Se le extraña Don Jorge…
Jorge Alberto Rivero Mora
Cada año que pasa. Cada año que pasa tengo más libros que quisiera escribir y cada año escribo más lentamente. Si vivo 80 años, cuando muera dejaré un montoncito de libros y me llevaré a la tumba una vastísima biblioteca imaginaria
Jorge Ibargüengoitia
Recuerdo que cuando leí por primera vez a Jorge Ibargüengoitia, me sentí como el personaje de Aureliano Babilonia en el momento exacto en que descifra los pergaminos del gitano Melquiades en la excelsa novela de Gabriel García Márquez Cien años de Soledad (1967), es decir, me sentí que estaba en presencia de una auténtica revelación, de una presencia determinante en mi existencia, no solamente literaria sino de actitud de vida, ya que Don Jorge me adentró a un mundo fascinante en el que el humor no solamente puede ser un elemento retórico para descubrir la realidad, sino que el humor es una manera en que la realidad materializa una de sus múltiples siluetas.
De esta manera a propósito del trigésimo aniversario luctuoso de su trágico fallecimiento, resulta justo recordar a uno de los escritores mexicanos más versátiles, lúcidos y talentosos de la segunda mitad del siglo XX, quien con un estilo irreverente, humorístico y desmitificador, se convirtió en una notable figura de la historia literaria de nuestro país: Jorge Ibargüengoitia Antillón (1928-1983)
Sirva entonces este breve texto para ofrendar un sincero homenaje a esta gran figura del siglo XX con grandes aportes en la literatura (dramaturgia, novela, cuento, ensayos); periodismo y cinematografía mexicanas y con hondas repercusiones no sólo en el plano nacional, sino también internacional.
Brevemente Don Jorge nace el 22 de enero de 1928 en Guanajuato, una entidad que lo atrapa pero que lo distancia, que lo arraiga y que evade y a la cual alude con el nombre de Cuévano para burlarse continuamente del conservadurismo y “provincianismo folclórico” de este espacio del Bajío en sus brillantes creaciones literarias. Estudiante de colegios maristas, Don Jorge fue boy scout, dramaturgo, becario, narrador, traductor, ensayista y periodista, casi Ingeniero civil, traductor, profesor universitario, desmitificador de tiempo completo y un curioso intelectual anti-intelectual con una extraordinaria lucidez y magnífico sentido del humor.
En su juventud, dos presencias serán determinantes en su vida: el prestigiado dramaturgo Rodolfo Usigli, a quien admira hondamente, así como la escritora Luisa Josefina Hernández con quien mantiene una relación (literal) de amor-odio. A pesar de los premios obtenidos, Ibargüengoitia se desencanta con el teatro por el poco éxito de sus montajes y principalmente por decepcionarse de Usigli. Su última obra fue El atentado, Premio Casa de las Américas en 1963, que le concede otros beneficios: “me cerró las puertas del teatro y me abrió las de la novela”.
En 1964 escribió Los relámpagos de agosto y con ella ganó el premio de novela Casa de las Américas. Para ese entonces, ya establecido en su casa de Coyoacán, primero, y más tarde en París, al lado de su esposa, la pintora inglesa Joy Laville, se dedica a escribir sus seis novelas: aparte de la mencionada, Maten al león, Estas ruinas que ves, Dos crímenes, Las muertas, y Los pasos de López (Las tres primeras llevadas al mundo de la cinematografía).
Vale subrayar que de diciembre de 1968 a mediados de 1976, en el mítico diario Excélsior dirigido por Julio Scherer, Ibargüengoitia desdobla su trabajo en numerosos artículos y ensayos periodísticos y crónicas de viajes. El 26 de noviembre de 1983 muere en Madrid España en un accidente de aviación junto con los escritores Ángel Rama, Martha Traba y Manuel Scorza y la guapa actriz mexicana Fany Canno
Es aquí donde, historiográficamente la figura y legado de Don Jorge se resignifica, ya que en su obra artística la peculiar relación entre la historia, literatura y periodismo han abierto una serie de importantes debates que en gran medida han determinado el derrotero de estos ámbitos y que importantes teóricos como Paul Ricoeur, Hans Georg Gadamer, Michel de Certeau, Hayden White o Arthur Danto, por distintos senderos han examinado y reconocido el carácter y las implicaciones narrativas de la historia y es precisamente por esta condición que las fronteras entre la historia y otros discursos ―como la literatura, el periodismo y el cine― pueden tornarse difusas.
En este sentido, si bien existen importantes rasgos que empatan a estos relatos específicamente en el ámbito de la narrativa, estos discursos poseen notables diferencias en función de la intencionalidad, los objetivos y productos que estos discursos pretenden y es aquí dónde Jorge Ibargüengoitia combinó elementos históricos, literarios y periodísticos para ofrecer a sus lectores una interesante representación de los resultados funestos que el régimen emanado de la revolución mexicana, trajo consigo.
Así, a través de su humor irreverente se puede vislumbrar cómo la representación chusca de la realidad de la época en distintos horizontes (político, económico, social o cultural), ofrece una muy sugerente veta de análisis por explotar. Sin embargo, en un país históricamente dominado por la solemnidad e hipocresía, Ibargüengoitia fue minimizado y visto despectivamente por su ingenioso estilo humorístico, incluso, él mismo detestaba el calificativo de humorista porque en muchos sentidos se le redujo a un escritor con notables facultades pero cuyas obras eran demasiado chistosas.
Curiosamente, Ibargüengoitia, sin proponérselo, con su mordaz crítica a la política, conservadurismo, hipocresía, doble moral y vicios prevalecientes, a través de una aguda observación de una realidad en numerosos sentidos tragicómica, edificó un discurso que fue atendido mínimamente en su momento, pero que hoy en día, afortunadamente comienza a ser revalorado.
De este modo, en el contexto de regímenes priístas revolucionarios o “robolucionarios”, Ibargüengoitia utilizó el humor con habilidad para burlarse del nacionalismo recalcitrante de la época y de las banderas de progreso siempre pospuestas. Por lo tanto desconfía y se burla de todo lo susceptible de mofa (política, valores, familia moral, Iglesia, corrupción, costumbres, identidad del mexicano, etcétera) para evidenciar que la realidad edificada desde la solemnidad, corrupción e hipocresía, son igual de falsas que la lógica en la que se sustentan las instituciones de este país.
Pero especialmente el gran mérito de Don Jorge es que a partir de su corrosivo humor nos muestra hasta qué punto la temporalidad es tan relativa, ya que los patrones de conducta errática permanecen en distintos órdenes y que dichos vicios no se crean ni se destruyen, sólo se transforman, más allá de los contextos históricos en que se emiten.
Por lo tanto, leer a Don Jorge Ibargüengoitia, resulta una invitación a examinar la realidad desde el sentido crítico que el humor ofrece, y también un viaje fascinante a distintos discursos en los que Don Jorge se movió lucidamente (cine, teatro y periodismo) para develar de una manera distinta a la de Aureliano Babilonia que un país como el nuestro “de los espejos o de los espejismos” más allá de cataclismos de toda índole, pueden aspirar a una “segunda oportunidad sobre la tierra”.
Dejo aquí el link de la adaptación más lograda a la esencia humorística y crítica de Don Jorge: Dos Crímenes (1995) de Roberto Sneider.
https://www.youtube.com/watch?v=WV0dCAdPjAk