Hablemos de terror, sazonado con un poco (un mucho) de morbo, pongamos nuestros sentidos a punto de ebullición y dejemos sofreír nuestra expectativa mientras observamos  a fuego lento una serie de acontecimientos que estremecieron al mundo. El artículo de hoy será  abominable  y sustancioso  pues los llevaremos por un viaje de placeres prohibidos e inimaginables para la conciencia humana, indagaremos por la lacerada y extrañamente fascinada, memoria colectiva  que nos dé pauta para saborear los hechos más macabros y ajenos a nuestros paladares, ¿será? Hablemos pues del canibalismo.

Iniciemos como es debido pues aunque todos tenemos una noción de lo que canibalismo significa nunca está demás un respaldo a nuestros saberes adquiridos a lo largo del tiempo. Tenemos entonces que “Canibalismo” según la RAE es la antropofagia atribuida a los caníbales… Y sí, yo me quedé con la misma cara de insatisfacción absoluta que ustedes así que opté por buscar la definición de caníbal la cual dice: Dicho de un animal que come carne de otros de su misma especie… Bueno, así cambia la cosa y entonces podemos iniciar la comprensión de estos personajes tan peculiares pues para nosotros, individuos que vivimos en una rutina tranquila, leer una definición como esta y encima aplicarla a nuestra especie, implica un largo  y difícil proceso de asimilación porque no es “normal” (así entre comillas) que un alguien se coma a otro alguien y nos resulta lógico pensar que se trata de una abominable desviación o enfermedad que provoca la demencia de estos seres.

Veremos si esto es cierto.

Hemos seleccionado cuatro casos en específico por considerarlos en mayor medida, como parte de los más representativos de este fetiche. Lo llamamos fetiche a falta de un término más técnico, ya que por todo el proceso que involucra el comerse a alguien no puede ser considerado un impulso. Además, en muchos casos el componente sexual es sobresaliente. Les presentaremos por orden de aparición,  en escena a Georg Karl Grossmann, Jeffrey Dahmer, Andrei Chikatilo  y Armin Meiwes, cada uno proveniente de contextos históricos distintos y con particularidades monstruosas que volvieron sus casos tan famosos a nivel mundial.

Georg Karl Grossmann

Georg Karl Grossmann

Nos encontramos en Agosto de 1921, en los primeros años de la República de Weimar, periodo entre guerras. Alemania pasa por un trance traumático en todo sentido  y las condiciones de vida de su población son deplorables, surgen los mercados negros donde se comercia con cualquier cosa que se pueda intercambiar por otro bien pero es fácil imaginar que lo  más se traficado en estos lugares era comida, sobretodo carne, cualquier tipo de carne…

Así mientras los compradores van a casa a preparar sus alimentos, la policía de Berlín irrumpe en el departamento de Grossman a causa del  reporte vecinal  por haber escuchado una aparente y violenta lucha. Lo que encuentran es el cuerpo descuartizado de una mujer sobre la mesa.  Fue arrestado y enjuiciado. Se descubrió que este veterano de la primera guerra ya había cumplido tres condenas por abuso a menores. Confiesa haber asesinado aproximadamente a cincuenta mujeres, todas prostitutas a quienes hacía ir a su departamento y nunca volvían a salir, al menos antropomórficamente  pues sus víctimas regresaban a las calles convertidas en salchichas para poner a la venta. Muere; se suicida  a los 60 años en su celda antes de cumplir su condena.

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Andrei Chikatilo

“Soy un error de la naturaleza” Eso decía de sí mismo un maestro de escuela que cometió aproximadamente cincuenta y cinco asesinatos que terminaban en la mutilación y el canibalismo. Estuvo operando impunemente entre 1978 y 1990, en pleno periodo de transformación rusa. El hecho de que su juicio fuera televisado distrajo un poco al mundo de la caída del bloque socialista y nos recordó que en todos los sistemas y en todos los países hay personas que tienen impulsos que podríamos calificar de dementes.

Chikatilo tenía que recorrer un largo camino de su casa al trabajo, en una zona rural de Rusia. Aprovechaba que pasaba muchas horas fuera de casa para asesinar prostitutas, vagabundos, niños o cualquier persona que tuviera la mala fortuna de cruzarse en su camino. Fue condenado a muerte el 15 de octubre de 1992, ante el regocijo de la multitud, que siempre disfruta de ver castigado el mal.

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Jeffrey Lionel Dahmer

En 1991 Sandra Smith y Nicole Childress descubrieron en una calle de Milwakee al menor Konerak Sinthasomphone, quien estaba desnudo y presentaba señales de abuso sexual. Dieron aviso a la policía y cuando los oficiales llegaron, se presentó un hombre rubio quien dijo que Konerak era su amante y que habían estado consumiendo drogas en el deparamento que compartían. Los policías, a pesar de las protestas de las mujeres y de Konerak, quien insistía que el hombre había intentado practicarle una lobotomía con un taladro, decidieron acompañarlos al departamento y dejarlos ahí, pensando que no era más que un pleito doméstico.

