como el ejercicio de la palabra de la boca emana.

De nombres propios el olvido es gerdame, del rechazo la rabia irradia, la psicosis como vendavales estrepitosos azota, frecuencia de pensamientos desconocidos y devoradores, de vientos penetrantes y cielos amarillos la demencia es poseedora, colorados estilos por las calles vagan, vigorosas sensaciones, versátiles las horas que en múltiples facetas el hombre manifiesta profesionalización, contenidos etéreos, por el cosmos partículas pululan, consientes y a su vez frecuentes, inhalaciones del fresco en nombre de la remembranza, espirales insaciables en el camino del umbral atienden.

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Inalteradas los intervalos asociados, persisten glóbulos convulsivos, por las noches el trovador experimenta la insaciable, repentina y necesaria expulsión, bienaventurado el explorador, la aventura por todo rincón y sin excepción torna los ojos rojos como aquel cabello bermejo destinado a la tentación encendidos por la pasión, el éxtasis que recubre pensamientos desembuchados, hojas relativas y con elocuencia, apela a lo trivio, sin duda, con destinatario asignado, significados revestidos, la emoción viene después de experimentar el acertijo, enigmas paradigmáticos brillan como perlas en sus cabezas, la idea revolotea, la rima desenfrena, refresca sensación mientras se olvida el lastre de la evocación.

Desvanecen cuan pretérito perene acarrean, asean de mil formas certezas tormentosas, la ilusión conlleva a la marginación de todo agudo suplicio, redentores de resplandor, poderes sobrenaturales, son la magia de toda aquella fracción que requiere exclamación, son seres apoderados del alma, monumentales monstruos al acecho de las deshoras en periplo, flamantes olores del orco surgen, abismales interacciones y a su vez ávidas visiones, durante el día se prodigan aleluyas, fantasías correctas,  acertados deleites para resguardar el júbilo de la mente.

Si Edipo vaga errante, Antígona será quien le encamine hasta el final, la sombra de su obscuridad, en sí, su luz que encauce sentido, devorando frustraciones al pintar su camino, describirá y renombrara su historia, el imaginario resultará,  en un mosaico diversificado por cada identificación, una conjugación propia del contenido, como quien con pluma en mano quimérico anda, parte de la experimentación que conlleva a la creación, una narración de hechos como ejercicio de purificación.