Una terraza solitaria con rastros de lluvia,

melancólica humedad

y el vaho que se emana al suspirar

delatando la fría soledad.

 

Esperando cruzar el puente y encontrarte ahí

que sin saberlo esperas por mí,

como el extraño de mis sueños,

como el dueño de mis noches sin dormir.

 

En absoluto silencio

mi alma se esconde diciendo: hasta pronto…

La ceniza que deja el tiempo requiere un soplido

para desvanecerse sin dejar rastro.

 

Cada segundo al pasar debe desaparecer

y no ser un peso más sobre los hombros.

Los recuerdos cautivos y congelados en la mente

ya no resuenan en sollozos.

 

La inconstancia trepidante del mañana resuelve a prisa

y deja caer el hoy con la esperanza de un instante diferente

que entre los dedos se cuela

y hace uno con el aire, como el humo.

 

Un aroma volátil despeja las dudas y permanece

dejando huellas al cerrar los ojos

guiando hacia un camino interminable,

hacia un túnel obscuro.

 

Una suave luz delata tu presencia,

la presencia de quién no existe,

la presencia de quién sin quererlo se queda

algunas veces para bien, otras para mal.

 

Va surgiendo el sonido,

las risas se van volviendo carcajadas que se burlan

y condenan al presente a extrañar,

a anhelar, a seguir buscando donde ya nada ha quedado.

 

Caminar entre sombras que no permiten ver,

que nublan la vista,

que te toman los tobillos y te hacen erizar la piel,

provocando ese miedo inexplicable en volver a creer.

 

El miedo te deja la sensación

de seguridad en forma macabra y te engaña,

te deja sujetarte y te suelta cuando le da la gana

y regresas a él, cobardemente; sin intentar nada.

RC

M.A.Z.