En un mundo de modernidad, como en el que vivimos actualmente, que está siempre en constante movimiento, lleno de cambios e innovaciones tecnológicas que enajenan nuestra rutina, plagado de gente tan diversa y tan homogénea a la vez, inundado de modas y grupos sociales que definen el rumbo de la cultura y que determinan nuestra forma de vida; existen momentos en que el simple hecho de vivir ya nos resulta abrumador.

Es entonces cuando buscamos un escape a esta cultura del estrés, generamos un  espacio para nosotros mismos, para no compartirlo con nadie, nos convertimos en arquitectos de una plataforma de fuga ante una realidad que nos rebasa y asfixia, construimos un momento para hacer esa actividad que tanto nos gusta y relaja, eso que nos provoca una sensación de éxtasis eufórico  y que nadie sabe que nos gusta… No, no mal piensen mis queridos amigos, me refiero a hacer las cosas que de vez en cuando resultan necesarias para combatir la tensión de la vida diaria –como cantar una canción- aquéllas que solemos hacer para disfrutar de nuestra soledad autoimpuesta –como una tarde de lectura- ésas que atesoramos como sólo nuestras, ésas a las que llamamos “placeres culpables”.

No me digan que no, cada uno de nosotros tenemos uno de éstos, en alguna determinada circunstancia, nos aventuramos a realizar una actividad que con el tiempo llega a convertirse en una afición que nos da “pena” compartir con el mundo, ya sea porque va en contra de los estándares de nuestros allegados o porque pensamos que nos verían como bichos raros. Lo cierto es que aunque nos cueste trabajo admitirlo todos tenemos ciertas manías terapéuticas que usamos cuando nuestro rendimiento o estado de ánimo cae en picada.

Y si piensan que ustedes no lo hacen o que sería ridículo aceptarlo, por eso estamos en Mainstream, para darnos cuenta de que incluso nuestras costumbres más raras son practicadas por muchas personas que también piensan que son las únicas en hacerlas. Acompáñenme en este viaje de descubrimiento y autoexploración, nos atreveremos a enunciar los placeres ocultos que no se atreven a confesar y haremos crítica de los distintos tipos de censura que son impuestos (o autoimpuestos) para evitar a toda costa la liberación plena del individuo. Atrévanse a conocerse a sí mismos y a disfrutar de los gustos más simples y sencillos que nos brindan un estado de calma y serenidad porque en una vida de ajetreo, rutina y cansancio, el hecho de regalarnos a nosotros mismos tiempo de calidad, ya no es solamente por elección, se ha convertido en una necesidad.