Jorge Alberto Rivero Mora

 

En alguna parte, entre el azar y el misterio, se desliza la imaginación, la libertad total del hombre. La imaginación es nuestro primer privilegio, inexplicable como el azar que la provoca. Es la felicidad de lo inesperado…

Luis Buñuel

El pasado 22 de febrero se cumplió el 118 aniversario del natalicio del cineasta surrealista Luis Buñuel Portolés (1900-1983); hombre sin par quien además de legar una obra fílmica excepcional (destaca su película cumbre Los Olvidados, 1950) a su genialidad cinematográfica se le pueden sumar otras importantes virtudes: su congruencia ideológica, su sensatez, su extraordinario sentido del humor y su don para hacerse querer por personajes relevantes que lo apreciaron, admiraron y en ocasiones veneraron, más allá del horizonte fílmico en el que Buñuel se desenvolvió (Federico García Lorca, Rafael Alberti, en su momento Salvador Dalí, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, José Donoso, Gabriel García Márquez, Elena Poniatowska, Alberto Gironella, José de la Colina, Luis Alcoriza o Gustavo Alatriste).

Primogénito de siete hermanos de una familia solvente de inicios del Siglo XX, Luis Buñuel Portolés nació el 22 de febrero de 1900 en el municipio de Calanda, comarca del Bajo Aragón, provincia  de Teruel, España. De formación jesuita, la infancia y adolescencia de Buñuel transcurrieron en la ciudad de Zaragoza, pero a los 17 años se trasladó a la capital española, específicamente a la Residencia de Estudiantes de Madrid, para estudiar Ingeniería en Agronomía, carrera que abandonó, pero la Residencia fue un espacio definitivo y definitorio en la vida del futuro cineasta ya que conoció y entabló una compacta amistad con jóvenes inquietos y creativos como él: Federico García Lorca, Salvador Dalí, Rafael Alberti y Juan Ramón Jiménez.

En medio de un cúmulo de revelaciones de vida, entre 1920 y 1924 Buñuel estudió brevemente Entomología en el Museo de Historia Natural; fundó el primer Cineclub universitario español e hizo varias representaciones teatrales con sus compañeros de la Residencia en la Residencia de Estudiantes; en 1922 publicó sus primeros trabajos literarios (poemas cercanos a la corriente ultraísta) y en 1924 se matriculó en el área de Filosofía y letras, con la especialidad de Historia.

Esta confluencia de saberes y de deseos de trascendencia lo llevaron a instalarse en 1924 a la ciudad de París para gestar un vínculo que fue inamovible con la Cinematografía al trabajar como asistente del director Jean Epstein. Precisamente, en la capital francesa, Buñuel se impregnó de la vida bohemia ad hoc al ejercicio creativo de numerosos artistas de la época y Buñuel ahondó más en sus introyecciones surrealistas como se verá en su primera cinta Un perro andaluz (Un chien andalou, 1929) pero también con el paso de los años asume compromisos de vida con denuncias sociales desde la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios o con el documental Las Hurdes / Tierra sin pan (1933).

Con el inicio de la guerra civil española es trasladado a Francia por el Ministro de Asuntos Exteriores para coordinar misiones de propaganda y de apoyo a la causa republicana. Para 1938, llega a Estados Unidos y se instala en Hollywood como supervisor de películas que respaldan la causa de la República. Para 1941, Buñuel ingresa en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) lugar en el que permanece dos años tras la publicación de un libro sobre Dalí en el que el destacado pintor lo tacha de comunista.

Con trabajos irregulares y proyectos frustrados Buñuel llega a México en 1947 para filmar Gran Casino (protagonizada por Jorge Negrete y Libertad Lamarque), que será un rotundo fracaso comercial, y durante dos años permanece desempleado hasta que en 1949 gracias a la generosidad de Fernando Soler quien le cede el rol, Buñuel dirige la película El gran calavera, con un notorio éxito. Un año después filma Los olvidados, su obra maestra que padeció de severas críticas por el medio cinematográfico y cultural mexicanos, hasta que Buñuel ganó el premio a mejor dirección del Festival de Cine de Cannes, en 1951, y ya con este reconocimiento internacional, como suele suceder en México, se revaloró a Buñuel y a su polémico filme que obtuvo once Arieles. Con el paso de los años Los Olvidados se convirtió en una de las películas más loables de toda la historia de la cinematografía mundial y desde esta condición, en el año de 2003, la UNESCO la declaró como Memoria del Mundo.

A partir de entonces, el cine de Buñuel (que constó de 32 filmes) transitó en dos etapas notables en el espacio mexicano y francés, y ya fuera en uno u otro continente, que podemos identificar como Luis Buñuel, en su larga trayectoria de casi medio siglo como cineasta, edificó un auténtico “cine de autor” al exponer de manera rotunda su particular narrativa y contenidos fílmicos, la mayoría de las veces polémicos, irreverentes y provocadores pero en todos los casos, poseedores de un hondo valor artístico, desde su opera prima Un perro andaluz (Un chien andalou, 1929) hasta la última película que dirigió Ese oscuro objeto del deseo (Cet obscur objet du désir, 1977).

Aquí lo interesante, es que la propuesta cinematográfica de Buñuel consistió, en abrir nuevas temáticas alejadas de los discursos predominantes en el cine mexicano e incluso internacional desde su particular narrativa surrealista. Y es que en el cine de Buñuel se funden distintos tipos de lenguajes y confluyen diversos discursos y esto es importante de destacar ya que es importante puntualizar que no es suficiente valorar a la cinematografía como parte de un discurso social integrado por el tipo de historia o ficción temática que produce, sino también por los referentes de la realidad a los que alude.

Esta es una tarea que se debe hacer con cuidado ya que se puede caer fácilmente en la premisa que a través del cine o por medio de las películas, de manera directa “habla” o “se pronuncia” la sociedad de una época determinada. Y esto no es así, mucho menos con un director tan innovador y provocador como Luis Buñuel, quien asume el cine como una forma lúdica, imaginativa y artística de expresar sus ideas particulares sobre la condición humana: el deseo, la libertad, la sexualidad, la hipocresía, las instituciones fallidas, etcétera

Por lo anterior, volver a la magna obra cinematográfica de Luis Buñuel nos permite no solamente rastrear numerosas facetas y códigos valorativos de las sociedades de los países en los que le tocó vivir, filmar y cuestionar, o examinar numerosos elementos de análisis cinematográficos en sus diversos filmes, sino también recuperar y reconocer a uno de los artistas más brillantes de la pasada centuria y que hoy en día su discurso cinematográfico permanece vigente.