(…) esa época del año, cuando ya no pueden más que unas escasas hojas amarillas de las ramas que tiembla bajo el soplo del invierno, coros desnudos y en ruinas, donde hace tiempo cantaban los dulces pájaros, (…) ves el crepúsculo del día que se desvanece en el oeste con el sol poniente (…) ese alter ego de la muerte que sella todo en el descanso.

B. Labruce

 

A sol postrado en el cenit, equinoccio en sí; pálida figura. Viso agarra desprovisto, de astros con gracia y combustión, mejillas a rubor, ojos con resplandor y rizos con esplendor, propio de prologadas tertulias, encantos y hechizos nocturnos, danzas y dádivas al son del crepúsculo, incontrolables, deseables, precipita y lubrica cuan lluvia riega las tierras, sequías imponentes después de renacer, verdes pastizales, flores fecundas, paisajes floridos, ecos correspondientes de árboles en gala, cabellera verde y frondosa; susurran al oído frágil pero también sensible, secretos infinitos corren por los aires, vivaces tonalidades, frescos instantes; retraída perdida la memoria, efímera quimera, colosal e instrumental, a singular el espiral a plural los olores que refrendan la tranquilidad.

Dulce fragancia de uva, matiz y cuidado a niña la piel teñida, húmedo y es vino, ocaso ácido cítrico, fermento y condimento, agrego el pigmento, pomelos a frutos secos, vuelco y revuelco en goteo y conteo; impresión de viejos tiempos, plasmados en paisajes jaspeados, de apariencia libre; sin embargo, alborotado todo en la testa, definidos contextos, una imagen a momentos, vida a sentidos y sentimientos, observaciones a sustento, período de contoneos, fragmentos al tiempo, semillas a punta de cielo, al postergo, toda una vituperación si de climas bipolares el estropeado llegase a atender. Alba destellante impregnada hasta los poros, exhalada por los bronquios, espuma a oleo la mar a el mar; sombra, mormullo y repentino silencio, sorbos en alto piélago, cianuro marchita el pastizal, cuan fríos los ojos de cristal.

Prolongado el suspiro como los días de verano, muchedumbres pululando por las vías, como parvada de aves por el firmamento, tenue, fresco el ambiente, sabor y es sal, aspiraciones a playas el destino marca, paralelos los fragmentos de la vida, cuando muchos otros tímidos y en nítidas ciudades por las calles andan, sigilosas, solitarias, sustanciosas; mas a gustos las variedades se tornan propias. Nevados a cantaros, cristales implantados, en punta de pupila que a reflejo marca la aurora, brota, emerge, surge, cuan ensanchadas miradas se enlazan, punzan colosalmente, se estrujan, comunican, clímax, estregón profundo, estremecimiento a tiempo, colofón y es espasmo.

Las ventiscas frías por todo el cuerpo rozan, caducos árboles, señales marrones, paulatino y no retroactivo, seco cuan amarillo caen hojas de los árboles, textura áspera en la acera, a pliegues y resalto, el solsticio advenido, perturba cabellos los cuales a efecto se miran como hilos de textura definida y apariencia de algodones por los aires en medio de verbenas, anuncian prolongadas estelas boreales, ornamentales ceremonias, exhibiciones para bohemias retinas,  audaces y seductoras, periodos que alumbran y coquetean en sus mil colores a la noche, inevitable a las obscuras declinaciones naturales, apagan los días de sol, pues rebelde se manifiesta nocturna la soltura, solitaria la tierra, alejada, el afelio a temporada acontece;  entre hojas se desvanece la tintura verde, aquella donde a pericia de los pájaros se escuchan cantos en coro y tonadas celestiales, frescura que fermenta las cálidas horas y sabores tropicales; el cuerpo entregado a las estaciones, una y otra vez, ciclos que simplemente marcan su esencia.

P. A. U.