Jorge Alberto Rivero Mora

Las cosas están de la chingada, pero vamos a seguir soñando

Juan Villoro

El 2016 será recordado por diversos sucesos preocupantes que dejan un panorama desalentador para nuestro país al menos en los próximos años. País de contrastes y de una indignante desigualdad social, México padece una de sus crisis económicas más severas de toda su historia (y miren que de este tema sí tenemos amargas experiencias) y nuestro horizonte de expectativas se vislumbra desolador.

Paralelamente al surgimiento de temas mediáticos como «los XV años de Rubí» o la apología del absurdo a «Lady wuuuuu», que desde luego merecen una interpretación sociológica, acerca del papel que las redes sociales juegan para integrar a una comunidad virtual desde discursos de discriminación clasista y racista (para burlarse de los padres de una quinceañera de una comunidad rural potosina) o desde la homofobia (para mofarse de la preferencia sexual de un comerciante que grita estridentemente).

Resulta interesante, pero muy lamentable este tipo de fenómenos mediáticos porque, en el caso de la quinceañera Rubí, independientemente del sentido lúdico de relajo que se gestó en las redes, exhibieron el grotesco oportunismo político de personajes de todos los partidos con regalos costosos del erario público a la “feliz” quinceañera, o con el cuestionable manejo mediático de dos televisoras en crisis que lucran con el escándalo y con el morbo de todo lo que se presente a su paso, incluso sin medir que la masiva convocatoria de la fiesta de Rubí, pudo tener un final aún más trágico, si la euforia de los 30 mil asistentes se hubiese desbordado (se debe recordar que en esta fiesta murió una persona en la captura de la famosa chiva).

En este tragicómico contexto nos pega como balde de agua fría el desabasto de gasolina en numerosas entidades del país (Coahuila, Chihuahua, Guanajuato, Michoacán, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa o Zacatecas); la liberalización y alza de los precios de los combustibles en un 25% y un panorama muy oscuro para el año 2017.

Nuestra clase política en el poder cínica, insensible e inoperante, lejos de dar la cara y ofrecer una explicación congruente en los medios que tranquilice a la opinión ante esta situación crítica, se esconden y no dan la cara para asumir su responsabilidad ante la amenaza latente de una escalada inflacionaria que nos afectará notablemente y todo lo anterior tiene sus bases en una reforma energética aprobada de manera expedita por los partidos políticos  que signaron el Pacto por México (PRI, PAN y PRD) que ahora cuestionan lo que antes avalaron de manera irresponsable.

Como he señalado en otras oportunidades considero que aunque el horizonte es funesto, no hay tiempo para el desánimo y creo que nuestra participación ciudadana debe ser activa para incidir favorablemente en el devenir histórico de un país que en los últimos siete lustros ha sido avasallado por las políticas erráticas de un modelo neoliberal que tristemente sigue vigente y que ha fracasado una y otra vez.

En este peculiar contexto observo también en la redes un fenómeno recurrente y que me parece que también es digno de análisis: la polarización de los “conscientes de izquierda” versus “los ignorantes de derecha”, en la que los primeros atacan a los segundos por ser comparsas y rehenes del PRIAN, por pasivos, por agachones, por no luchar por su país, etcétera; y los segundos agreden a todo aquello que aluda al “peligroso” Andrés Manuel López Obrador o al populismo.

Me parece que esa fórmula divisoria de dignos versus indignos, o nacionalistas versus entreguistas, debe romperse de tajo porque nos afecta a todos. No es pendejeando o a través del insulto o la descalificación visceral en posts que se puede construir una toma de conciencia colectiva efectiva que incluya a ciudadanos con cualquier preferencia partidista o sean ajenos a estas estructuras políticas. En lo personal, conozco a priístas, panistas y perredistas valiosos y conscientes, o gente de izquierda que trabaja o trabajó para las administraciones priístas que pueden aportar en demasía (siempre y cuando no pugnen por objetivos en común y no apuesten por la diferencia).

Si bien los partidos políticos en muchos sentidos han quedado rebasados y hoy en día están más cercanos al crimen organizado que a la sociedad en su conjunto, me parece que debemos aprehender nuestro compromiso histórico y lograr entre todos (partidistas y apartidistas) un frente común para combatir lo que no funciona y evitar “gasolinazos” o reformas estructurales que benefician a unos cuantos y nos perjudican a millones.

Para combatir las patéticas decisiones del gobierno, todas las fuerzas son importantes y hay que utilizar a cada una de ellas, pero me parece que si estamos a la espera de liderazgos mesiánicos que nos digan qué hacer o cómo actuar se pierde tiempo valioso cuando el sentido común nos debe incentivar a organizarnos desde el particular lugar que ocupemos y gestar entonces redes ciudadanas en la que confrontemos de manera pacífica e inteligente (lo subrayo) a un gobierno entreguista y pusilánime.

El notable intelectual italiano Umberto Eco decía con lucidez que las redes “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”, pero me parece que Eco sólo mencionaba la parte negativa de una realidad en la que estamos inmersos, porque creo que también desde las redes se puede redimensionar y divulgar la voz de gente valiosa y preocupada por su país, por su entorno, por su mundo…

La lucha apenas inicia (o quizás nunca hemos dejado de darla), pero creo que para salir de la situación de emergencia debemos antes que todo asumir nuestra responsabilidad y apelar a la conciencia y no a la descalificación constante de quienes se creen superiores por tener más grados académicos, una posición económica cómoda o por decirse simpatizantes de una “izquierda” ilustrada que no es autocrítica y que es igual de falible que aquellos sectores que ahora sí cuestionan.

El doctor Salvador Nava, un loable dirigente opositor potosino apartidista, decía con notable cordura que antes de pelear por diferencias ideológicas deberíamos encontrar los elementos en común entre las distintas fuerzas para construir un proyecto de país integral y nacionalista. Me parece que ese es un camino de los muchos que hay que construir de manera pacífica y sensata.

El panorama luce oscuro y desolador pero se debe afrontar el futuro con optimismo crítico y con la responsabilidad individual y colectiva que debemos privilegiar. Como bien resume Juan Villoro: “Gramsci ha vuelto a tener razón. Debemos apelar al pesimismo de la inteligencia y al optimismo de la voluntad. Las cosas están de la chingada, pero vamos a seguir soñando. Una tía de Jorge Ibargüengoitia dijo más o menos lo mismo con otras palabras: la vida quiso que fuera desgraciada, pero no me dio la gana”.

Ese es nuestro reto…