Jorge Alberto Rivero Mora

Democracia: es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística
Jorge Luis Borges

En lo personal, desde las fraudulentas elecciones de 2006, he simpatizado con la propuesta de anular el voto para no legitimar a un sistema de partidos podrido que alienta procesos electorales irregulares y ofensivamente onerosos.

Sin embargo, el movimiento anulista no se ha posicionado de manera amplia en la población, y aunque respeto en demasía este mecanismo de protesta (porque esta opción expresa de manera efectiva y simbólica nuestro repudio) pienso que se convirtió en una demanda más intelectual que ciudadana y, por este motivo, creo que en estos momentos es preferible votar que no hacerlo.

Hoy en día la oferta de candidatos y de partidos es tan raquítica, que pareciera que debemos votar por el candidato «menos malo», pero no comparto esta lógica porque creo que nos acerca más al conformismo y a la resignación que a la exigencia. Por ello, considero que la mejor opción es ejercer el «voto informado» y elegir al mejor candidato y partido más próximo a nuestra ideología.

Porque, aunque sea con lupa, creo que sí existen candidatos que quieren hacer distintas las cosas y esfuerzos políticos en otros países, como el caso del partido político español Podemos, nos demuestran que se puede cambiar para bien y de manera inmediata, el escenario político-electoral.

El adversario sabemos de qué lado está y qué intereses defiende y por lo mismo lo peor que podemos hacer es dividirnos y caer en el insulto, en la intolerancia y en «la superioridad moral», con la que se expresan algunas personas que defienden una opción u otra: votar o anular el sufragio.

Para mí, las dos opciones resultan respetables y válidas para reflejar nuestro hartazgo a las modos irresponsables del ejercicio de poder (municipal, estatal y federal). Por lo tanto, no debemos ser ingenuos y pensar que ya cumplimos por el simple ejercicio de anular o ejercer el voto ciudadano. No es así…

Debemos estar conscientes que debemos organizarnos, participar y exigir a nuestra autoridades que las cosas deben y tienen que ser distintas y actuar en consecuencia (movilizarnos pacíficamente de modo permanente y no esperar hasta dentro de tres años para ejercer o anular nuestro sufragio).

La anteriores reflexiones simplemente reflejan mi punto de vista, no pretenden convencer a nadie de nada. Mi opinión busca alentar el debate y nuevas maneras de organizarnos para afrontar este desolador escenario, como el que describe el escritor Juan Villoro en un sugerente artículo que comparto:

http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=311787