Tomando café muy tranquilamente estacionado afuera de la base, me avisa Raquelita que solicitaron un servicio, la señora  González…

-¡¿Ahhh Otra vez yo, Raquel?! Pero si apenas la semana pasada la llevé yo, y el Juan dijo que él le hacía el viaje a la siguiente…

-Ya, no sea flojo  Toño y llévela. – Me contestó bien mandona como siempre.-  Nada  le cuesta ir, y además, Juan está haciendo otro servicio hasta el Estado y no regresa orita, así que no esté de pretextudo y vaya.

-¿Pos qué otra verdad? Siempre mandan al menso de Toño con la señora esa…- dije refunfuñando y aventando el vaso de café al cesto.

Prendí  el carro y me fui a paso de tortuga para la casa de la doñita. Y es que ¡ay compa! Viera usté como es de fastidiosa la señora. Es bien parlanchina, no le para el pico y todo el tiempo pa’ tratar de meterle a uno sus productos esos “milagro” que vende, de veras que de todo trae esa mujer. Que cosméticos, perfumes y  zapatos, hasta las pomadas para bajar de peso, aclarar la piel y zafarse las malas vibras… ¡Ay que caramba! Y es que es tan terca con lo mismo, dale y dale, hasta parece piñata… Y espérese que aparte, también es de esas todas estiradas que si no se le contesta como ellas quieren luego,  luego arrugan la nariz y ponen su cara así de enojadas y encima lo tratan a uno de mal modo, no’mbre si te digo que es todo un caso…

Pero bueno pues resulta que de todos los compañeros, nadie le tiene paciencia, sólo yo. Pero de veras que a veces me dan ganas de aventarla por la ventana, pero siempre me detengo, no porque en verdad no quiera, sino porque no vaya a regresar como espíritu chocarrero a jalarme las patas en la noche, no, no, toco madera nomás de pensarlo. ¿Se imagina compa? Si es molesta de viva será peor de difuntita.

Pero bueno, el chiste es que iba yo haciéndome menso para no llegar, pero por fin llegué. Llamé tres veces al timbre y nadie respondía, y cuando pensé que me había librado de aquella mujer, que abre el zaguán, y se asomó  muy despacio mirando a ambos lados como para que nadie la viera y que pega la carrera hasta el taxi, dando un saltote para subirse.

Yo pensé “¿Ah Chirrión porqué tanta prisa?” me rasqué la cabeza y me subí al carro.

-¿Pa’ dónde va  ora, jefa?- le pregunté

-Ehem… pues… ah sí, sígase derecho y le voy diciendo- Contestó muy seria y nerviosa. Se me hizo rete raro que no hablara en todo el camino pero de veras que mis oídos lo agradecieron mucho.

Total mano, que llegamos a donde quería la doña y que me pide que me quedara esperándola en lo que salía de un edificio muy elegante de esos “minimistas”  o como se diga caramba, y pues yo me quedé. Se tardó como tres horas, que se me hizo eterno, ya no hallaba acomodo en el carro, ni parado ni nada, además me crujían las tripas de hambre, te dije que sólo me había tomado mi café ¿que no? Bueno, le sigo. El chiste es que después de las quinientas  salió toda despeinada y acomodándose la blusa. Digo, y te imaginarás la risita babosa que me dio al verla, o sea, lo que se piensa uno ¿no? Total, que se sube al carro y me dice “ahora regrésese de donde nos venimos” y se puso unos lentes oscuros y se acomodó una bufanda. Y que de la nada me dice, como para darme cuentas:

-¡Ay! Es que verá usted… ¿Cómo me dijo que se llamaba?-

-Antonio, Doña.-

-Si, si, bueno, verá usted Toñito, es que yo trabajo en el gobierno y ahora por la Navidad que nos mandan a repartir los pavos y las despensas a los beneficiarios del programa.  ¿Usted cree, qué se piensan? Nada más explotándola a uno como siempre.-

Lo curioso es que cuando yo la recogí  no llevaba ningún paquete grande para que fuera o un pavo o una despensa… pero bueno yo le dije que sí a todo, como para que se tranquilizara, y ¿me creerás que sí se calmó? Enseguidita, que suena su celular, era uno de esos caros de los «aifon», no porque sea yo fijado ¿no? Sino porque justo cuando espejiaba por el retrovisor vi, nomás de casualidad. Y que oigo que contestaba bien apurada. “No mi amor”… “Sí mi vida”… “Te dije que nada más iba a salir un rato”… “Que ya voy”…

Y que cuelga bien enojada pero se veía nerviosilla y que me dice: -¿Sabe qué?, mejor váyase por éste otro camino, dé vuelta en la siguiente…- Y que vuelve a sonar su celular.

