Él es el extremo encarnado:  a veces tan sutil y dulce y otras tan desalmado y cruel que siempre logra someterme a su voluntad… pierdo el control y dejo de ser mía para volverme suya; su cuerpo domina rápidamente al mío, sus ojos me hipnotizan, su voz me ensordece, sus labios y lengua me envenenan, sus manos me encadenan.

Ahora que siento la prenda de cuero pegada a mi cuerpo, luzco como una dominadora pero sé que la dominada seré yo, me agrada. Es la primera vez. Noto ahora lo húmedo que está mi sexo y lo excitado de mi pecho. Él sonríe satisfecho pues es obvio que lo notó antes que yo, tal y como notó mi tendencia masoquista desde el inicio. Él se ha encargado de prepararme para este evento. Se adentró en el lado más obscuro de mi mente y penetró mi cuerpo despertando la lascivia dormida.

Tengo un miedo infinito de él, es como un dios todopoderoso que es nuevo para mí. Sin embargo, me entrego a él, a su pasión, a su amor. Dejo que explore mi cuerpo. Recibo mordidas indiscriminadas que me convulsionan  y arañazos que laceran mi piel. Los golpes de la varita dejan huellas difuminadas por todo el frente de mi cuerpo, unos se sienten más profundos que otros, algunos más largos que los demás pero todos dañan y estrían mi piel. Me gusta. Con cada nuevo ataque, mi excitación aumenta y el hambre interna se desborda para exigirle que me posea por completo, por cada orificio posible.

Hacemos un pacto que nos pertenece por derecho, sin palabras, sin firmas, solo con  una mirada. Sé que quiero convertirme en dueña de sus más bajos instintos y escojo vivir en la agonía del deseo. Y él me lo da. Yo decido entregarle mi virginidad y mi vida, mi inocencia. Él, asume el título de mi protector y maestro. Me lleva a otros mundos y vidas, a un plano del que no quiero salir. Me muestra la belleza escondida del sufrimiento para explotar en orgásmica felicidad a través del placer en el dolor. Pone mi mente en blanco y me encuentro en medio del todo y nada, suspendida en un inefable estado onírico donde la sincronización de nuestras respectivas explosiones de placer, parecen inauditas. “Es el reflejo de un cúmulo de vida.”

Hoy me ha enseñado a disfrutar de mi cuerpo y del suyo como ni siquiera lo imaginé, me esclavizó para hacerme sentir libre entre sus ataduras de amor, azotó mi cuerpo para sanar las heridas que llevaba en el espíritu, mancilló la virginidad de una parte del cuerpo para hacerme sentir completa, me demostró brutalidad y yo lo transformé en ternura, me miró con lascivia y yo le abrí más mi ser, me ató e inmovilizó el cuerpo y yo le entregué mi alma. Él creyó haberme sometido y dominado pero la verdad es que cuando terminamos de amarnos, su mirada era un infinito de poemas, su sonrisa cálida me adoraba, sus brazos me envolvían y sus manos me armaban una guarida, su respiración construía la intimidad para toda una vida. Él quiso someterme y ser el dominante, pero no. El dominado ahora, es él.