“La tumba sólo guarda un esqueleto
mas la vida en su bóveda mortuoria
prosigue alimentándose en secreto.
Que al fin de esta existencia transitoria
a la que tanto nuestro afán se adhiere,
la materia, inmortal como la gloria,
cambia de formas; pero nunca muere.”
MANUEL ACUÑA
La muerte, es la eterna pregunta, la eterna reflexión que de continuo ocupa la creación y la mente de los hombres. ¿HAY ALGO MÁS ALLÁ DE LA MUERTE? Se preguntaban los sabios mexicas. En nuestro país, la conmemoración por los difuntos, consignada en el calendario litúrgico, se efectúa los días 1 y 2 de noviembre, los cuales, para asombro del mundo, se llenan de festejos, algarabía, colores y tradiciones que realizan una batalla épica contra la fiebre globalizadora del Halloween. Parece que hoy vivimos un nuevo sincretismo cultural entre la tradición mexicana y la norteamericana. No obstante, la conmemoración por los difuntos, de acuerdo a la tradición mestiza y nacional, ha logrado convertirse en “Patrimonio intangible de la humanidad”
Muchos visitantes extranjeros han mirado con particular curiosidad la manera en que los mexicanos celebramos la muerte, les asombra que demos a nuestros niños calaveritas o huesos de chocolate y azúcar —para entretener el paladar— y mucho asombro causa también que se realicen canciones y versos satíricos en torno al evento, para muchos funesto, de la muerte. Sólo el mexicano lo celebra con tal ánimo festivo y colorido.
Nuestros altares son un regalo simbólico y un don hacia todos aquellos que se han adelantado en el camino. A decir del filósofo francés, Jean Baudrillard, lo simbólico extermina el valor y por tanto la separación de los términos, el intercambio simbólico es un proceso que impone obligaciones simbólicas, es el don, esto es, la obligación simbólica de dar, recibir y devolver.
El altar prehispánico incluye los productos de la cosecha, que se levantan en esta estación para resistir el invierno, donde todo muere, por tanto, la muerte significaba renacimiento, pues todo muere para volver a vivir. Con la llegada de los españoles, la tradición fue cambiando y adoptando algunos elementos de la religión católica, que adopta la festividad y a partir de la mezcla de culturas construye una tradición mestiza que varía en cada entidad.
Han sido importantes figuras en nuestra historia quienes han rescatado esta tradición, haciéndola más perdurable, tales como el famoso José Guadalupe Posada, creador de la original “Catrina”, entre otros grabados mortuorios. Diego Rivera y Frida Kahlo, disfrutaban la tradición y la muerte será un tema frecuente en su obra plástica. En el cine, el recuerdo más perdurable es la famosa cinta MACARIO de Roberto Gavaldón, que aun cuando recibió severas críticas por considerársele como una película al servicio de los extranjeros, también recibió el premio Óscar como mejor película extranjera en 1960.
La muerte está presente en nuestra literatura, nuestro cine, y nuestro arte en general. Muy memorable, el documental no realizado por Sergei Eisenstein y titulado: ¡Qué viva México! donde se retrataron figuras emblemáticas en nuestra plástica popular al filmar la festividad de día de muertos. Memorables también las novelas de José Revueltas, El luto humano, donde la muerte es uno de los personajes más importantes del relato, así como Juan Rulfo, quien pese a toda la exaltación que se hace de esta tradición, afirmaba: “Debe ser muy interesante vivir dentro de un cementerio y poder platicar con los muertos, deben tener cosas muy importantes que decir […] y me imagino que los muertos no están solos. Los que los interrumpen son los que van a visitarlos el Día de Muertos, precisamente, con música y mariachis y a llevarles flores y ofrendas y pulque y comida. Entonces es cuando ellos se sienten más a disgusto. Pero en cambio, cuando están solos, platican muy a gusto entre ellos…”
En la actualidad, los programas educativos han insistido en que las escuelas promuevan esta tradición y estimulen a los alumnos para colocar un altar. En algunos lugares, la iniciativa ha rendido frutos, pero creo que el detalle más importante es explorar en torno al tema de la muerte para descubrir en ella, una tradición compleja, que puede ser analizada desde diversos ángulos, más allá del estereotipo en que la han transformado y recordar que, en este fenómeno cultural y complejo, lo más bello consiste en la grandeza de otorgar un don, sin recibir nada a cambio.
Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía
y el alma un ave que remonta el vuelo.
No escuchar en los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.
Morir cuando la luz retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira;
algo muy luminoso que se pierde.
Morir, y joven; antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona,
cuando la vida dice aún: «Soy tuya»,
aunque, sepamos bien que nos traiciona.
PARA ENTONCES… Manuel Gutiérrez Nájera