Quienes moralizan suelen ser los derrotados

Carlos Monsiváis

 

Hoy en día que en nuestro país se construyen mediáticamente a “enemigos de la sociedad”, simplemente por defender sus derechos laborales como el movimiento magisterial, o se edifican costosas y falaces campañas para legitimar iniciativas privatizadoras de recursos estratégicos del país, somos testigos de cómo se polarizan posturas sin advertir matices y, de manera tendenciosa, se legitima la criminalización de la protesta social de aquellos sectores que se atreven a alzar la voz.

Así, podemos apreciar cómo desde los aparatos ideológicos del Estado, en términos de Louis Althusser, históricamente se edifican adversarios que se exhiben como auténticos “peligros”, no solamente para los sectores conservadores y poderosos (medios de comunicación, Iglesia, empresarios), sino desafortunadamente para otros grupos de la sociedad que lejos de solidarizarse con luchas justas en un país caracterizado por lo opuesto, expresan su malestar hacia una mediocre selección de futbol que es usada mediáticamente, como un distractor de los problemas más urgentes.     

imagesEsto no es nuevo, y no solamente ocurre en países con enormes fragilidades institucionales como México, sino también en países de primer mundo, como Estados Unidos, acostumbrados a la polarización, a la intolerancia de ideas y a la discriminación de las minorías que, paradójicamente, se vuelven mayorías. Precisamente este país, en que las amenazas que se construyen desde el Estado se impregnan en sectores afines a éste, tuvo un periodo vergonzoso durante el Macarthismo (1947-1954).

            El Macarthismo, deviene del apellido del senador Joseph McCarthy, quien encabezó un irracional movimiento persecutorio e intimidatorio del gobierno estadounidense hacia personajes “comunistas” de los ámbitos político y militar, pero que también repercutió en figuras del arte, quienes padecieron desempleo, escarnios, censura, exilio y aprehensiones. Así, personajes como Charles Chaplin, Arthur Miller, Bertolt Brecht, Orson Welles, Humphey Bogart o Lauren Bacall, vivieron en carne propia la sinrazón gubernamental, pero hubo otros como Elia Kazan, Walt Disney, Gary Cooper o el entonces actor Ronald Reagan, que prefirieron delatar a sus colegas para satisfacer a un régimen intolerante y paranoico.

En este panorama, considero importante recordar la loable película Good night, and good luck (“Buenas noches y buena suerte”, 2005) dirigida, escrita y coestelarizada por George Clooney, una película incómoda para un país que históricamente ha pugnado por ocultar su pasado y en cuya trama nos remite al valiente enfrentamiento del periodista Edward Murrow (1908-1966) con el senador McCarthy en los momentos de mayor apogeo de la persecución anticomunista.

Si bien el tema del Macarthismo ya ha sido abordado en el cine, desde otros ángulos y con distintos tonos ―The front (La tapadera, 1976) del director Martin Ritt y Julia (1977) dirigida por Frank Zinnemann― el filme Good Night and Good Luck encara al Macarthismo y adentra al espectador al naciente mundo televisivo de Estados Unidos, de los años cincuenta. En este sentido, Clooney se apoya en una cuidadosa selección de testimonios originales de McCarthy que evidencian el uso torcido de la ley en prejuicio de una sociedad hostigada, todo bajo el doble discurso del respeto a las libertades en un país que coarta a las mismas.

Buenas noches, buena suerte.
La denuncia política como discurso fílmico

Considero que el filme, a partir de la cruzada de un periodista congruente en contra de un gobierno que no lo es, subraya lo que sigue vigente respecto a la fabricación dolosa de culpables que afectan los intereses económicos, políticos o ideológicos de EUA (hoy Siria). Es decir, no son hechos aislados; simplemente cambian los contextos y los actores, pero la lógica de mentira, de manipulación mediática y de intolerancia permanece intacta: el miedo colectivo como forma de control.

En resumen, las particulares formas de aprehensión de la realidad por los guionistas, directores y actores, así como la ideología que se expone de manera abierta o velada a más de medio siglo de sucedidos los acontecimientos, nos muestran que las expresiones artísticas como la película Good night, and good luck, nos permiten albergar esperanzas de que no toda la sociedad en su conjunto se deja dominar por el miedo y la intimidación que desde el Estado y desde los medios se construye.