“Por fragmentaria que sea su condición,
cualquier obra de arte es realmente una parte de un acontecimiento detenido
o una emanación del tiempo pasado”[1]
Una de las principales características del arte es su originalidad. El que una obra se precie de ser original, única e impactar su tiempo y espacio, así como lograr una trascendencia o proyección al futuro, es una condición sine qua non, para que la obra de arte sea tal. No obstante, una pieza maestra, trátese de música, escultura, pintura, o cualquiera de las bellas artes provoca imitaciones, ya sea porque se inspiran en ella, o porque simplemente, en otra latitud y en otro tiempo se busca recrear o reinterpretar la obra maestra. No es mi intención definir la obra de arte sino pensar en estos préstamos simbólicos entre una obra y sus copias.
En el Renacimiento se solía comerciar con las obras de arte, por tanto había repeticiones de las mismas, las repeticiones no son exclusivas del renacimiento, antes también las hubo en tiempos del Imperio Romano, cuando era preciso reproducir monumentos o estatuas al César y que éstas impactaran en las regiones más remotas del Imperio. Por tanto, es parte de la creación, el que ella provoque reproducciones o copias en épocas posteriores. De tal suerte, es muy difícil determinar la originalidad pues siempre hay sorpresas, incluso en el arte moderno.
En el caso de la música, la cuestión se torna aún más compleja ya que no contamos con grabaciones originales de todos los ritmos que han surgido en el mundo, a través de todos los tiempos. Por tanto, es muy difícil precisar su originalidad. La aparición de sistemas digitales de reproducción ha sido una de las grandes innovaciones técnicas de nuestros tiempos y corresponde al aumento excesivo de población y la necesidad de reproducir la cultura para un mayor auditorio. De tal suerte, existe una gran industria de medios electrónicos y digitales, donde la música juega un papel fundamental.
Mediante este artículo quiero hacer un breve recorrido por algunas obras musicales que han sido reinterpretadas por nuevas voces e incluso ritmos, los cuales hasta hacen increíble pensar que dicha obra sea una copia o cover del original. Para el público purista resulta increíble percibir una reinterpretación de algún clásico, y quizá muchos de ellos se sorprenderían de saber que el famoso tema: House of the rising sun interpretado magistralmente por los Animals, es un cover. Su tecladista Alan Price comentó que se trata de una canción tradicional del siglo XVI que versa sobre un Burdel en el Soho de Londres. La canción fue llevada a los E.U. por los inmigrantes en el siglo XVIII y la versión más antigua grabada es la de Tom Ashley y Gwen Foster.
Varios artistas han hecho versiones de esta canción como Pink Floyd
y Miriam Makeba
Lo mismo ocurre con el popular éxito GLORIA, cuya versión más famosa es la de los Doors, aunque no por ello sea la original. Una de las versiones que más me gusta es la que hizo Patti Smith:
Cuando uno piensa en el cover de una gran canción, inmediatamente surge un problema tanto de originalidad como de orden generacional, pues una de las características del cover es que populariza una canción que ya no está de moda y la hace vigente para un público más actual, lo cual es loable, por un lado, aunque criticable por otro. Hay algunos músicos que a falta de inspiración o talento se valen de algún éxito que garantizará sus ventas para hacer una reinterpretación, tal es el caso de varios cantantes famosos, como Luis Miguel, aunque podemos agradecerle el reactivar la vigencia de varios boleros famosos. En tiempos recientes han surgido nuevas versiones de éxitos inolvidables con más o menos calidad, como son los tributos a José José, Agustín Lara, Rigo Tovar, donde destaca la nueva versión del clásico Bésame mucho original de Consuelito Velázquez y grabado por primera vez por Emilio Tuero, reinterpretado por Sussie-4
Desde mi punto de vista, el cover es bueno, siempre y cuando ofrezca una nueva interpretación de la canción original, pues el hecho de tocar alguna canción vieja y ponerla de moda pero sin cambiar nada en la interpretación, no implica una labor creativa. Lo interesante es cuando el cover se vuelve prácticamente una canción diferente, que inclusive cuesta trabajo reconocer. Tal es el caso de la versión de Physical, popularizada por Olivia Newton John y reinterpretada magistralmente por Goldfrapp
o la versión de Sonic Youth sobre el éxito Superstar de los Carpenters
La versión de I will survive de Cake
Así como la magnífica versión de Primus del clásico Have a cigar de Pink Floyd
Es válido recuperar alguna antigua canción y reinterpretarla, no por el éxito en el mercado, sino por el simple hecho de darla a conocer o marcar la influencia de algunos músicos sobre otros, como ocurre con el famoso Saltarello de Dead Can Dance que originalmente es una pieza de danza medieval, clasificada como motete, muy popular en el siglo XV.
Más allá de determinar si es mejor el cover o el original, o en el caso del cine, el original del refrito, es importante destacar que, independientemente de ello, en el arte de ahora como en el pasado, la mayoría de las personas viven de ideas prestadas y sobre tradiciones acumuladas y las construcciones artísticas en todo momento se están rehaciendo. La lista de covers y préstamos en música es interminable y vale la pena indagar sobre el tema, aunque por ahora los dejo con esta reflexión del filósofo e historiador del arte Georges Kubler:
«La galaxia cuya luz veo ahora pudo haber existido hace milenios, y por la misma razón los hombres no pueden sentir un acontecimiento sino hasta después que pasó hasta que es historia, hasta que es polvo y las cenizas de esta tormenta cósmica que llamamos presente y que siempre se mueve en perpetua tormenta a través de la creación.»[2]
[1] Kubler, George, La configuración del tiempo, p.76.
[2] Ibidem, p.76