Jorge Alberto Rivero Mora
Si las figuras de la carpa son lo suficientemente persuasivas pueden emigrar de allí al teatro
de revista, y viajar, como se dice entonces, del teatro a la pantalla. Resortes es un ejemplo…
Carlos Monsiváis
Con la indiferencia con la que suelen ser tratadas las figuras de la cultura popular mexicana, el año del centenario del natalicio de Adalberto Martínez “Resortes” (Resortín de la Resortera) pasó tristemente inadvertido en distintos espacios mediáticos.
Lo anterior, resulta lamentable ya que Adalberto Martínez Chávez (1916-2003), a lo largo de una extensa trayectoria artística, de siete décadas, supo encarnar jocosamente al artista popular que consolidó un muy espontáneo y arrabalero sentido del humor gestado con soltura en el lenguaje visual y gestual de su discurso, así como la explotación de sus muy notables aptitudes para el baile.
De cuna humilde, Adalberto Martínez nació el 25 de enero de 1916 en el popular barrio de Tepito de la Ciudad de México. En este contexto urbano, debido a las tribulaciones propias de un hogar con carencias, el adolescente Adalberto, a la edad de 15 años, comenzó su extensa carrera artística con su compañero de baile, Juan Flores, en el dueto Los Espontáneos, en diversas carpas, circos y en los florecientes salones de baile de la capital del país.
Para 1943, Adalberto Martínez se integró al elenco de uno de los espacios de mayor éxito de aquellos años el Teatro Follies Bergere y poco después recreó a esta identidad fronteriza en la Caravana artística internacional Pachuco’s Review, que viajó por diversas ciudades de México y América Latina.[1]
A su regreso, en 1946, Adalberto Martínez debutó en el medio cinematográfico con la película Voces de primavera del director Jaime Salvador y que contó con los roles protagónicos de Domingo Soler y Delia Magaña. De esta manera, gracias a su simpatía y carisma naturales y su notable dominio escénico, fortalecido en las carpas y en los salones de baile, Adalberto Martínez Resortes (apodo que le puso su hermano Carlos Martínez por su elástica manera de bailar) obtuvo gran fama como actor cómico y bailarín lo que pronto lo estableció como una estrella fulgurante en el firmamento del cine nacional mexicano, en las más de cien películas que filmó.
No es mi intención detenerme en demasía en la larga carrera artística de Adalberto Martínez Resortes (que como la de la mayoría de los artistas de su generación fue bastante irregular) pero me parece que en muchos sentidos y de manera injusta se le ha encasillado como un cómico escandaloso que gritaba “¡Ay mamachitaaaa!” a la menor provocación o simplemente como un llamativo y virtuoso bailarín, pero limitado actor.
Sin embargo, desde mi particular punto de vista, deseo refutar lo anterior y destacar el lado histriónico-dramático de Adalberto Martínez Resortes, en los filmes que realizó con Alejandro Galindo, quizás el director que mejor entendió sus facultades y por ello lo hizo protagonista de historias en el espacio ideal para el desarrollo de su talento: el barrio urbano de la ciudad de México ya fuera como chofer en Confidencias de un ruletero (1949), como un obrero involuntariamente politizado en Dicen que soy comunista (1951), o como el teporocho que se convierte en la conciencia moral de la cinta Los Fernández de Peralvillo (1954).
Dos décadas después y ya convertido en un actor maduro, Adalberto Martínez Resortes nos ofreció uno de sus mejores trabajos cinematográficos al interpretar al Patotas, ingenioso obrero de la construcción, en la gran película del director Jorge Fons, Los albañiles (1976), adaptación fílmica de la gran novela de Vicente Leñero. Fue tan loable su labor histriónica en dicha película, que Adalberto Martínez fue galardonado como mejor actor por la Asociación de Cronistas de Espectáculos (ACE) de Nueva York.
En fin… Podría extenderme en mi análisis de un singular personaje de la cultura popular como Resortes y examinarlo desde distintos horizontes, como el baile, la música o el espacio urbano, pero solamente quiero destacar que ahora que está a punto de culminar este complicado 2016 y a cien años del natalicio de Adalberto Martínez Resortes, me parece un asunto de elemental justicia recordar su amplia trayectoria y legado, ya que siempre se distinguió por ser un artista honesto, sencillo y coherente, respetuoso de su carrera y consecuente con su modo de vida y me parece que hoy en día, Resortes Resortín de la Resortera es un singular personaje que está a la espera de ser apreciado y revalorado por las nuevas generaciones.
Ojalá que así sea…
[1] En 1943, Germán Valdés Tin Tan irrumpió con notable éxito en la radio, el cine y el centro nocturno con el estereotipo pachuco que lo inmortalizó. Pero es importante señalar que dicho estereotipo fronterizo no fue únicamente caracterizado por Germán Valdés Tin Tan, ya que además de Resortes el cómico Roberto Panzón Soto se había caracterizado como tal en la obra El máximo pachuco, puesta teatral en la que se mofaba de Maximino Ávila Camacho (cacique poblano y hermano del entonces presidente Manuel Ávila Camacho).