Jorge Alberto Rivero Mora
Salvador Nava persistió en sus llamadas al civismo. No hay en su campaña demasiadas
ideas en juego ni un proyecto detallado, tan sólo la lucidez que el ejemplo concede.
Carlos Monsiváis
Para Conchita Calvillo viuda de Nava
Como muchas situaciones de la vida, el azar me hizo conocer la extraordinaria lucha del gran líder opositor potosino, Dr. Salvador Nava Martínez. En este derrotero, desde vivencias personales, y desde mis formaciones académica y profesionales, que me llevaron a elaborar mis tesis de licenciatura y de maestría en torno a este gran dirigente opositor y al movimiento social al que heredó su apellido[1], me adentré a la trayectoria y legado de un dirigente que, como señala la querida y loable Carmen Aristegui, “nos hace mucha falta”.
Considero que la memoria es un asunto inaplazable cuando históricamente ha reinado la descomposición política en un país como el nuestro, con graves asignaturas pendientes y con problemas ancestrales sin resolver. Por lo tanto me resulta indignante el ominoso olvido y silencio en torno a la conmemoración del centenario del natalicio del Dr. Salvador Nava el pasado lunes 7 de abril, y que esta fecha haya pasado desapercibida, a excepción de algunos destacados políticos, académicos, intelectuales y periodistas.[2]
Pedir por ejemplo que los gobiernos priístas, federal (Enrique Peña Nieto); estatal de San Luis Potosí (Fernando Toranzo); o municipal de la capital de dicha entidad (Mario García), reconozcan la trayectoria de Dr. Nava resulta inverosímil porque estos políticos se encuentran muy lejanos a la figura del galeno potosino y mucho más próximos a sus antecesores priístas (Gonzalo N. Santos, Carlos Jonguitud Barrios, Fausto Zapata o Carlos Salinas) a los que Salvador Nava confrontó con éxito y valentía, no con elaborados discursos, sino con la autoridad moral de una lucha histórica basada en la congruencia y en la honestidad.
En lo personal, desde que me aboqué a analizar académicamente la loable cruzada democratizadora del Dr. Nava, este excepcional personaje del siglo XX, se me presentó como una auténtica revelación de lo que debe ser el político ideal ―honesto, sensato, plural, respetuoso y transparente― y también como un ser humano excepcional en sus facetas profesionales, familiar, académica y social.
Por ello, la aspiración de mis dos investigaciones y de este breve escrito es acercar a las nuevas generaciones a la tenaz y valiente lucha de siete lustros (1958-1992) de Salvador Nava, por procurar un horizonte más justo y menos adverso en el que le tocó vivir, y con ello subrayar cómo este líder opositor, desde el ejercicio de valores axiológicos que siempre personificó, pudo derrotar y evidenciar en toda su putrefacción, a un régimen como el priísta, con sus deleznables representantes y sus aberrantes formas de hacer política.
Salvador Nava, nació el 7 de abril de 1914, en el seno de una familia conservadora de clase media de la capital potosina –el mismo año que otros mexicanos distinguidos como José Revueltas, Octavio Paz y Efraín Huerta– y fue un destacado médico oftalmólogo y académico de la UASLP, que emergió a la escena pública en 1958, al ganar la alcaldía de la capital potosina de manera independiente, y encabezar a un grupo de profesionistas que tomaron como un agravio las formas grotescas de dominar San Luis Potosí del corrupto y cínico cacique priísta, Gonzalo N. Santos.
Tres años después, el Dr. Nava, priísta por convicción, rompió definitivamente con dicho partido y con el presidente Adofo López Mateos, cuando su legítima aspiración por acceder a la gubernatura potosina fue cortada de tajo por la intolerancia y violencia sistemáticas del régimen: fraude electoral, hostigamiento, cárcel y tortura.[3] Obligado por las adversas circunstancias, durante dos décadas Nava se replegó a sus actividades profesionales, hasta que, en 1982, sus seguidores lo alentaron a participar y ganar, por segunda vez, la alcaldía de la capital potosina y, de esta manera, enfrentar los abusos del entonces gobernador y cacique sindical, Carlos Jonguitud Barrios.
En los ochenta Nava se confirmó como la única figura opositora con arrastre en la región y esto fue aprovechado para que en 1991, con el telón de fondo del contexto salinista, Nava contendiera nuevamente por la gubernatura potosina a través de una inédita alianza opositora (PAN, PRD y PDM). Cabe recordar que Salinas de Gortari, estaba completamente cubierto de la mancha indeleble del fraude electoral de los comicios presidenciales de 1988 y, para legitimarse, en las elecciones intermedias de 1991, puso todo el aparato gubernamental para recobrar el control del Congreso y de las entidades en disputa: Guanajuato y San Luis Potosí
En aquella oportunidad, el longevo líder opositor Salvador Nava realizó una inteligente y austera campaña a diferencia de su contrincante priísta. Fausto Zapata Loredo, quien hizo una campaña “tradicional” basada en el despilfarro de recursos para obtener votos (excesiva propaganda, acarreos, apoyos gubernamentales, etcétera) y junto a otros representantes del régimen (como Carlos Salinas o Luis Donaldo Colosio) y la tendenciosa prensa local, atacaron a Nava al tildarlo de “viejo”, “anacrónico”, “majadero” y “violento”.
Las campañas fueron competidas y tras unos muy irregulares polémicos comicios, se anunció el triunfo electoral del priísta Fausto Zapata Loredo y la derrota de Nava. Sin embargo, la respuesta navista fue la resistencia civil pacífica y el clímax de las protestas opositoras fue la dramática y difundida Marcha por la dignidad y la democracia de San Luis Potosí a la ciudad de México que encabezó el anciano y enfermo líder potosino.
