Después de un intenso desarrollo de la Cumbre de las Américas, Panamá 2015, hemos sido testigos que aquellos años en los que México se presentaba como protagonista ante el resto de América Latina son, hoy por hoy, sólo un recuerdo traducido en un espejismo falaz. La época del «gran hermano» se difuminó junto con la poca soberanía que le quedaba a nuestro país.

Tristemente los últimos tres Ejecutivos federales mexicanos han carecido de un brillo propio. Decía el recientemente finado Don Julio Scherer que, desde Ernesto Zedillo hasta Enrique Peña Nieto, es difícil hallar en dichas figuras políticas a un estadista. Considero que desde Miguel de la Madrid ha sido constante tal contradicción política.

Hoy, luego de culminada la VII Cumbre, hemos dado cuenta de los gris que se expone México -ya no digamos ante el mundo- ante su propio continente. Se proyecta mediante un Presidente sumamente opaco que incluso en las fotos oficiales es difícil notar su presencia. Pero esta vez no es el característico Presidente mexicano el centro de atención, éste dará de qué hablar en lo que resta de su sexenio -aunque políticamente esté más que culminado-, estamos seguros de ello.

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Sin embargo, dadas las condiciones en las que se desarrolló la Cumbre, marcada por el regreso de Cuba, lo que estamos obligados a resaltar es la defensa en bloque de la mayoría de los países sudamericanos y parte de El Caribe al acecho a la Cuenca del Orinoco venezolana, Cuenca por demás rica en petróleo. Por supuesto que el Presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, lee descontextualizados los pasajes históricos de injerencia estadounidense a lo largo y ancho del continente, una lista por demás larga, ya que el imperialismo no sabe de historia, la aplasta junto a a todo lo que se atraviese ante sus intereses.

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Empero, el Decreto Ejecutivo en contra de Venezuela no es para nada ridículo, tampoco es una «payasada» tal como acusara el mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, guardando toda proporción ideológica. Es un decreto marcado de Historia, un decreto que obedece y da cuenta del intervencionismo estadounidense en el resto de América Latina. Panamá fue uno de sus más trágicos pasajes a finales de la década de los 80, donde las relaciones cosificadas dentro de un patrón de acumulación de capital recientemente surgido en aquellos años, como lo es el neoliberalismo, se hicieron visibles, convirtiendo en un apéndice sistemático al general Noriega, quien fue desechado, pese a coincidir en intereses con los estadounidenses. Recurriendo al falso discurso de la guerra contra el narcotráfico se consumó un golpe de Estado más. Aludiendo a dicho pasaje recordemos las palabras del expresidente cubano Fidel Castro: «Desde cuándo se persiguen a narcotraficantes con portaaviones…»

Los atropellos y acechos se deben denunciar en foros como la Cumbre, si no es ahí no tienen razón de ser, no son foros para que se les «aplauda» a figurines políticos, por ejemplo el Foro Económico Mundial,  donde se legitima el despojo jurídica y políticamente con enmiendas neoclásicas, como es el caso de México y Colombia.

A pesar del marcado discurso opositor de la gran mayoría de los mandatarios de América Latina, lo que aún no se puede exponer a cabalidad es que se ha ido retornando la justicia social, incluso mediante procesos electivos occidentales, es decir, son las propias elecciones las que han dado legitimidad a una democracia vista a la distancia, como un sueño aspiracional. Los contrapesos geopolíticos ya no son los mismos en América Latina.

Y aunque la mandataria brasileña, Dilma Rousseff, haya celebrado que las circunstancias sean distintas en la actual Cumbre; a 21 años de distancia de la primera Cumbre de las Américas, celebrada en Miami, Estados Unidos; la realidad acusa que el desempleo, el hambre y la pobreza son constantes en la agenda política internacional, especialmente en subcontinentes tan lacerados como el latinoamericano y el caribeño. Sin embargo, se debe subrayar el impulso regional y el intento de cambiar de sentido la prosperidad, basada en cooperación y no acostumbrados y temerosos a la política exterior «gandalla» e intervencionista de la cual se ha nutrido Estados Unidos a lo largo de su historia. «El patio trasero» resultó estar por demás organizado y da una cátedra de diplomacia, especialmente a los mandatarios pertenecientes a Norteamérica que, lejos de los filmes de acción hollywoodenses hace tiempo que la perdieron. América Latina -no toda- demuestra que la política no sólo tiene una forma de realizarse.

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 Eso sólo se logra respondiendo lo que alguna vez Luis Villoro, Enrique Florescano, Bonfil Batalla entre otros autores se preguntaron, «Historia, ¿Para qué?». Lo que vemos en la VII Cumbre de las Américas es en sí, una clase de Historia, -de la cual debería de estar agradecido el mandatario estadounidense-, que Cuba es, fue y seguirá siendo «La llave de la Américas» y les recuerda -a pesar de no separarse de un modelo extractivista- que más allá de las caras futuristas, seguimos inmersos en un modo de producción ahistórico, como lo es el capitalismo. Para concluir retomemos otro autor recientemente fallecido: Arnaldo Córdova, que acusaba lo que deliberadamente cortó de tajo el Presidente Obama, que «la Historia es la maestra de la Política.»