Jorge Alberto Rivero Mora
Cuando siento que el alma se me cae al piso y que no hay modo
de levantarla, viene la realidad y me dice: “Mírame, soy mucho más
grande que todo lo que tus ojos podrían abarcar a lo largo de tu vida entera”.
Eso me devuelve la esperanza, me da energía, es el universo en las cosas chiquitas.
Eduardo Galeano
En su emblemática canción Yo vengo a ofrecer mi corazón Fito Páez pregunta y reta con la interrogante “¿Quién dijo que todo está perdido?” una pregunta que me parece debe prevalecer y activarnos ante los horizontes sombríos que se asomaron tras la victoria presidencial del candidato republicano, el demagogo magnate Donald Trump cuyo discurso racista, intolerante y provocador triunfó de manera contundente a la exagerada pasividad y actitud pusilánime de la candidata demócrata, Hillary Clinton.
Varias lecciones podemos aprender de esta sorpresiva pero tampoco inesperada victoria de un candidato de las características de Trump: 1) En política, siempre se deben dejar abiertos todos los escenarios y no anticipar derrotas o victorias por más que las engañosas y torpes encuestas se empeñen en lo contrario; 2) Las campañas electorales exacerbaron la marcada polarización de un país como Estados Unidos y evidenciaron el creciente malestar de más de la mitad de los votantes sobre las políticas que afectan directamente su economía; 3) Las peligrosas democracias pueden llevar al poder a personajes tan cuestionados como Donald Trump porque lejos de prevalecer las ideas o proyectos de país se anteponen discursos que nacen de la intolerancia, de la discriminación, de la sinrazón, de la agresividad y de la ofensa con notable éxito en numerosos sectores; 5) En este contexto de incertidumbre mundial provocado por el triunfo de Trump y su peculiar construcción nacionalista y de modelo de país que pretende imponer, nos permite visualizar que el ascenso al poder de amenazas reales, no es un asunto fortuito, casual o espontáneo sino que la construcción de estas figuras e ideología, es consecuente con la historia de un país que se asume como líder del mundo a través de la exclusión y la violación de la libertades. Es decir, contrario a lo que pudiera parecer Donald Trump no es un loco que llega a la presidencia del país más poderoso por casualidad sino que es la cara visible de un amplio sector de estadounidenses que se sienten identificados con sus propuestas de campaña. Eso es lo grave del asunto.
Las razones por las cuales alcanzó la presidencia Donald Trump son múltiples y no deben alejarse de la lectura simplista que se difundió en las redes respecto a que el ciudadano común en Estados Unidos es ignorante y fácilmente manipulable… No. Los motivos son numerosos y se deben examinar atendiendo múltiples elementos que son dignos de un análisis más minucioso: formación académica de los votantes, género, migrantes votantes, la cultura política estadounidense, cuestiones raciales, medios de comunicación, candidatos, partidos, ofertas políticas, etcétera.
Pero hay un factor que poco se ha atendido y que Lorenzo Meyer rescata con su lucidez acostumbrada y que no se toma en cuenta, quizás por la abierta antipatía que se tiene de Donald Trump: el evidente liderazgo de este personaje en una amplio sector de la población estadounidense cansado de ver mermadas sus condiciones económicas:
Como individuo, Trump ha sido calificado de vulgar, brutal, demagogo, falso, oportunista, racista, prepotente o tramposo, pero también debe ser reconocido como el líder que finalmente supo entender muy bien, despertar y movilizar con éxito y desde la extrema derecha, las frustraciones sociales producidas por los excesos de un capitalismo neoliberal y global igualmente brutal.[1]
No ahondaré en ello, pero sí quiero señalar que, más que nunca, debemos estar alertas y preparados ante un panorama que se visualiza muy adverso pero que tampoco será inédito con el país del norte (que desde el siglo XIX a la fecha mantiene una política de hostigamiento y de intromisión en nuestros asuntos). ¿Trump resulta una amenaza para México y para el mundo? ¡Desde luego! Sobre todo porque tendrá mayorías en la Cámara de Representantes y en el Senado. Pero también lo fueron en su momento otros presidentes de Estados Unidos a finales del siglo XX como Ronald Reagan o George Bush por citar dos ejemplos y se les resistió en su momento. Lo mismo debe suceder con Trump.
Del martes 8 de noviembre a la fecha, han sido días muy pesimistas es cierto, pero creo que también han servido para asimilar la realidad y estabilizar los ánimos en una avalancha de supuestos catastrofistas que se difundieron muchas veces de modo irresponsable en los medios de comunicación nacionales e internacionales y que impactaron en las bolsas de valores del mundo. Considero que la resistencia se empieza a construir desde diferentes trincheras que van más allá de los divertidos memes que ilustran y banalizan con humor las hondas implicaciones de esta coyuntura histórica, no solamente de Estados Unidos sino del mundo entero, porque Trump no es un político cualquiera sino un magnate insensible y voraz que ha llegado a donde se ha propuesto arrasando a quien se ponga a su paso y que encarna al “sueño americano” al alcanzar sus metas con medios ilegales e ilegítimos, con discursos agresivos, misóginos, racistas y xenófobos, pero que a pesar de todo triunfó, aunque ese sueño americano se nos convierta en una auténtica pesadilla.
Con lo anterior no quiero contribuir en la difusión del miedo y la paranoia que muchas veces inmovilizan a la ciudadanía sino a la resistencia en sus múltiples expresiones desde lo más inmediato y tangible: el muro fronterizo, la deportación y segura violación de sus derechos humanos de nuestros connacionales, pero también desde lo simbólico e intangible y todo ello como bien señala lúcidamente Jorge Volpi:
No para resucitar un nacionalismo trasnochado, sino para unirnos en una defensa del humanismo democrático que nos coloca, querámoslo o no, en la primera línea de combate. Nos corresponde encabezar la resistencia. [2]
Cierro entonces con la respuesta a la pregunta de Fito Páez ¿Quién dijo que todo está perdido? y creo que, aunque suene utópico, ésta estriba en construir permanentemente la esperanza desde el espacio en el que nos movamos, en resistir y luchar ante lo que no funciona o ante amenazas latentes que flotan en el ambiente de un mundo cada vez más descompuesto. El peor error es caer en la inacción o en el desánimo y por ello debemos apelar a la Historia y recordar que en épocas pasadas también se superaron a personajes funestos y escenarios poco favorables.
[1] Cf. Lorenzo Meyer, “México, ‘Dañado colateral’” en Agenda Ciudadana, publicada en Diario Reforma, México, 10 de noviembre de 2016.
[2] Cf. Jorge Volpi, “La resistencia”, en Diario Reforma, México, 12 de noviembre de 2016.