El 22 de julio de 1992 otro hombre solicitó el apoyo de la policía. Dijo que su amante había intentado matarlo. Los oficiales lo acompañaron al departamento y al entrar a la casa notaron un desagradable olor. Uno de los oficiales entró a la cocina, abrió el refrigerador y se encontró con una cabeza humana. Al revisar el lugar encontraron los restos de al menos once cuerpos distintos. El dueño del departamento se llamaba Jeffrey Dahmer, había tenido problemas desde su juventud y a lo largo del juicio dejó claro que mataba a los hombres que llevaba a su departamento para que no lo abandonaran, guardando algunos fragmentos y comiendo otros. El juicio fue fácil, aunque nunca se supo en realidad cuántas personas asesinó. Fue asesinado en prisión en 1994 y nunca se hizo nada por aclarar su muerte.

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Armin Meiwes

Si bien este caso fue de una sola víctima, llamó la atención de manera inmediata por la conformación y la cronología de los hechos pues lo sorprendente de este caso no es el canibalismo en sí y por parte del asesino sino por la víctima que a diferencia de los casos anteriores, se ofreció de manera voluntaria en pleno uso de sus facultades mentales (sí aunque usted no lo crea) para ser amputado y devorado por Armin e incluso de probarse a sí mismo  antes de morir.

Regresamos a Alemania, esta vez en Rotemburgo, Armin Meiwes fue un joven retraído pero siempre diligente en las labores que se le otorgaban. Tuvo una vida en lo que cabe, normal. Vivió con su madre bajo una estricta disciplina, no tenía mayores lazos familiares; cuando ésta falleció quedó aislado y solitario. Fue en este momento cuando, al estilo de Ed Gein, dio rienda suelta a sus fantasías e impulsos gracias a los diversos foros que encontró en internet y fue en uno de ellos donde contactó a Bernd Brandes, un ingeniero de Berlín quién se describía como  un bisexual que disfrutaba de las prácticas sexuales violentas y de tortura. Asi que siendo la oportunidad perfecta para ambos, acordaron encontrarse por unos días para llevar a cabo la mayor fantasía de ambos…

Acordaron que Armin amputaría el pene de Bernd; lo cocinaría y lo degustarían entre ambos. Así lo hicieron y se grabó en video todo el proceso. Meiwes fue aprehendido a causa de sus intentos por conseguir nuevas víctimas voluntarias. Nunca negó los acontecimientos pues para él la máxima satisfacción del acto caníbal había sido que su compañero hubiera estado de totalmente acuerdo, para él era una manera de sublimar la relación que entabló con Bernd. El juicio resultó un hito en la historia judicial de Alemania ya que la defensa sostenía que no podía culpársele de asesinato premeditado pues el hecho había sido convenido por víctima y victimario. Sin embargo y como debía suceder, Armin Meiwes fue condenado a cadena perpetua.

Como podemos ver y como decíamos, uno de los ejes conductores de estos ejemplos es la sexualidad, todos estos personajes fueron catalogados como desviados en su época, cosa realmente inquietante sobre todo en los últimos tres casos, ya que la gente estaba un poco más abierta a hablar sobre la homosexualidad. Desde el punto de vista psicológico el canibalismo, como ya lo habíamos mencionado, no es considerado enfermedad mental ya que los asesinos recurrían a técnicas cada vez más depuradas para deshacerse de lo que no se comían. Por tanto se afirma que el canibalismo si bien tiene que ver con prácticas salvajes –si se nos permite el término- es un acto por completo racional pues todos y cada uno de los sujetos en cuestión, sabía perfectamente en qué consistía el evento que estaba llevando a cabo así como el método que sería adecuado para lograrlo y no sólo eso sino que una vez alcanzado el cometido se llevan a cabo una serie de procedimientos que configuran un ritual alimenticio mediante la preparación, degustación y consumo del alimento; y estos procesos demuestran que se trata de seres humanos evolucionados, racionales y pertenecientes una sociedad moderna. Se asumen, mediante sus acciones, como parte de una comunidad civilizada sin embargo la particularidad de sus hábitos alimenticios se muestra como una respuesta a  un cúmulo de hechos determinados que en principio nos parecerían injustificables pues el hecho de pensar en devorar a un semejante nos petrifica de inmediato, no obstante en situaciones de extrema necesidad, hambre y desesperación, cualquier tipo de carne se vuelve apetitosa, si no lo creen probable pueden investigar el caso del accidente aéreo de Los Andes de 1972.

Nos podríamos llevar todo el día ponderando las ramificaciones éticas, sociales y psicológicas del canibalismo, ya que es algo que a la vez repugna y fascina, muestra de esto último es a popularidad que han tenido historias cuyos personajes centrales lo practican, ejemplos notables son la serie de novelas de Thomas Harris, creador de Hannibal Lecter, la serie de películas The Texas Chainsaw Massacre, con su personaje central Leatherhead (cuya fuente fue la historia de Ed Gein) o las muy revisitadas historias de zombies, en las cuales se justifica el canibalismo como una falta absoluta de raciocinio y un regreso a los instintos primales.

Llegamos al fin de este perturbador artículo que no hubiera sido posible sin el apoyo y colaboración de Alejandro Reyes, pues entre tantas inagotables e interesantísimas charlas, surgió la idea de crear estos “Diálogos caníbales” para compartir con ustedes nuestra extraña fascinación por estos casos atípicos en el mundo.