Cuando sórdidos instantes se disipan paulatinamente, el alma aliviada yace en las lejanías donde el tiempo desvanecido permanece. Siembran en el espíritu “sabores” desconocidos. El infierno una luz destellante emana. Un fuego tan penetrante, una voz sofocada, una imagen distorsionada. La sensibilidad y emoción carcomida, se derivan, se dispersan, por doquier, excepto, aquí y ahora, sin ti, sin nada, sin nadie. Diseminada, loca, sumergida, empapada y sin resurgimiento, allá, acá, en sí, en ninguna parte, inerte pavorosa, muerta carcomida. Putrefacta mal oliente, valiente mas precipitada anda, fuerte aunque corrompida, buena pero irrumpida.
Abrumada, lentamente se desfallece, una luz, esa luz, le aguarda para fundirse consigo, ardiente, ahí, allá donde coexiste el otro lado del inframundo. El cabello se alborota por el tufo repugnante, por la náusea, por la duda, por el miedo. Fría, paralizada, el tiempo y espacio al parecer no cambió nada. Se cultiva la impotencia, se transforma la inocencia y la incertidumbre se perfecciona.
Entre el viento y la locura las falsedades se tornan la certeza más pura, empujada, forzada, maquillada, la que engrandece y fortalece a las mentes codiciosas. Aquellas, paralelas al cosmos sumergido en el letargo y el ensimismamiento, son la fusión inmaculada de la inmovilidad. Proclamada la omnisciencia, el desafío teñido de mil formas, la inmundicia e injusticia, el parámetro de los días encausados para rendir tributo, a esa confianza, a ese anhelo y la fe del mundo, en medio de lo dulce y las visiones utópicas, con apetito triunfal y sereno. La abdicación en nombre de otras dignidades, por el empleo sediento de nuevos horizontes, aunque, sigilosamente es lo análogo, la alusión a la sed que hidrata a unos cuantos.
Si la vida escapa; cómo habría de ser el grito, cómo habría de ser el sentimiento, pareciera enmudecido, por aquella abducción del individuo sin importar el medio. Sin recurso que revoque la parcialidad de lo inhumano, del ensoñado mundo, de los bienes que se funden entre el simbolismo de lo complejo de lo abstracto, de lo ignorado.
Al final fue, fuimos, más ajenos, menos propios, en el mundo, en la indiferencia. Aguardar, parece no ser harto, inclinarse y suplicar benevolencia, sólo maquila y adorna las grandes fantasías; esas arrogantes voces incrustadas, emanadas por las marañas costumbristas y telarañas de la avidez en medio de las falacias acicaladas.