“Si cariño” y se reía… “Ay sí ya me habló, te dije que se iba a dar cuenta” … “Si, bueno, yo también a ti ” y se reía … “Si, si me gustó” y se reía… “Te aviso en cuanto pueda”…

Y colgó pero esta vez muy sonriente y colorada, colorada. Yo nomás me reía por dentro ¿no? Ps pa’ que no se notara o algo.

Y que vuelve a sonar su teléfono. Y otra vez le cambió la cara: “A ver, Manuel ya te expliqué que era por trabajo, no por gusto. Me encargaron que supervisara la entrega de las despensas y ni modo que dijera que no”… “no pe…” …”si me dejas expli…”… “es que así no se puede hablar contigo”… “pues pedí un taxi porque el carro está en el taller”… “¿qué quieres que te pase al señor?”…”¿Ahorita…este… pues para casa de mi amiga Carito?”… “Ay no, para que te molestas ya llego a la casa después de eso”… “No, Manuel, mi vida… De veras que no es…”…

-¡Ah cabrón éste! Ay perdón Toñito pero es que mi marido es un ¡necio! – dijo gritándole al celular.

-No se fije señora, mi viejita también es re terca a veces, a todos nos pasa.- dije riéndome y pensando en mi Consuelo cuando me da mis cocolazos, ya la conoces.

La señora se quedó pensando y mirando por la ventanilla y me dice: -¿Sabe? Él tiene la culpa, pero la mala siempre yo… regrese en la siguiente y en el semáforo de vuelta a la izquierda, vamos a ver a Carito…- dijo en tono burlón.

Ay mano, yo de veras que ya me quería ir a mi casa, que necesidad tenía yo de reventarme la historia de la doñita, pero bueno pues ahí fuimos a la casa de su amiga “Carito”, vete a saber si sí era o no  casa de su amiga pero ahí fuimos. No, no, y pérate que cuando llegamos ¡ya la estaba esperando el marido! No’mbre tenía una cara que  parecía matón de esos de la tele. “Ya me cayó la Gestapo” dijo en voz alta y voltea rapidísimo porque ya se acercaba el hombre.

-Aquí le dejo lo del taxímetro y algo extra pa’ su chesco, pero dígale a mi marido que estuvimos repartiendo pavos y despensas toda la tarde ¿si? Ándele nada le cuesta y le prometo que lo recomiendo con mis amigas que siempre necesitan viajes…  –

Y que se sale del carro a hablar con su marido, que esto, que lo otro, que si las despensas, que si estaba harta de sus celos…

Y yo muerto de risa compa, digo no por el pobre cornudo porque pensaba que si mi Consuelito fuera así de cusca el pobre diablo sería yo, sino por que quién fuera a ver a la señora González siempre tan alzada y creída y mírela nomás, ahí de ligerilla dándole vuelo a la hilacha a escondidas del marido… de veras que hasta en las mejores familias ¿no?

Y bueno, total que el marido se acercó a mi ventanilla a preguntarme a ver si su señora le decía la verdad. En qué aprietos me vine a meter nomás por las ganas de esta mujer ¿verdad? Pero pues bueno, ¿usté dirá que qué hice no? Pus ¿qué le puedo decir? Uno es buen samaritano y estaba en un momento de crisis, literalmente entre la espada y la pared o mas bien, entre mi clienta y su marido.

 Así que no más le diré que hice lo que todo buen samaritano hubiera hecho… ayudé a mi prójimo  y pus como Diosito es muy justo me dio una recompensa de unos centavitos más, como dijo la doña gruñona, pus pa’ mi chesco.