Objeto y deseo siempre han estado presentes en el arte. Sobre todo en la época surrealista  en donde se unifican  para evocar los deseos sexuales reprimidos en el inconciente. El sexo como un objeto y el objeto como provocador del mismo deseo. HANS BELLMER, se obsesionó  con esto y construyó su propio objeto para criticar severamente la condición humana. En su obra, está a simple vista la necesidad de liberar el cuerpo, pero como todo buen surrealista, no pudo evitar que sus imágenes expresaran aquellos deseos ocultos en lo más profundo de su mente.

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HANS BELLMER nace en 1902 en Katowice, una pequeña ciudad situada al sudeste de Polonia. Estudia ingeniería eléctrica por influjo directo de su padre, pero en los años veintes, decide dejar sus estudios y viajar a Berlín para dedicarse al arte. Comienza a incursionar en la pintura, el dibujo y la escultura desarrollando su creatividad principalmente en el mundo de la  publicidad. A principios de la década siguiente el Partido Nacionalista Obrero llega al poder en Alemania y BELLMER se promete a sí mismo no colaborar para nada con las ideologías Nazis. Es en 1933, cuando construye con papel y pegamento un objeto de un metro y cuarenta centímetros al que dota de articulaciones y formas femeninas, para dar vida a su serie fotográfica más conocida: le poupée (la muñeca). En dicha serie, juega con el objeto integrándolo en paisajes e interiores, arrinconándolo, tirándolo en  el suelo, olvidándolo o  abandonándolo en paisajes lejanos, haciendo clara referencia a la percepción del cuerpo femenino como un simple objeto. Le poupée parece ser un cuerpo desagradable, que se nos presenta en ocasiones  mutilado o con cuatro piernas, en este sentido desafía los cánones de  belleza y las ideas Nazistas de una raza superior. Tal vez sea este el aspecto que más incomodó al régimen en aquella época y que llevó a la persecución del artista hasta recluirlo en el campo  de Les Milles en Francia en donde se encontraba también el surrealista Max Ernst y toda clase de creador que no compartiera las ideas de la estética Nazi.

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Pero las imágenes de BELLMER no sólo transgredieron en el contexto de la Alemania Nazi, hasta hoy su trabajo sigue siendo un arte que inquieta, que lleva  a pensar sobre nuestra propia condición. LA MUÑECA no tiene vida, ni siquiera un sexo definido, es simplemente el fetiche que el artista construyó a lo largo de su carrera, el objeto con el que se sirvió para provocar al espectador y obligarlo a despertar del largo letargo en el que se encontraba desde entonces el arte. Remite a la infancia pues es un juego que el autor creó y explotó durante más de tres décadas y que incluso llevó al extremo. En 1953 conoce a la poetisa y pintora UNICA ZURN con quien mantiene una relación amorosa pero al mismo tiempo artística. Es ella quien por primera vez sirve de modelo a BELLMER. En este punto el autor toma el cuerpo para convertirlo en objeto reinventándolo, modificándolo y sacándolo de su esencia real hasta llevarlo de nuevo al fetichismo desparpajado de los surrealistas. Utiliza alambres y cuerdas alrededor que marcan la carne de UNICA ZURN. Parece que hay una obsesión por convertir el cuerpo real en aquel fetiche que durante años fotografió, pintó y esculpió.

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Sin duda las fotografías, pinturas y esculturas de HANS BELLMER representan una de las obras más características dentro del movimiento surrealista, en ellas encontramos todos los elementos que obsesionaron a quienes se expresaron por medio de esta corriente. El  fetichismo y la mutilación del cuerpo que en otros artistas como BUÑUEL fue muy recurrente, pertenece en primera instancia a la gran importancia del trabajo de BELLMER que durante su exilio en Francia, alabaron los artistas como BRETON y todo el círculo SURREALISTA. HANS BELLMER trabajó hasta su muerte en los años setentas con el objeto erótico y el deseo, utilizó el cuerpo alterado y modificado para crear una constante contradicción entre lo deseable y lo indeseable, sus imágenes pueden hablar de lo sexual como deseo pero también tienen un grado de desprecio, y es que a final de cuentas, el cuerpo es eso que nos muestra sin vida, una cosa abandonada después de ser ultrajada. Sin embargo el subconsciente del autor juega un papel importante, alguna vez BELLMER declaró la confusión que le provocaba el sentir deseo hacia su prima URSULA, deseo que tuvo que reprimir refugiándose en la práctica artística. Es importante destacar que antes que de un fotógrafo, estamos hablando de un pintor y escultor, tal vez la necesidad de crear una relación más real con ese objeto del deseo reprimido es lo que lo lleva a experimentar con la fotografía, en este sentido considero que realmente la cumbre de su obsesión se encuentra en los desnudos de UNICA ZURN, quien por cierto, sufría de esquizofrenia. Cuenta la leyenda que UNICA se vio severamente afectada por la fotografía que BEELMER le tomó para la portada de la revista Surréalisme, en donde ella aparecía encadenada. Dicha experiencia llevó a que la poetisa sufriera una crisis que la mantuvo recluida en hospitales psiquiátricos. Tiempo después UNICA se quitaría la vida en 1970 en una típica actitud que define el AMOR FOU de los surrealistas. Cinco años después BELLMER muere en el mismo departamento en el que había visto suicidarse a su amada, jamás pudo olvidar aquella tarde en la que sumido en la oscuridad UNICA abrió las persianas y se tiró del balcón frente a sus ojos.

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La obra de este transgresor artista sirve de inspiración para las generaciones posteriores a él. Podemos encontrar su influencia en trabajos fotográficos como los de CINDY SHERMAN quien utilizó muñecas para contorsionarlas en movimientos sexuales o los primeros trabajos del fotógrafo JEROME ABRAMOVITCH quien a base de manipulación digital modifica cuerpos y los disecciona. Las imágenes que a lo largo de su vida creó, pueden parecer degeneradas para algunos o liberadoras para otros, lo cierto es que BELLMER deja muy en claro que siempre, un artista realiza una misma obra durante toda su vida.

 

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