Jorge Alberto Rivero Mora
La historia es también una lucha contra el olvido, forma extrema de la muerte
Luis Villoro
El pasado 1° de enero se conmemoró el veinticinco aniversario del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en contra del gobierno priísta de Carlos Salinas de Gortari, precisamente en el mismo momento en que entraba en vigor el controvertido Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el 1 de enero de 1994.
Durante doce días, la brutal respuesta militar del gobierno salinista y la satanización mediática de las televisoras y de la prensa oficial en contra del movimiento mayoritariamente indígena, fueron sucesos dolorosamente cotidianos, pero estas anómalas expresiones del poder fueron derrotadas de manera contundente por la legitimidad de la causa zapatista; por la extraordinaria capacidad comunicativa de su principal vocero, el Subcomandante Insurgente Marcos (el filósofo Rafael Sebastián Guillén Vicente) y por la acendrada autoridad moral que tenía un movimiento que luchaba por resolver una asignatura histórica ancestral: mejorar las condiciones de vida de las comunidades indígenas.
El EZLN, que resistió con valentía la feroz embestida militar del gobierno salinista, y que había iniciado como una sui generis guerrilla que gestaba “la primera revolución posmoderna” (Carlos Fuentes dixit), mutó a un relevante movimiento social que muchas veces fue desbordado por el liderazgo y carisma de su principal vocero. Así, de manera expedita el EZLN atrajo la atención de la prensa mundial, así como la solidaridad de importantes intelectuales de talla internacional (Eduardo Galeano, José Saramago, Alain Touraine, Regis Debray o Yvon Le Bot) al convertirse en un movimiento pionero de las batallas altermundistas.
Sin embargo, más allá de los virajes, ciclos de auge y declive, así como los errores inevitables de un movimiento social de larga trayectoria, hoy en día somos testigos de una irracional campaña de odio en contra del movimiento zapatista y de modo personalizado en contra del Subcomandante Galeano (el otrora Subcomandante Marcos) fraguada desde la ignorancia y/o de la mala fe de algunos seguidores radicales del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) que no reconocen en el EZLN a un protagonista nodal de la historia reciente de nuestro país, cuyas banderas de lucha son plenamente vigentes, incluida su oposición a los megaproyectos del gobierno obradorista como el Tren Maya.
Es interesante reflexionar que esta campaña de odio hacia el EZLN y lo que representa, nace en medio de una polarización alarmante entre obradoristas y antiobradoristas, cuyo antagonismo se exacerba con las expresiones de “Amlofobia” generadas por grupos de personas que atacan de manera irresponsable y peligrosa toda acción, palabra o intención del presidente de la República. Basta recordar el tuit desafortunado de Ricardo Alemán en mayo de 2018 en el que incitó a la violencia en contra del entonces candidato Presidencial.
Pero este condenable ambiente de violencia verbal permanece y se extiende a otro tipo de expresiones, por citar un ejemplo, en días pasados fue muy evidente la difusión mal intencionada en redes sociales del Hashtag difamatorio #AMLOAsesino tras la confirmación de la muerte de la gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso y del senador panista, Rafael Moreno Valle, tras el desplome de la aeronave en que viajaban, el pasado 24 de diciembre.
Y es que hoy en día la animadversión a la figura presidencial se traslada a cualquier tema y los ataques en su contra se viralizan de inmediato en las redes sociales: accidentes aéreos de políticos cuestionables; sus consultas populares; su declaración patrimonial; la creación de la Guardia Nacional; sus conferencias de prensa matutinas; sus frases coloquiales; etcétera. Pero también es justo decir que esta atmósfera de agresiones se convierte en un escenario de ida y vuelta, ya que también los simpatizantes radicales o fanáticos de AMLO utilizan el mismo tono agresivo y violento de sus adversarios para arremeter en contra de aquellas personas o grupos, como el EZLN, que cuestionan las decisiones del Presidente.
Derivado del ambiente descompuesto actual, el primer cuarto de siglo de la aparición pública del EZLN se expresó en una campaña de odio y rencor en contra del movimiento zapatista y su principal líder. En este tema me sorprende el tono descalificatorio de los «moneros» de La Jornada hacia el zapatismo, por el sólo hecho de cuestionar al gobierno actual. Por ejemplo, el normalmente lúcido y centrado Rafael Barajas El Fisgón, ha encasillado a los zapatistas como “uno de los grandes derrotados» tras el triunfo presidencial de AMLO y también es de llamar la atención la reprobación y trato despectivo hacia del líder de las autodefensas michoacanas, José Manuel Mireles, hacia el EZLN
Me parece que minimizar el legado e importancia histórica del EZLN y del Subcomandante Marcos y circunscribirlos de manera dolosa como “agentes” de Carlos Salinas, es olvidar la lucha de 25 años de un movimiento que soportó como nadie toda la violencia del Estado y la militarización de sus regiones (sobre todo en los sexenios de Salinas y Zedillo) y si bien es justo reconocer que el movimiento social ha cometido errores, me parece que se debe subrayar su persistencia para denunciar y combatir los efectos nocivos del neoliberalismo.
