Melancolía: Fase 2

Primera parte

Le aniquila que muere cada vez que no comprende; respira que revive cada vez que la fantasía le envuelve, -¡Ser ingenuo!; perfeccionista es, compulsivo también-. Transita que tropieza con la misma incertidumbre que tan sólo hace de sí alterar su Ser –crea que genera la mayor de las incertidumbres, tú, tú sólo te saboteas-. Es todo cuanto alimenta, es todo cuanto reprime que quiere; mas es inevitable, pues el recuerdo recae en cada selección y es acción –el prejuicio pesa-; tienes cuanto quieres, que no quieres en realidad; pues todo el tiempo aquejas -¿Acaso éste, éste no eres tú?

Esther se revuelca con Eros –pero todo lo niega-; entre sueños vaga y anda con Morfeo –pues aún tiene anhelos-, la misma pasión que de día y tarde reprime, le merma y revuelve la testa –el patriarcado abruma-. En medio de las sombras nocturnas crepita en llanto, melancólica amputada y por ende derramada –asume a la soledad como su mayor rival, ¡Cuán lamentable!-. Óbito súbito que hincha toda pulsión; sublime solemnidad que encarna en la libertad lejos de toda humanidad: del acá hacía el acullá de la mortalidad.

¡Rechazo cuan forastero del cuerpo soy;

“Me” elevo que muto a cuan espiritual soy,

Crepito en el aire,

Pululo entre los cabellos,

Rozo las mejillas,

Erizo la piel,

Cuan itinerante soy!

Y en secreto voy, libre de sí, libre de ti, redimida de ellos, de todo y cuanto puedo –al menos, aún cree en ello, ¿Cuándo habrá de ser una realidad?-.

El objeto que observa le devuelve cada una de las esperanzas; mas es la cosa que sufre cuando se mira vacía -¡Ególatra, retorica!-, pues vaga con la estaca del desposeído y coloca al ser como sujeto, cuando no es más que para ella lo simbólico, ajeno; pero deseado. Le golpea con tan natural contoneo, pues place a su ser sediento de sensación. Posesa de lo desposeído; danza con languidez, la misma que resplandece a través de cada movimiento, pletórico trascendente; baila que va, a un paso del óbito abyecto. «Ayer”, el encuentro mismo que alumbro y se solidarizó a su precoz existencia, sí, fue la reyerta que jugueteaba entre el Ser exánime esculpido por el ethos de la vida y la serendipia de la misma, por segundos, fuera de contexto –les “digo” (que) vive, (que) muere, pues no se atreve-…

P.A.U.