Todos hemos tenido la oportunidad de estrenar algo y sentir que es lo mejor que hemos adquirido, haya sido un juguete, ropa o, en tiempos recientes, algún gadget, sea tablet, teléfono, computadora, etcétera. Si lo conseguimos nuevo o la persona que lo tenía antes era cuidadosa, probablemente lo recibamos con caja, papelería como manuales, garantías o guías de primer uso que nunca leeremos. Andaremos unos días experimentando con las funciones, prendiendo y apagando alarmas, cambiando fondos de pantalla o sonidos. Pero una vez que se nos ha pasado la novedad empezamos a notar algunos detalles que no nos agradan. En esta ocasión hablaremos de teléfonos y las cuatro señales que nos causan malestar emocional cuando aparecen (o desaparecen, como veremos a continuación). Estos datos han sido recopilados no gracias a un riguroso estudio, sino a los comentarios que he escuchado, sobre todo de personas de mi generación que nos ha tocado ver y sufrir la «evolución» de nuestros juguetes. Las personas de generaciones más recientes no están completamente conscientes de cómo frustra encontrarnos con cosas como:

 

¿Cómo que no puedo tener más de sesenta juegos 3D?

¿Cómo que no puedo tener más de sesenta juegos 3D?

 

Mi primer teléfono celular que incluyó memoria extraíble fue un Nokia. Usaba una tarjeta formato MMC de 128 Mb. No fue error de dedo, a mi primera tarjeta de memoria le cupieron menos canciones que a un cassette (si no recuerdan qué era eso pregúntele a  sus padres, probablemente todavía tengan uno a la mano). Una de las cosas más utilizadas para promocionar los nuevos equipos es su capacidad de almacenamiento. Nunca es la anunciada, nos prometen 8 Gb de memoria interna y cuando queremos instalar un emulador de Tetris no cabe porque las otras cincuenta apps indispensables (lámpara, Instagram, anivirus, etcétera) ya saturaron la memoria. Lo peor es que la mayoría de nosotros empezamos a desinstalar cosas sumariamente sin saber que podemos hacer algunas cosas para liberar espacio, como borrar el cache (ni saben qué es, bórrenlo), borrar el historial del navegador (ni lo necesitan) o limitar el número de mensajes de texto que se guardan en el teléfono. En el caso de los mensajes, si tienen alguna conversación que quieran conservar, existen apps que las convierten en documentos de Word, para que las guarden y lloren o se emocionen cuando gusten. aún sabiendo los truquitos que podemos hacer para liberar espacio en la memoria, hay cosas que son menos fáciles de afrontar, como:

 

Ojalá nadie me llame...

Maldito Candy Crush…

Esto se ha vuelto terriblemente común. Con el advenimiento de los teléfonos con pantalla táctil, la cual ocupa casi todo el frente del teléfono, la duración de la batería se ha reducido considerablemente. Quienes tuvimos aparatos que sirven únicamente para recibir y enviar mensajes y llamadas, sabíamos que teníamos que cargar nuestro teléfono cada tercer día o hasta cada semana, dependiendo de nuestro grado de sociabilidad. Con las «nuevas terminales», como les dicen los que (creen que) saben, con tantas funciones que ni usamos ni sabemos desactivar, tenemos que conectarlo una vez al día, si no queremos enfrentar este aviso antes de la hora de la comida. Sumemos a esto la ínfima calidad de las baterías y llegará el momento que estaremos tan ciscados con la batería que ni siquiera checaremos la hora como si con eso nos durara más. La duración de la batería depende de factores muy diversos, no sólo del uso: la temperatura, la red móvil que usemos, las conexiones que tengamos encendidas (Bluetooth, NFC), o sea que a veces, sin querer, desgastamos la batería sin percatarnos. Este aviso es muy inquietante, pero se arregla teniendo a la mano nuestro cable de corriente y un contacto. Lo cual no pasa con…

 

Me van a pegar...

Me van a pegar…

Me pregunto cuánta gente todavía cree esa famosa excusa de «No tenía señal». Como cuando el niño gritaba «Lobo», ha sido utilizada tantas veces que ya carece de validez. Lo peor es que sí es un motivo real para no contestar, inmediatamente después de «No quiero». La señal del celular es frágil, también depende de factores diversos: la cercanía de las antenas, la calidad de la red y hasta el lugar donde nos encontremos. Si ustedes creen que un lugar despejado de edificios altos y cables eléctricos garantiza una buena recepción, se ve que nunca han estado en las islas de Ciudad Universitaria. Con la llegada de las nuevas tecnologías esto no ha mejorado, todavía corremos el riesgo de perder la señal con entrar a una planta baja, eso no es broma, es la razón por la que la gente que me conoce bien, cuando me llama al celular y no entra la llamada saben que estoy en casa y mejor me mandan mensaje al facebook o al Whatsap, lo cual funciona siempre y cuando no tengamos otro problema…

 

Chin...

Chin…

 

El WiFi. Ese invento que algunos consideran lo mejor de los últimos años y que algunos otros consideran un castigo. Conozco gente que llega a un restaurante, cafetería o lugar así y su pedido incluye la clave de acceso a la red inalámbrica del establecimiento. En años recientes, varias campañas electorales han incluido promesas de red inalámbrica gratis para las plazas o en el transporte. Es tan prevalente y se ha vuelto tan «necesario» que hay personas que se estresan sobremanera si tienen el servicio y lo pierden. Hay muchos negocios que prefieren invertir en una red inalámbrica que en renovar su equipo, hay gente que, aunque su teléfono esté configurado para avisarles a todo volumen cuando reciben un mensaje, lo andan checando a cada rato. Nada como carecer de un plan de datos móviles y depender del WiFi, sobre todo si somos adictos a estar disponibles, aún sabiendo que cuando hay una verdadera emergencia, como un sismo o un apagón, nuestro artefacto caro, lindo y moderno, se vuelve un reproductor musical con reloj incluido, porque la señal se cae y no podemos hablar con nadie. 

¿Con cuáles de éstas situaciones se han enfrentado? ¿Con todas? Bienvenidos al club. ¿Con alguna? Las demás no tardan. ¿Con ninguna? ¡Qué envidia! Yo la verdad no recuerdo la vida sin acceso a internet y no soy tan veterano. Lo verdaderamente malo de esto es que hace unos años cualquiera de estas cosas hubiera sido considerada como defectos de fábrica, pero la calidad ha disminuido de manera tan gradual que las hemos aceptado como cotidianas. Lo cual es un signo de los tiempos.