Escalón por escalón fue descendiendo,
aquella seda que nos cubría,
que nos seducía, que nos abrazaba
e incitaba a volver a acercarnos.
Hoy he recordado aquella vez
en que fui a verte,
te giré hacia mí, y sin pudor,
sin miedo, sin pensar, sin prisa,
me acerqué a intercambiarte un beso
por un pedazo de suerte.
Llegó mi locura para invitarte
a volar en un vuelo sincero.
Tuve que aprender a andar sin preguntar,
entendí que sólo eras un buen pasajero,
un sueño, un anhelo atemporal.
Poco a poco se resbalaron
de mi mente los momentos,
se fue llenando la vasija de recuerdos.
Llenamos noches enteras,
de sonidos, gemidos y letras,
de pasiones absurdas, de ganas… de eternidad.
Tantas veces me confesé,
me hice de piedra para no ver,
me vestí de sal para esperar.
Le grité a tu alma para hacerla despertar.
Un placer instantáneo invadía mis sentidos,
nuestras miradas incendiadas,
ruborizaban hasta al cielo.
Bastaba solo verte para perderme,
no se sentía el tiempo pasar.
Desear que aparecieras
aunque fuera sin querer,
yo quería que llovieras,
me empaparas con tu ser,
me besaras hasta llegar al cien.
M.A.Z.