La Luna estaba loca, desconectada,
las estrellas parpadeaban
y el cielo pintaba entre azul y gris…
Cuentan que cuando la Luna está así,
todo el mundo se atreve…
a decir, a hacer, a volar, a vencer.
¿Y a quién más puedo culpar?,
Si me ha ayudado la Luna
a experimentar una mágica demencia…
Subo como la marea del mar,
siento y presiento,
juego y me arriesgo,
y aunque deseo saberlo todo,
me divierte desconocerlo.
A veces tan fuera de su curso
y a la vez tan cerca de mí,
que puedo cobijarme en su excentricidad,
en su mirar luminoso
del que nadie ha de esconderse,
ni siquiera el ser más obscuro.
Un plenilunio más contemplo;
un recuerdo, un quizás, un perdón…
Pero yo prefiero pensar
en este momento y nada más
en el encanto de esa luz plateada,
que me fascina y a la vez me da calma.
En esas noches en las que se me ve
sigilosa como una sombra,
cautelosa como un gato,
enigmática, callada…
Sería simple no prestarme atención
y mirar a la luna,
¿Quién se atrevería a juzgarle a ella
por no brillar siempre de la misma manera?
M.A.Z.