Jorge Alberto Rivero Mora[1]

No me diga intelectual. Soy un escritor. En México ser intelectual

es ser un auxiliar en una oficina contigua a la de un político

José Revueltas

 

En estos tiempos hórridos de cotidiana violencia, de una absurda e irresponsable criminalización de la protesta social por parte de un gobierno entreguista a los intereses extranjeros –que lejos de favorecer a los sectores más vulnerables, alienta la impunidad y la corrupción en distintos niveles–; de un Estado disminuido y en varios espacios infiltrado por el crimen organizado; de partidos políticos comparsas y desacreditados; de silencios cómplices del Congreso y de instituciones disfuncionales; pero también de una sociedad cada vez más harta e indignada, especialmente por los hechos aberrantes relacionados a las ejecuciones de Tlatlaya, Edo. de México y con la captura, tortura, asesinatos y desaparición de normalistas en Guerrero.

En este doloroso contexto, me parece más que oportuno evocar, a cien años de su natalicio, al gran José Revueltas (1914-1976), como un acto de elemental justicia para un personaje lamentablemente olvidado por muchos sectores, pero también como una excelente oportunidad para difundir la obra, legado y ejemplo de uno de los escritores, intelectuales y activistas más combativos y congruentes de la historia de México.

Noveno de doce hermanos, José Revueltas fue integrante de una familia de talentosos artistas: Fermín, pintor; Silvestre, músico; Rosaura, actriz y el propio José que fue intelectual, novelista, periodista, dramaturgo, ensayista, cuentista, y argumentista fílmico, quien nació, muy revolucionariamente, el 20 de noviembre de 1914 en Santiago Papasquiaro, Durango.

Tenaz militante de una izquierda mexicana intolerante, fue un luchador social siempre comprometido con una realidad a veces más dura que la cruda descripción de su prosa con la que denunció las vejaciones cotidianas de un país cuya fracasada revolución, abrigaba todo menos esperanza.

Por ello, una forma de medir la trascendencia de Revueltas es a través de su vasta obra literaria por la que fue distinguido Premio Nacional de Literatura (1943) y Premio Xavier Villaurrutia (1967). Así, José Revueltas publicó sus primeros textos en la ahora legendaria revista Taller, al lado de otros connotados centenarios: Octavio Paz (1914-1998) y el cocodrilo Efraín Huerta (1914-1982).octaviopaz

Revueltas destacó en los géneros de la novela: Los muros del agua (1941), El luto humano (1943), Los días terrenales (1949), Los errores (1964) y El apando (1969); el cuento: Dios en la tierra (1944), Dormir en tierra (1960), Material de los sueños (1974); la dramaturgia: Israel (1947), El cuadrante de la soledad (1950); y el ensayo México una democracia bárbara (1958), Ensayo sobre el proletariado sin cabeza (1962), El conocimiento cinematográfico y sus problemas (1965).

El cine fue también un ámbito en el que sobresalió, ya fuera como efímero documentalista (con el gran fotógrafo Manuel Álvarez Bravo) o como el fugaz Secretario General de la Sección de Autores y Adaptadores del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC), cargo con el que combatió en 1949, con gran valentía y decisión (pero sin éxito) al mafioso monopolio de William Jenkins; o como profesor de cine en Cuba y en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC),

De igual manera, fue muy valiosa su contribución como adaptador y guionista de las mejores películas de Roberto Gavaldón como La otra (1946); La diosa arrodillada (1947); La casa chica (1949); Rosauro Castro (1950); En la palma de tu mano (1950), La noche avanza (1951) o El rebozo de Soledad (1952).

Pero también otra forma de admirarlo es por su tenaz lucha en contra de las injusticias. Así, muy joven a los 14 años, en 1929, fue encarcelado por su participación en un mitin en el Zócalo. A los 16, ingresó en 1930, al Partido Comunista Mexicano (PCM). Estrenó su mayoría de edad en el penal de las Islas Marías, a causa de su participación en una huelga de obreros agrícolas. Y años más tarde, en 1968, como mejor se le recuerda, colaboró activamente con el Movimiento Estudiantil y con el Consejo Nacional de Huelga (CNH), para de nuevo ser detenido y encarcelado en Lecumberri hasta 1971.

