Hace no muchos años, la elección de teléfono celular se reducía al diseño. Algunas personas preferían aparatos que se abrieran y cerraran, otros, de una sola pieza, pantalla arriba y botones abajo. Luego empezamos a buscar funciones específicas, como una cámara -que tomaba fotos deplorables- pero que nos daba cierto status.
¿Qué buscamos hoy? No imp
orta nuestro conocimiento tecnológico, si sabemos la diferencia entre Android, Blackberry, IOS o Windows 8. Esperamos que nuestro teléfono tenga por lo menos cámara y WiFi, lo demás se reduce a gustos personales.
La tecnología se ha convertido en una cuestión de apariencia física sobre funcionalidad. Ya no importa si tiene buena señal, si usaremos todas las aplicaciones o cuánto nos costará. Lo importante es el color, el tamaño de la pantalla, que nos permita revisar nuestras redes sociales y comunicarnos lo más rápido que podamos con nuestros amigos o familia. Olvidamos ser consumidores responsables y nos conformamos en ocasiones con cosas que no funcionan de manera adecuada, pero que nos llaman la atención. Además, con los nuevos formatos de planes tarifarios cambiamos nuestros aparatos, no porque lo necesitemos, sino porque podemos, aunque el anterior no hubiera dado todo de sí.
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