Jorge Alberto Rivero Mora

Comprobé que podía aguantar la tortura, el aislamiento, el hambre, la sed, y me di cuenta que nadie, absolutamente nadie ni nada puede apresar el espíritu del hombre.

Heberto Castillo

 

El pasado 5 de abril se cumplieron 21 años de la muerte del Ing. Heberto Castillo Martínez (1928-1997) y como suele suceder en este México descompuesto y tan falto de memoria, la indiferencia de su legado ético y moral en los espacios político, intelectual, académico y científico, es algo sintomático y de llamar la atención, sobre todo en el contexto actual de nuestro país tan necesitado de figuras con autoridad moral.

Heberto Castillo nació el 23 de agosto de 1928 en Ixhuatlán de Madero, Veracruz, espacio donde realizó sus estudios de educación básica. En su adolescencia se traslada a la Ciudad de México para realizar sus estudios de bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria Número 1 (ubicada en San Ildefonso). De 1947 a 1953 se formó en la carrera ingeniero civil en la Escuela Nacional de Ingeniería de la UNAM y desde entonces se convirtió en un excelente exponente en su área que lo volvió toda una celebridad en los medios académico y científico de la UNAM y del IPN, por ejemplo inventó el sistema de construcción de la tridilosa de gran relevancia en el terreno de la construcción a nivel internacional que incluso lo hizo merecedor de un Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Perú en 1964.

Durante su intensa y muy productiva vida, el multifacético Heberto Castillo -ingeniero civil, académico, intelectual, activista social, dirigente opositor, escritor, articulista del diario Excélsior (en la época de esplendor del periódico dirigido por Julio Scherer), fundador de fuerzas políticas de izquierda- fue un hombre ejemplar y muy comprometido con el conocimiento y con sus loables ideales; un luchador social admirable que en términos del teórico alemán Max Weber encarnó de manera ideal al Político y al Científico.

Hasta el día de su muerte Heberto Castillo fue un hombre comprometido con las causas de izquierda, ya fuera con el respaldo a los combativos movimientos sociales del magisterio y de los ferrocarrileros en 1958; a través de la cercanía con el Gral. Lázaro Cárdenas, en la Conferencia Latinoamericana por la Emancipación Económica, la Soberanía Nacional y la Paz que promovió la creación del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) en 1961; como un respetado y destacado líder en el movimiento estudiantil de 1968; como un valiente preso político por esta circunstancia al igual que el gran José Revueltas; como fundador, en 1974, del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) junto a Demetrio Vallejo y Luis Villoro; como articulista del legendario Excélsior de Julio Scherer y como fundador y colaborador de la revista Proceso en 1976.

Más adelante, en los años ochenta, fue gestor de la fusión de los partidos de izquierda al instituir el Partido Mexicano Socialista (PMS), instancia política en la que fue candidato presidencial en 1988 y en un ejemplo de generosidad, pocas veces visto en la arena política especialmente con la izquierda mexicana, aceptó declinar su candidatura en favor del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas candidato del Frente Democrático Nacional (FDN), en aquella fraudulenta elección del 6 de julio de aquél año, con caída del sistema incluida.

En 1989, Heberto Castillo fue fundador y militante hasta su muerte, del Partido de la Revolución Democrática (PRD) cuando dicho partido todavía era una opción respetable del ejercicio de la política y no la cloaca en que se convirtió años después. En los años noventa fue senador de la República y miembro destacado de la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA) del poder legislativo para destrabar (sin éxito) el conflicto zapatista, hasta que la inoportuna muerte lo alcanzó el 5 de abril de 1997.

Sirva entonces este recorrido breve por la vida de un gran hombre para reflexionar como en el actual contexto político y a unos cuantos meses de la elección presidencial de 2018, las campañas electorales nos muestran la pobreza de proyectos de nación y la abundancia de descalificaciones de los candidatos punteros; y evidencian cómo los aspirantes “independientes” realizan actos fraudulentos para acceder a una competencia electoral por otro lado ofensivamente onerosa. Por lo anterior, en este ambiente descompuesto, resultaría sano e incluso imprescindible, volver la mirada a figuras ejemplares como el Ing. Heberto Castillo (especialmente para Andrés Manuel López Obrador quien lo conoció de cerca y trabajó con él) ya que, en su larga, intensa y valiente lucha por las causas más justas y por la gestación de un México menos desigual, Heberto Castillo nos mostró qué, en términos del filósofo alemán Reinhart Koselleck, la construcción de un horizonte de expectativas más halagüeño para nuestro país se debe sustentar en el espacio de experiencias gestado por personajes de enorme valía y ejemplaridad, como el Ing. Heberto Castillo Martínez.