Jorge Alberto Rivero Mora
En el año del centenario tintanesco, comparto en este espacio las palabras que di en el homenaje a Germán Valdés Tin Tan, el pasado 21 de septiembre en la Cineteca Nacional, como un reconocimiento a su figura pero también como una denuncia al silencio de instituciones culturales y académicas en torno a un personaje que merece un análisis crítico más profundo.
Tin Tan: el siempre joven centenario
Toda la historia de la vida de un hombre está en su actitud
Julio Torri
Para un servidor es un honor compartir unas palabras en un recinto tan loable y significativo como la Cineteca Nacional con motivo del centenario del natalicio de Germán Valdés Tin Tan (1915-1973), porque sin ningún rodeo es uno de los personajes más relevantes y queridos de la cultura mexicana del siglo XX. [1]
En febrero de 2012 y tras una meticulosa investigación me doctoré en el Posgrado de Historiografía de la UAM- Azcapotzalco con la tesis Wachando a Tin Tan. Análisis historiográfico de un personaje fílmico (1944-1958), en la que analicé (con la dirección del Dr. José Ronzón) a dicho artista más allá del muy limitado estereotipo pachuco en que se le ha encasillado.
Para un servidor, además de alcanzar una meta profesional, esta tesis doctoral significó defender mi postura respecto a que la cultura popular debe recuperarse y darle su justo valor en los medios intelectuales y académicos ya que en mi opinión hay un dejo despectivo sobre este tema.
Con motivo del centenario de Tin Tan, a principios de septiembre, Roberto Ponce, talentoso cantautor del movimiento «rupestre» y periodista de la revista Proceso tuvo la atención de entrevistarme y en dicha conversación expresé mi desencanto por el lamentable silencio de las instancias culturales de nuestro país, no solamente para celebrar los primeros 100 años de este carismático artista, sino por la ausencia de reflexiones críticas en torno a las múltiples directrices que el personaje Tin Tan ofrece más allá de lo anecdótico, por ejemplo: su mayúsculo impacto cultural, lingüístico, cinematográfico, musical, identitario, semiológico y visual, a lo largo de los siglos XX y XXI.[2]
Hago esta aclaración porque mis palabras antecedieron a la iniciativa para erigir el 19 de septiembre como el «Día de Tin Tan” de la excelente actriz pero cuestionada diputada priísta, Carmen Salinas, lo cual me parece una muy interesante propuesta de su parte si este proyecto tuviera sinceras motivaciones artísticas o culturales más que políticas.
Porque debo subrayar que si algo distinguió a Germán Valdés Tin Tan, fue su marcada distancia de la esfera política y del aparato gubernamental, e incluso sus burlas a estos elementos del poder fueron constantes como bien se puede comprobar en varias de sus películas. Y es que considero que a lo largo de su extensa carrera artística Tin Tan tuvo y mantuvo un sentido de rebeldía e irreverencia ajeno a los convencionalismos imperantes.
Cito como ejemplo a la mejor película de comedia en la historia del cine nacional: El rey del barrio (Director Gilberto Martínez Solares, 1949), filme que incluyó duras y valientes acusaciones sobre la corrupción gubernamental y tráfico de influencias y que expone de manera chusca cómo algunos grupos marginales malvivían en el ‘milagro mexicano’ alemanista. En dicha película, vendrá a nuestra memoria la célebre frase del Carnal Marcelo al azorado Tin Tan: «Mira nada más cuánto ratero millonario anda por ahí suelto”.
Vuelvo la mirada a Germán Valdés Tin Tan, quien además de generoso hijo, padre, hermano, compañero y amigo; en su vida laboral fue electricista, mandadero, locutor radial, maestro de ceremonias, cantante, compositor, director, productor, empresario, bailarín, coreógrafo y actor de doblaje… En una palabra Tin Tan fue un genio virtuoso, sencillo, amigable, espontáneo, tan o más vital que el simpático Oso Baloo de la película El libro de la selva (1967)
Así, a lo largo de 40 años de carrera artística (si nos remontamos a sus orígenes artísticos en la XEJ en Ciudad Juárez hasta la filmación de su última película) Tin Tan y su pocas veces valorada mancuerna artística, Marcelo Chávez, el inolvidable Carnal Marcelo, supo trascender al estereotipo pachuco, para transitar al pícaro urbano y de éste al parodiador de todo lo parodiable (cantador español, pintor francés, maestro de música italiano, contador de cuentos árabe, káiser alemán, zar ruso, marinero, vizconde, ratero sonso, gánster, revoltoso citadino, hombre mosca, boxeador, luchador, fósil universitario, empresario musical, peluquero, fotógrafo, beisbolista, futbolista, ciclista, indígena, cavernícola, romano, mosquetero, vaquero, pirata, panadero, maestro, aristócrata, vagabundo, mariachi, charro, carpero y un largo etcétera).
Desafortunadamente la voracidad de los productores, la mala administración de su carrera desgastó su personaje y con ella su inevitable declive fílmico, todo en el contexto de una marcada crisis del cine nacional, por lo que la otrora estrella fílmica Tin Tan terminó su carrera como patiño de nuevas estrellas.
Con una carrera desigual pero auténtica y muy honesta quiero destacar que contrario a lo que muchos de sus apologistas señalan, Tin Tan nunca pretendió revolucionar el cine mexicano: simplemente lo vivió como su existencia personal: para gozar y divertirse. Esa era para Tin Tan la esencia de su cine y su propuesta artística, así rompió paradigmas y fue bastante innovador para nuestra cinematografía, sobre todo ante esquemas moralistas y de la ridícula censura que veía con rubor a las chicas en minifalda.
En este sentido, más que la construcción de un personaje cinematográfico antagónico u opuesto al cine dominante de la época (marcado por el melodrama y comedias moralizantes) Tin Tan sólo ambicionó alargar su carrera artística lo más que pudo; divertirse y entretener a los demás y expresarse a través de ciertos rasgos que acompañarán su discurso cinematográfico: el sincretismo cultural (en la moda y el lenguaje) y una actitud lúdica, “relajienta y picaresca que en muchos momentos resultará muy irreverente a los valores tradicionales y a las instituciones del Estado.
Finalizo mi participación, para expresar que celebro este homenaje en la Cineteca Nacional, pero éste resulta insuficiente si nuestras instancias culturales y artísticas no revaloran su legado y permanencia. Por ello, no comprendo la ausencia de reflexiones en torno a su obra y legado artístico, en foros culturales o académicos, en torno al lenguaje, identidad, música, cinematografía, moda y su arraigo en las nuevas generaciones. Como botón de muestra no comprendo que el día 19 de septiembre ningún canal de televisión exhibiera alguna de sus películas y celebrara su centenario
Propongo entonces celebrar, pero también conmemorar reflexivamente lo que un personaje de su valía legó a los horizontes cultural y artístico de nuestro país más allá de lo anecdótico y mítico; y acercarnos a otros referentes de análisis con los que podamos apreciar de una manera más incluyente a uno de nuestros más grandes personajes.
¡Viva Tin Tan hoy y siempre!
[1] Palabras en el marco del homenaje póstumo en honor a Germán Valdés Tin Tan, a cien años de su natalicio organizado por la Cineteca Nacional, el 21 de septiembre de 2015.
[2] Jorge A. Rivero entrevista con Roberto Ponce en “Germán Valdés Tin Tan. Un centenario olvidado” en Proceso, núm. 2028, México, 13 de septiembre de 2015, pp. 68-71.