La semana anterior iniciamos esta charla acerca de la percepción que hay y que todos tenemos acerca de los estándares de lectura que hay en el país, sabemos que son nefastos pero, ¿Qué tan malos pueden ser? En la entrega de hoy hablaremos de algunos números, opiniones y estadísticas que reflejan nuestro triste contexto cultural. De igual manera es importante que señalemos, para no herir susceptibilidades, que nuestras aseveraciones son basadas en las generalizaciones arrojadas por las encuestas.
Sabemos que en años recientes, tanto instituciones gubernamentales como asociaciones no gubernamentales se han dado a la tarea de recopilar información acerca de las tendencias y los hábitos de la lectura en el país, ya que en años previos no se conocía gran cosa acerca de la práctica lectora: “Casi no existen investigaciones sobre públicos, consumo y recepción de bienes culturales en un país como México” decía el investigador y antropólogo Néstor García Canclini en su libro “El consumo cultural en México”. [1]
Entonces, ¿Cómo saber cuál es la verdadera situación actual de la lectura en el país? Si nos remitimos a los datos duros nos encontramos con algunas estadísticas arrojadas por la Encuesta Nacional de prácticas de y consumo cultural (2004), la Encuesta nacional de lectura (2006), Encuesta nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales (2010), así como estudios realizados por la UNESCO y la OCDE (2001).
Éstos dos últimos, en su estudio “Hábitos de lectura” se otorga a México el sitial 107 en una lista de 108 países estudiados y resulta que el promedio de libros per cápita anuales era de 2.8, es decir una cosa de nada, en comparación con otros de los países estudiados, donde se llegaba a un promedio de 47 ejemplares anuales. [2]
Por otro lado, se muestran las tendencias al tipo de lecturas que se desarrollan a nivel nacional, o al menos, una noción de esto. Resulta ser que dentro del selecto grupo de lectores existentes en el territorio nacional lo que más se lee son libros de superación personal o títulos de obras que inundan las librerías y tapizan las calles con publicidad y estrategias de marketing muy bien organizadas.
Según la Encuesta nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales 2010 de CONACULTA, de los 32,000 encuestados, el 11% lee novelas, el 12% no sabe que es lo que lee o qué es lo que más lee, el 58% lee de algún tema que sea de su interés, el 1% dijo que no le gusta leer y el 10% se abstuvo de responder. [3]
Este tipo de respuestas ambiguas no muestran otra cosa más que la idea de que dentro de la comunidad ”lectora” del país, al interrogársele que tipo de lectura realiza, la parálisis mental es inmediata y no se sabe responder con claridad y eficiencia el tipo de textos que se suelen frecuentar.
Pero si ustedes creen que esto de alguna sombría y retorcida forma es hilarante, esperen, la situación se agrava cuando en algún punto de las encuestas se llega a la pregunta: ¿Quién es el autor mexicano más conocido? o ¿Cuál es el libro más conocido? Las respuestas son vacilantes y terminan en autores como Pablo Neruda (chileno) y Gabriel García Márquez (colombiano). Aunque sí le atinan con Octavio Paz, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Juan Rulfo y Carlos Fuentes… En cuanto a los libros las respuestas van desde La Biblia [que todos, incluso los mandatarios han leído aunque sea por partes…], Cien años de Soledad y Don Quijote como clásicos reconocidos por todos nosotros, hasta Harry Potter , El código Da Vinci, y Juventud en éxtasis. [4]
Este tipo de manifestaciones ponen al descubierto que no existe una realidad tangible del libro (objeto) y de la lectura (práctica) entre la sociedad mexicana. Nadie lee. No se tiene la conciencia de la lectura como actividad recreativa o por placer. Y la gente que lee o que afirma hacerlo, no establece las relaciones análogas entre obras, personajes y autores. Ya ni siquiera hablemos de conocer las nacionalidades de cada autor.
Es evidente que algo no marcha bien dentro de la sociedad mexicana en lo referente a la educación en general, y todas esas deficiencias las podemos atribuir a las estrategias del gobierno para mantener al pueblo adormilado en una especie de hibernación intelectual, pero ¿será cien por cien verdad esa aseveración?
En las presentes entregas, se pretende mirar desde una –aparente- nueva perspectiva, la innegable problemática de la deficiente lectura en nuestro país, pues muchas críticas se han elaborado ya hacia el gobierno -al sistema educativo que depende de él-, pero pocos se han aventurado a escribir acerca de la terrible y dolorosa verdad de que al mexicano no le gusta leer y que, por tanto el que fomenta la mecánica del mal funcionamiento en el desarrollo de esta práctica no es más que el mismo individuo que relega siempre a segundo (tercero y cuarto…) plano la actividad de la lectura.
Está claro que la esfera política tiene responsabilidad indiscutible en este fenómeno, pero que caiga en ella la absoluta culpa, no es del todo cierto y mucho menos, objetivo. Aunque duela reconocerlo, tenemos que estar conscientes de que al mexicano no le gusta leer, ya lo decía Guillermo Sheridan hace algún tiempo “no sólo no le gusta leer, no le gustan los libros ni siquiera en calidad de cosa, ni para no leerlos ni para nada, vamos, ni para prótesis de la cama que se rompió una pata.” [5]
Bajo este esquema, y haciéndonos responsables de que somos parte de la falla se crea una nueva ecuación donde al deficiente sistema educativo, le sumamos la apatía característica del mexicano por las actividades intelectuales, dándonos como resultado la conceptualización de una conducta no lectora. Sin embargo, aún con conocimiento de causa, seguimos preguntándonos por qué no hemos sido capaces de modificar esta aberrante conducta y qué es lo que genera su conservación y perpetuidad.
Presumo que aunque se promulguen “cruzadas” en favor de la lectura y se den incentivos, ofertas y descuentos en librerías, así como programas sociales de amor al libro, simplemente la población va a seguir con la terquedad de que leer es aburrido y saca ronchas. Y ustedes lectores, ¿Qué opinan?…
[1] Néstor García Canclini (coord..) El consumo cultural en México, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Grijalbo, 1993, p.15.
[2] Salazar Embarcadero Juan José, Leer o no leer [Libros,lectores y lectura en México]
México, C.E.L.T.A. Amaquemecan 2011. p.75
[3] México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Encuesta nacional de prácticas y consumo culturales,Conaculta, 2010 p. 104
[4] Encuesta realizada por el periódico “El universal” en 2009. Salazar Embarcadero. Op Cit p 78.
[5] Sheridan, Guillermo, ”La lectura en México”, Letras Libres, México año IX , núm. 100 , Abril, 2007