Quien besa la mano de su superior a tientas se queme, es su hipocresía revestida de fraternidad. Las rodillas santas de quien osa a usarlas en la obscuridad, no son ni siquiera rezos encaminados a la necesidad, es el gusto de quien pulcra, inmaculada y virgen simplemente se resguarda en las noches prolongadas de vigilia.

Yace oculto el dragón en la alta hierba, aparecido al hilo de la vida, ratificaría aquella serpiente antigua, esclavo con el espíritu lleno de rabia, emergido en la vida misma, enajenado y profanado ante los ojos y la fricción por encima de la cabeza, ese que anda por la vida marcado, guardián de la fuerza, la “salud” y la bondad, que en presencia misma palpita en el supuesto resguardo de quien cabalga su divinidad, mancillando sin piedad aquella afabilidad, como acto carnal deshonesto. Impurificación, “contaminación” en sentido moral, corrupción y profanación de la vida misma, pareciera la antigüedad deviene a posicionarse nuevamente.

El suspiro que involucra la realidad que emerge y flota, el tiempo que relativamente se congela en medio de las pupilas retraídas; imperante distracción que asume la frustración, en torno al desbarajuste por omisión

Envalentonado el mundo que la capacidad se estanca, un grito y venturoso salto, la dicha y el provecho de quienes luchan por la vida, es la simple adaptación pero sobre todo aceptación. A través de las líneas, de lo observable, cuestionable y palpable, además de respectivamente instintivo, aguardando su momento.

Y es que todavía la naturaleza del “rebelde” conduce su pulso obstinado con excesiva efusión, mientras ellos respiran y hablan, la chispa pasada a languidecer en el propio encuentro del abatimiento, el deseo de lo dulce ondulante y brillante pero simple al difamar, la lucha de quien ve con ojos inocentes todo un mundo envuelto en miles de lenguas sin razón de ser.

Una cierta emanación de la mente, murmuré al viento, éste al parecer tiene eco, poco dispuesto pero al parecer severo, no habría más trágico destierro que un incidente en nombre del silencio. Gocemos de las pinturas audaces, descripciones osadas, situaciones extraordinarias y a la vez espantosas, ya que son las pinceladas correctas y de fusión enérgica, con un posible objeto en medio de las más sublimes lecciones, en torno a la vida entera.