El amor es incertidumbre;

no saber si nos aman igual,

aunque se esté con el ser amado;

nunca hay certeza de  bilateralidad.

El amor es insondable,

inefable,

indescifrable.

Le conocemos tan poco y le reprochamos tanto,

como si nos diese miedo

la aventura de aprender.

Nos atemoriza que nos amen,

nos petrifica amar.

El amor es incertidumbre

porque no entendemos su perfecta paradoja;

nos marean sus altibajos y

nos perdemos en sus laberintos.

Nos sofoca su soltura

pero nos turba si no está.

Nosotros somos incertidumbre:

para vivir, porque no sabemos conducirnos de otro modo;

para pensar, porque siempre estamos en el Barroco;

para hablar, porque nunca nos tenemos claros;

para sentir, porque en el oleaje del amor

siempre es mejor no saber,

preferible es imaginar que todo es seguro;

mejor es crear realidades

que nos convenzan,

que somos estabilidad y sosiego;

mejor es tejer historias falsas

de lo que es posibilidad;

mejor es elucubrar fantasías

donde no hay neurosis ni calamidad…

Y sin embargo,

El amor sigue incertidumbre

porque camina sobre el fuego.

El amor dirige incertidumbre

porque fabrica cielo.

El amor alimenta incertidumbre

porque destila veneno.

El amor huele incertidumbre

porque actúa con recelo.

El amor será -siempre- incertidumbre

porque -siempre- termina en desvelo.

margarita