Tras su encarcelamiento es célebre su carta al entonces  jefe de la policía del DF, Gral. Luis Cueto

Muy Señor Mío:

Sé que se me busca acusándome de subversión. Como están las cosas, mi vida, en peligro, no vale nada y bien puedo considerarme un sentenciado a muerte. En tal condición, y como reza la costumbre, tengo derecho a un último favor, que no se le niega a nadie y ahora lo ejerzo. Señor jefe de la policía: este condenado a muerte le pide, en uso de las prerrogativas de su inminente desaparición, y con la certeza de que su deseo será complacido, que vaya usted y muy respetuosamente chingue a su madre.   Atentamente. José Revueltas[2]

La congruencia como bandera de lucha, hombre redentor cuya etiqueta rechazaba, pero que en muchos sentidos lo definió, hizo de la literatura y política su pareja dialéctica favorita y dicha dicotomía estuvo siempre unida en su vida y en su obra, en su ejemplo, en su legado, en su recuerdo… que lejos de marchitarse se magnifica en su justa dimensión.

Sus experiencias de lucha nutrieron su obra, pero sus sólidas posiciones le valieron censura, aislamiento, intolerancia, ataques desmedidos y rechazo en las organizaciones en que militó. Como documenta su hija Andrea

Su vida como militante transcurrió en medio de rompimientos y la organización de nuevos grupos políticos a los que se unió: en 1943 fue expulsado del PCM, junto con toda su célula; en 1944, junto con sus camaradas expulsados, fundó el grupo marxista independiente El insurgente; 1948 se fundó el Partido Popular, al cual ingresó Revueltas; 1955 salió del PP y solicitó su reingreso al PCM; en abril de 1960 fue expulsado del PCM con toda su célula y otras células minoritarias con las que ingresó al Partido Obrero Campesino Mexicano. En septiembre de ese mismo año fundó la Liga Leninista Espartaco, y en 1963 fue expulsado de ella, y formó con la minoría expulsada la Célula leninista Carlos Marx (sin partido)

En 1971, una vez concluida su injusta condena y con fuerte problemas de salud dictó conferencias, impartió clases de cine, ofreció entrevistas y siguió escribiendo hasta su prematura muerte, el 14 de abril de 1976 y desde entonces dejó un hueco enorme, inabarcable de llenar, tan inmenso como la injusticias e incongruencias que día a día estallan ante nuestros ojos, con gobiernos pútridos que se ponen del lado de la delincuencia y no del pueblo o del proletariado que siempre defendió José Revueltas, no sólo con letras sino con su actitud de lucha tenaz, de un mexicano congruente, honesto, valiente y pensante.

Por ello, el mejor homenaje que puede brindarse a un escritor de la talla y trascendencia del maese Revueltas o compañero Revueltas, como le gustaba que lo llamasen, es volver a su vasta obra y a las distintas expresiones y representaciones de la misma (y esta es la invitación que hago), para que no solamente disfruten de su genialidad literaria y de su lúcida y cruda descripción de una realidad opuesta a lo que el discurso oficial enmascara la realidad, sino también se aproximen a la apasionante, valiente y congruente lucha de un mexicano, que hoy en día, en medio de tanta barbarie, nos hace tanta falta. Por lo mismo, permanece vigente aquel grafiti de Ciudad Universitaria en el movimiento estudiantil de 1986-1987: ¡Ay José, cómo te extrañamos en estas revueltas!

[1] Extracto de la ponencia presentada en el Coloquio De los días terrenales al material de los sueños. Homenaje al centenario del natalicio de José Revueltas, el 14 de octubre de 2014, FES-Acatlán, UNAM.  

[2] http://www.periodicomadera.mx/jm/index.php?option=com_content&view=article&id=196&Itemid=33

[3] Andrea Revueltas y P. Cheron (comps) Conversaciones con José Revueltas. México, ERA, 2001.