La memoria, la inquilina incómoda de todas las sociedades que niegan su pasado, no se deja vencer por el olvido y exhibe a los sectores que hoy niegan los aportes del EZLN como un protagonista notable en sus 25 años de existencia pública al denunciar, en cientos de comunicados el olvido permanente que padecen las etnias de este país (sin importar que el gobierno federal sea del PRI, PAN o Morena) y para demostrar que en la edificación de proyectos de gran envergadura, se favorecen los intereses de los grandes capitales mientras que a los pueblos originarios se les excluye.
En este panorama de campañas de odio en contra de AMLO o del EZLN (a todas luces campañas racistas y clasistas), lamentablemente algunos seguidores extremos del Presidentes construyen estrategias igual de violentas, dirigidas a toda aquella persona que se atreva a cuestionar al Ejecutivo, sin entender que el propio AMLO ha sido muy respetuoso con el EZLN y ha reconocido su legítimo derecho de disentir y expresar su inconformidad a sus proyectos. Sin embargo, varios de los seguidores de AMLO prefieren la confrontación y les resulta más fácil olvidar la lucha zapatista que derivó en centenares de muertos, desaparecidos, encarcelados, desplazados, acuerdos rotos por el Gobierno y tragedias como Acteal en 1997, etcétera.
Actualmente que estamos en los albores de un gobierno que se asume de izquierda, ojalá que los seguidores radicales de AMLO entiendan que la misma irracionalidad que condenan, la reproducen con los ataques sin sustento al EZLN. Por ello es importante subrayar que la ausencia de crítica (pero también de autocrítica) de los dos referentes opositores más importantes de los últimos 25 años (obradorismo y neozapatismo), así como la creciente agresividad que prevalece en las redes sociales, nos lleva a una violencia verbal que puede derivar a la física; es decir, a una polarización absurda y peligrosa que se gesta desde el descrédito de los legados de dos dirigentes carismáticos hoy en día distantes, pero que en algún momento caminaron juntos (como evidencia las fotografías que se viralizaron de AMLO con el Subcomandante Marcos tomadas en 1994 y 1996).
En el caso específico de la campaña de odio al EZLN, las personas que la promueven debería acercarse a la página oficial del EZLN para consultar, o al menos leer los títulos, de los centenares de comunicados de 1994 a la fecha para comprobar su perseverancia en contra del modelo económico neoliberal y de los gobiernos serviles a éste. Incluso a aquellos que descalifican sin bases al EZLN podrían asomarse a los textos de dos intelectuales muy serios, brillantes, comprometidos, sensibles, con una gran autoridad moral y que sí entendieron el legado y acompañaron la causa zapatista: Luis Villoro y Pablo González Casanova.
Siempre resulta más fácil y más cobarde violentar desde las agresiones y los ataques viscerales que leer críticamente los textos zapatistas. Pero más allá de estos obstáculos es importante aclarar que además de la copiosa producción escrita del EZLN, existen otras formas de demostrar su vigencia y perseverancia como un actor crítico del poder: a) En las particulares maneras de organización y producción de sus comunidades y de sus bases; y 2) En términos reales y simbólicos: en la construcción y en la defensa de la Dignidad día con día, que es algo que pocos valoran pero que tiene una importancia mayúscula.
Asumirse como un sector crítico al gobierno federal de AMLO, no convierte al EZLN en un enemigo del país, por el contrario, su postura es una práctica sana para la vida pública y eso lo tiene muy claro el Presidente. Por lo tanto, resulta urgente que se gesten mecanismos de diálogo entre todas las fuerzas de este país (incluido el EZLN) para edificar puentes entre el gobierno y los distintos grupos de la sociedad civil mexicana (compleja, conflictiva y contradictoria) puedan encarar y resolver, de manera conjunta, los graves rezagos históricos de este país, especialmente los del México profundo (que denunciara el célebre antropólogo Guillermo Bonfil Batalla) que ha dolido, duele y seguirá doliendo, si no se atienden las demandas básicas de los sectores más desfavorecidos en nuestro país.
* Fotografía de la portada: Fabián Ontiveros (1996).