“Estoy seguro de que si algún mérito tengo, es saber servirme de mis ojos, que conducen a las cámaras en la tarea de aprisionar no sólo los colores, las luces y las sombras, sino el movimiento que es la vida.”
Gabriel Figueroa
¿Cómo describir la obra de este maravilloso artista sin restarle mérito a su labor fotográfica? Difícil tarea el expresar con palabras, lo que este hombre logró con imágenes. Las palabras siempre se quedarán cortas, aunque quizá falten cosas por decir. En una anterior entrega de este blog, nuestro amigo Jorge Alberto nos habló sobre la importancia de la imagen como constructora de sentidos y significados y su gran valor como testimonio histórico e historiográfico; la presencia de Figueroa me resulta útil para seguir esta línea de reflexión.
El famoso fotógrafo, Gabriel Figueroa, quien transitó casi todo el siglo XX (1907-1997) y cuya obra ha sido recuperada y revalorada a partir del 2007 en una magna exposición presentada en el Palacio de Bellas Artes, vuelve hoy a ser elogiado y homenajeado con un extraordinario documental realizado por el mexicano Emilio Maillé; donde como un sentido homenaje, cuarenta directores de fotografía hablan sobre el significado e influencia de Figueroa en sus obras. Sin duda, este mexicano fue un genio de la luz, un poeta del paisaje y un cinematógrafo que, como señala el fotógrafo Gregory Nava, “supo capturar el alma de México”.
Miradas Múltiples o La máquina loca es el título del film que hace un recorrido por el cine mexicano donde Figueroa participó activamente con más de 200 películas, en especial, durante la llamada “Época de Oro”. El documental de Maillé formó parte de la selección en competencia del Festival de Cine de Morelia en 2012 y recientemente tuvimos la oportunidad de verlo en cartelera comercial, aunque su duración fue muy corta, apenas unas semanas en exhibición y pocos tuvimos el privilegio de admirarlo, ello no deja de llamar la atención si comparamos el éxito trepidante de otro tipo de producciones mexicanas que permanecen tanto tiempo en cartelera y que mejor no voy a mencionar. Aunque eso parece ser un lugar común, según refiere la historiadora Julia Tuñón, Los Olvidados sólo se exhibió tres días y la crítica la recibió con un enorme rechazo; luego de su éxito en el Festival de Cannes, consiguió que la restrenaran por dos semanas más. Ahora, es considerada como una de las mejores cintas del Cine Mexicano.
Resulta increíble que sean cinematógrafos extranjeros los que rindan tan sincero y entusiasta homenaje al mexicano, tales como el afamado Christopher Doyle, fotógrafo de directores como Won Kar Wai (Happy Together, 2046) y Gus Van Sant (Paranoid Park), Shoji Ueda, fotógrafo de Akira Kurosawa quien en el film expresa que Figueroa era uno de esos artífices de la cinematografía en blanco y negro, donde el espectador lograba saber el color de los elementos. Checo Varesse, fotógrafo peruano (Por la Libre), Walter Carvalho, brasileño (Carandiru, Estación central), Giuseppe Rotunno, italiano que participó como fotógrafo en el Amarcord de Fellini, All that Jazz de Bob Fosse y Las aventuras del barón Munchausen, de Terry Gilliam), Javier Aguirresarobe (Los Otros), Darius Khondi (Medianoche en París), Janusz Kaminski (La lista de Schlinder), Anthony Dod Mantle, fotógrafo de Danny Boyle y Lars von Trier, entre otros.
Son cuarenta fotógrafos los que hablan de Figueroa y extraña no ver en la pantalla a Emmanuel Lubeszki, (Sólo con tu pareja, La Princesita, Y tu mamá también) quien sin duda, también tuvo su influencia y al que se ha llegado en considerar como uno de sus herederos más directos.
Gabriel Figueroa no usaba demasiados recursos, ni grúas, ni lentes ultrasónicos, simplemente su cámara y sus ojos con los que inmortalizó a grandes ídolos de la pantalla como María Félix, Dolores del Río, Pedro Armendáriz y el mismo Emilio Fernández, otorgando gran fuerza narrativa y riqueza plástica a los filmes. Con su fina lente exhibía, de manera magistral, el desenvolvimiento y la expresión de los actores en escena, una mirada, un llanto, una carcajada o un paisaje eran explotados con sus contrastes cromáticos que exaltaban la poderosa fuerza estética del blanco y negro.
Sus estudios en la Academia de San Carlos realizados en su tierna juventud, así como sus estudios musicales ya revelaban la sensibilidad artística que desarrollaría después, pero sería su contacto con el fotógrafo Eduardo Guerrero quien lo haría decidir su profesión y para ello viajó a los Estados Unidos donde conoció a Gregg Toland —fotógrafo de Ciudadano Kane— a quien considerará su maestro.
La situación política no le permitió desarrollarse en Hollywood —el temor al comunismo y la paranoia norteamericana cortó su carrera en ese país, para nuestra fortuna— aunque sí realizó películas con John Huston y John Ford, en México se dio a conocer con el film Allá en el rancho grande y a partir de ello, realizará una ardua labor, al lado de cineastas de la talla de Luis Buñuel, Roberto Gavaldón y Emilio el Indio Fernández.
Figueroa es el gran poeta de nuestros paisajes, el reflector de los cielos, el que captura con igual maestría el mundo rural como urbano. El contacto con los grandes del muralismo lo influenció notablemente, al grado que lo llegaron a considerar sus obras como murales en movimiento. Su sensibilidad para combinar el claroscuro, aunado con su virtuosismo estético, imprimen de plasticidad todos los filmes en los que participó y nos permite asomarnos hacia un México que ya no es y que ya no volverá a ser.
Es una lástima que el documental de Maillé durara tan poco tiempo en cartelera, pues vale la pena recuperar, aunque sólo sea en fragmentos, las secuencias, en gran formato, que nos regaló este director. El cine con sus imágenes, es reconstructor de sentidos, y asomarnos por la ventana y la lente de este genial fotógrafo nos remite a los mundos soñados donde se quiso retratar a nuestro país y, en muchos sentidos, se retrató. Su trascendencia tendrá una enorme influencia en el cómo nos miran, desde afuera, a todos los mexicanos, así como en la construcción de un estereotipo que nos define en el exterior.Figueroa capturó un tiempo y un espacio que permanecen sutilmente inmóviles, aguardando la reinterpretación y la nueva luz de las jóvenes generaciones. Los filmes de Gabriel Figueroa trascienden su tiempo y nos reflejan un mundo de ensoñación y gala artística que vale mucho la pena admirar. Ojalá repongan el documental de Maillé en cartelera, para aquellos despistados que se lo perdieron. Desde aquí lanzo un suspiro hasta el cielo, esperando que así sea.