Jorge Alberto Rivero Mora
No quiero convencer a nadie de nada (…) Que cada uno llegue a la verdad
por sus propios pasos, y que nadie le llame equivocado o limitado
Jaime Sabines
Fracasé como intelectual: me gusta el fútbol
Peter Esterházy
Como cada cuatrienio, la parafernalia mediática y comercial del mundial de fútbol invade al planeta y ésta aumenta cuando dicho evento se realiza en el país más futbolero del orbe. Pero más allá de las distintas implicaciones que posee dicho fenómeno deportivo, quiero detenerme en los insultos y discusiones estériles que se dan en las redes sociales entre quienes descalifican a dicho deporte, en contra de los aficionados del mismo. Así, abundan en la red descalificaciones, frases y memes de personas que con intolerancia y aires de superioridad agreden a quienes gustan de este deporte y los tachan, de ignorantes, retrógrados, incultos y soccer-zombies.
Y esta animadversión entre los aficionados del fútbol y quienes no lo son se exacerba, debido al lamentable contexto económico y político en el que estamos: un escenario doloroso donde los grupos parlamentarios del PRI y PAN (o PRIAN), se confabulan con el gobierno de Peña Nieto para aprobar perniciosas leyes secundarias en materia energética e industria eléctrica, lo cual, tal como ha sucedido desde 1982 a la fecha (con la instauración y consolidación del modelo neoliberal) descapitalizará los recursos del país en favor de intereses extranjeros
Pero más allá de proyectos ineficaces, banales y neoliberales, los insultos antifutboleros no son la respuesta para enfocar nuestro malestar por todo lo que hace mal el gobierno. Sobre este tema el gran escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su ahora clásico libro, El fútbol a sol y sombra, ha señalado con lucidez que tanto la derecha, como la izquierda, miran con desprecio a este deporte y a sus aficionados, ya que para los sectores conservadores “el fútbol es la mejor prueba de que los pobres piensan con los pies”, mientras que para algunos izquierdistas “el fútbol tiene la culpa de que “el pueblo no piense (…) porque lo desvía de sus destinos revolucionarios y creen que es una alegría ilegítima”.[1]
Por lo tanto, Eduardo Galeano se opone a la postura de varios intelectuales y escritores que han sido despectivos para con los aficionados al fútbol como Rudyard Kipling, Jorge Luis Borges, Fernando Vallejo, Román Gubern o Umberto Eco y, por ello, Galeano cuestiona e ironiza su actitud intransigente: “Como si hubiera gente señalada por el dedo de Dios, para decir cuáles son las alegrías permitidas y cuáles no. Una estupidez total”. [2]
Se puede apreciar entonces que el fútbol puede ser amado por unos u odiado por otros, pero nunca inadvertido y en este derrotero, existe un cúmulo de situaciones muy cuestionables de los mundiales de fútbol: la propia postura mafiosa de la FIFA con sus grandes dividendos económicos y exigencias a países, como Brasil, para que sufraguen gastos excesivos que ofenden a millones de brasileños que protestan en las calles, no por la esencia del deporte mismo, sino por el sometimiento del gobierno de Dilma Rousseff a los dictados de esta corporación mercantilista (tal como lo ha denunciado en Brasil, Romario de Souza, una de los máximos referentes históricos del fútbol mundial).
En el caso de México, el lucrativo negocio que Televisa ha hecho del fútbol, así como el uso mediático que hacen los gobiernos en turno a este rentable producto llamado selección nacional, resulta aberrante, ya que tanto las televisoras como los gobiernos en lugar de diferenciar los intereses deportivos de los económico y políticos, se apropian de los futbolistas para explotarlos y “venderlos” como efímeros próceres de glorias, que llegan a cuentagotas.
El mundial de fútbol entonces, provoca en miles de aficionados lo que el sociólogo estadounidense Neil Smelser calificó como furor moda[3], es decir, un comportamiento colectivo que tiene que ver con una acción social que es imitada masivamente. Esta sensación se multiplica en “la dictadura de la imagen única”, como define Eduardo Galeano, a este contexto, que se manifiesta más que nunca en los mundiales de fútbol, porque genera y destruye ídolos y transforma a un noble deporte en un mezquino negocio para las grandes corporaciones (empezando por la FIFA) que fomentan necesidades superfluas a través del consumismo.
