“Ganar, ganar”

No es simbólico que los jefes de Estado del país que alberga el torneo entreguen la copa al triunfador de éste , con el presidente de la FIFA. Organizar un evento de tal envergadura como la Copa Mundial de Futbol o los Juegos Olímpicos representa una inversión y gasto público considerable y esas, por sentido común, son decisiones de política estatal. Toda justa veraniega mundialista presenta de fondo tintes políticos y económicos que no todos logran percibir. Sistemáticamente se ha utilizado para legitimar regímenes políticos atroces, ejemplos son: la Italia de Mussolini y la Argentina de Videla.

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México no está exento del fenómeno. El pasado 27 de mayo fue abanderada la selección mexicana de futbol por el presidente, Enrique Peña Nieto rumbo al mundial de Brasil. El mensaje fue claro “ganen”, pero ¿ganar qué y para qué? Si sabemos claramente que las posibilidades de ser campeones son casi inexistentes, es más, pocos pueden apostar siquiera que México avance a octavos de final.

Una vez más la mezcla de la política con el espectáculo deportivo como contención social se hace presente en nuestro país. Ante tal suceso se ha acusado mucho y actuado poco.

» Los dos mundiales de futbol organizados (1970 y 1986), fueron aprovechados por los gobiernos en turno para fines que sobrepasaban lo deportivo: por un lado, borrar de la memoria la represión estudiantil de 1968 y, por el otro, elevar el costo de productos de primera necesidad para costear de mejor manera el certamen de 1986, aunque a la postre se generó una crisis económica, agudizada por las políticas de corte neoliberal.»

Esta vez el objetivo es ganar el mayor número de audiencia y, por ende, de distracción mientras las leyes secundarias en materia de telecomunicaciones y energética se discuten y seguramente serán aprobadas. No nos sorprenda encontrar a la postre notas que expongan el ofrecimiento de estímulos por el “desempeño y entrega” mostrados por el equipo, tal y como ha ocurrido con algunas selecciones –especialmente de Medio Oriente- y sus jeques multimillonarios. La situación parece de ciencia ficción, pero «las teorías de la conspiración» aplican –esta vez- de mejor manera en la realidad mexicana, que en cualquier producción holliwoodense.

La disputa por el… balón

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Nuestro país pertenece a una de las zonas futbolísticas más pobres, la Confederación de Fútbol de Norte, Centroamérica y el Caribe (CONCACAF), sin embargo teniendo dentro de ella a los Estados Unidos y México con dos de las burguesías  más poderosas del planeta pueden hacer, incluso, de esa mediocridad el negocio más jugoso con ganancias inimaginables. Tampoco es una coincidencia que el duopolio televisivo en México compita ferozmente en la liga local con el zar de las telecomunicaciones en el mundo, qué no daría Carlos Slim por ser el redentor y salvador de la selección mexicana, “sacrificando”  parte de su directiva, a su cuerpo técnico y proporcionando la base de la misma selección con jugadores de su club, tal y como “desinteresadamente” lo realizó Emilio Azcárraga Jean y el club de su propiedad, el club América , ¡claro! con todo el atisbo mediático que Televisa estaba obligada a imprimirle a la situación.

Otros se han aventurado a asegurar que la liga mexicana está cosechando brotes de pluralidad, ejemplo de ello es la reciente compra del Club Gallos Blancos de Querétaro por el Grupo Imagen Multimeda, que es parte del grupo Empresarial Ángeles, citando “golpes contundentes” al duopolio televisivo. Lo concreto es expresado en una lucha encarnizada entre las facciones de la burguesía  por controlar el fútbol espectáculo.

Si fuese por el bien del deporte, o de los jugadores o de la misma audiencia, la circunstancias serían distintas. Algunos acusarán, ¿qué tiene de malo hacer dinero (ganancias) con el deporte (futbol)? Ante tal simpleza respondemos, ¡nada! No tiene nada de malo hacer «negocios» rentables con el futbol. Sin embargo, aludimos al cómo lo hacen, ya que cuando el deporte de alto rendimiento, los negocios empresariales y la política se entonan entorno a un mismo espectáculo, encontramos que los lasos que los unen son el uso exacerbado de la protección de la propiedad intelectual y la corrupción.

Triste, es observar que en Brasil se preparan para derrumbar la falacia del Joga Bonito, mientras en México también- la gran mayoría- se alista para observar cómodamente lo más irreal del mundial. Siendo pues, una sociedad que desconoce (tal vez no le importe) lo que hay detrás de su segunda religión como lo es el futbol en la mayoría de su territorio ( no olvidemos que en el noreste del país y parte del centro el beisbol es el deporte por excelencia), después del intocable guadalupanismo.

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No es de ninguna manera, lamentable disfrutar esa posibilidad (que por cierto, también comparto) de triunfo(s) de nuestro representativo nacional, basado -si llega- en hazañas deportivas para nada desdeñables. Lo verdaderamente lamentable es que no veamos el trasfondo de esos fenómenos, lo que se traduce en una sociedad que difícilmente se interesará por su desarrollo como tal, así se reproduce una gigantesca alienación.

Si los que mandan en las relaciones dentro de la Formación Social mexicana son –en parte- las televisoras ¿por qué no habrían de serlo de los asuntos (negocios) del futbol? Ellos lo utilizan (perfectamente) como su herramienta política y económica, mediante la cooptación y la distracción, ¡siempre lo han hecho! Por ello la burguesía ha sido a lo largo de la historia (hasta la fecha) la gran triunfadora en esta lucha de clases. Por lo tanto, da igual que la discusión de las leyes secundarias se hayan dado o no en estas fechas “coincidiendo” con algunos juegos de México en el mundial, la gran mayoría de la sociedad mexicana de igual manera hubiera permanecido atomizada y desmovilizada, principalmente por la influencia de los dueños de México.