Pero más allá de los miles de defectos del fútbol como industria, quiero invertir el orden y señalar, de manera sucinta, cómo en este deporte se pueden encontrar diversos guiños de dignidad o de crítica de sus protagonistas (futbolistas, equipos, técnicos y aficionados) a lo que no funciona (la célebre foto de las selecciones de EUA e Irán abrazados en el mundial de 1998); injusticias irresueltas (la fotografía reciente de la selección de Argentina para exigir a Inglaterra la devolución de la Islas Malvinas); la afinidad con causas que valen la pena seguir y defender (la simpatía de Javier Aguirre o Javier Zanetti por el EZLN); protestas a las malas gestiones políticas (los abucheos e insultos de la afición al presidente Miguel de la Madrid en la inauguración del Mundial de 1986, algo similar a lo que padeció Dilma Rousseff en la inauguración del reciente Mundial), etcétera.
En este entorno, podría enumerar a numerosas personalidades que desde el terreno del arte (literatura, música y cine) y la política se han fascinado por el fútbol y lo que éste puede irradiar. Algunos ejemplos: Ernesto Che Guevara, el Subcomandante Marcos, Albert Camus, Antonio Gramsci, Vladimir Nabokov, Milan Kundera, Mario Benedetti, Peter Esterházy, Roberto Fontanarrosa, Quino, Trino, Ernest Hemingway, Eduardo Galeano y Juan Villoro.
Asimismo, destaco al gran Ryszard Kapuscinski, Emir Kusturica, Wim Wenders, Peter Handke, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Amy Winehouse, Ozzy Osbourne, los integrantes de Pink Floyd, Eric Clapton, Paul McCartney, Elton John, Thom Yorke, Morrissey, Luciano Pavarotti, Bono, Charly García, Manu Chao, José Alfredo Jiménez, Germán Valdés Tin Tan, Carlos Gardel, o hasta Adolfo Hitler, Osama Bin Laden, o los pontífices Juan Pablo II y Francisco, etcétera.
Como decía Jaime Sabines, no quiero convencer a nadie de nada, pero sí creo que los insultos a quienes nos gusta un deporte no llevan a nada, ya que solo alimentan el encono y polarizan posturas que cuando se radicalizan generan violencia verbal y, a veces, hasta física. Considero que más allá de las simpatías y antipatías al fútbol como fenómeno social, creo que resulta más loable que cada quién asuma su responsabilidad en su particular espacio, y promover un diálogo respetuoso que ayude a generar mecanismos de lucha efectivos para enfrentar la descomposición y putrefacción política de las últimas cuatro décadas.
Para quienes gusten o no simpaticen con el fútbol, este deporte puede ser circo, maroma y teatro; juego, magia y religión; ocio, negocio, espectáculo y fenómeno social; creador de identidades, alegrías y tragedias colectivas; fomentador de sueños e ilusiones; de fobias y filias; el opio de los pueblos, una droga evasiva… eso y mucho más. Así como Juan Villoro es un fiel necaxista, o Trino le va al Atlas aunque gane, yo, por ejemplo,me apasiono mucho por mi equipo Cruz Azul y poco o nada por la selección nacional
(sobre todo en este mundial que el único titular cruzazulino, el portero Jesús Corona, lo desplazan injustamente).
Descubrir la esencia del fútbol es complicado y a veces inútil aprehenderla, pero considero que es más enriquecedor, vivir el fútbol en su sentido más sencillo e inmediato, es decir, lúdicamente, sin complicaciones y haciendo a un lado pretensiones o poses «intelectuales» intolerantes.
[1] Eduardo Galeano, El fútbol a sol y sombra, México, Siglo XXI, 2004.
[2] Eduardo Galeano en http://aristeguinoticias.com/1207/kiosko/lo-ultimo-que-eduardo-galeano-ha-dicho-sobre-el-futbol/
[3] Neil Smelser, Teoría del comportamiento colectivo, México, FCE, 1989, 456 pp.