Con su emotiva Marcha, la figura simbólica de Nava orilló a Salinas a destituir de su cargo a Fausto Zapata y con esta decisión el salinismo tuvo su primera gran derrota al no lograr una concertacesión estilo Guanajuato, debido a que el Dr. Nava nunca negoció la voluntad de sus simpatizantes. Por lo tanto, con aquella inolvidable caminata, Nava obligó a Salinas a la realización de elecciones extraordinarias y demostró la enorme fuerza que conllevan los verdaderos esfuerzos ciudadanos, como el Movimiento Ciudadano por la Democracia (MCD) que fundó en compañía del también memorable obispo Samuel Ruíz García).
Sin embargo, consumido por el cáncer, el Dr. Nava Martínez murió el 18 de mayo de 1992, y el enorme vacío de su partida fue cubierto por la figura que contendió por la gubernatura: su respetable e inseparable viuda, Doña Concepción Calvillo de Nava, quien tuvo como principal triunfo evitar el nocivo experimento reeleccionista de Carlos Salinas en suelo potosino, quien designó como candidato priísta a Gonzalo Martínez Corbalá, (entonces gobernador interino tras la renuncia de Zapata). Con ello, Salinas fracasó en su muy censurable intento de abrir una puerta que le diera paso a su propia reelección.
Ante este nuevo fracaso, Salinas enfocó sus esfuerzos en aniquilar el navismo quien se había debilitado en demasía tras la muerte de su patriarca cívico. Por ello Salinas, con dolo, eligió como candidato priísta a Horacio Sánchez Unzueta, un político local con poco arraigo pero que tenía una peculiaridad: era yerno del Doctor Nava y, por ende, de Doña Conchita Calvillo. Así, las elecciones extraordinarias de 1993, se convirtió en una contienda partidista pero también en la confrontación de “la suegra contra el yerno”, lo cual ocasionó graves fricciones al interior de la familia Nava, quién, en mi opinión, equívocamente fundó un partido local denominado Nava Partido Político (NPP) que minó al otrora fuerte y consolidado movimiento navista.
La derrota al navismo fue contundente y el yerno obtuvo la gubernatura. Y desde entonces, de 1993 a la fecha, el movimiento navista entró en un triste proceso de disolución al no encontrar nuevas formas de llenar el irreparable liderazgo del Dr. Nava, ni estrategias innovadoras para reactivarse como movimiento social. Hoy en día, el olvido parece ganar a la memoria y no obstante que en 1991, las últimas grandes batallas de Nava lo posicionaron como una figura con alcance nacional, lo cierto es que en San Luis Potosí y en el resto de la república se vive un lastimoso olvido y desconocimiento de las gestas cívicas de Salvador Nava Martínez y sus miles de simpatizantes.
Luis Villoro, nos decía que la historia es también una lucha contra el olvido, forma extrema de la muerte, y creo que recordar al Dr. Nava y su ejemplar lucha cívica es reencontrar la ruta para resistir civil y pacíficamente, las decisiones incongruentes y unilaterales de una clase política en el poder, entreguista, ambiciosa y amoral. Aparentemente, podría decirse que el navismo y su líder han sido derrotados, al olvidarse la lucha y el centenario del natalicio de Nava, pero creo que la aparente derrota nunca lo será, porque a veces, en política, existen derrotas que son auténticos triunfos porque dejan el precedente, dejan la utopía de un porvenir más halagüeño que nuestro presente. Es interesante subrayar que los movimientos navista y neozapatista encontraron un extraordinario paralelismo en la defensa de la dignidad y no es casualidad que Doña Conchita Calvillo viuda de Nava fuese integrante de la CONAI, para encontrar una solución justa a un problema ancestral.
La victoria navista se sitúa en estas rutas de anteponer los valores éticos al pragmatismo pedestre, y ello sirvió para que el Dr. Nava infringiera una amplia derrota de corte moral al sistema autoritario represivo y corrupto del PRI y sus representantes (Gonzalo N. Santos, Adolfo López Mateos, Carlos Jonguitud Barrios, Fausto Zapata Loredo o Carlos Salinas), ya que nunca pudieron aproximarse a la representación de valores encarnados en la conducta del doctor Nava, quién nos mostró que en su larga lucha (más allá de los inevitables errores) que la auténtica democracia, solamente se puede lograr desde prácticas honestas, respetuosas, incluyentes y nacionalistas, formas honrosas del ejercicio del poder y atributos que nuestros políticos carecen.
En el siguiente link se puede valorar, de manera sucinta, el recorrido de las grandes batallas del Doctor Salvador Nava en contra de un sistema autoritario y represivo.
[1] Revísense Jorge Alberto Rivero, La búsqueda de una certeza. Análisis historiográfico sobre el discurso de Salvador Nava (1958-1992), Tesis de Maestría en Historiografía de México, UAM-A, 2004 (Mención académica) y del mismo autor El Movimiento Navista: La perseverancia de una lucha inconclusa. Tesis de licenciatura, México, UAM-A, 1999 (Diploma a la investigación). Véase también Jorge A. Rivero, » De la vanguardia al anacronismo. La representación de la modernidad en Salvador Nava y sus adversarios políticos (1958-1992)», en Representaciones políticas. Cuatro análisis historiográficos, México, UAM-Conacyt, 2004.
[2] El sábado 5 de abril de 2014, en el patio central de la UASLP, con la presencia física o epistolar de importantes figuras, se realizó un reconocimiento al Dr. Salvador Nava por parte de relevantes políticos (Andrés Manuel López Obrador, Cuauhtémoc Cárdenas, Jesús González Schmall); académicos (Carlos Martínez Assad, Robert Bezdek), intelectuales (Elena Poniatowska y Enrique Krauze) y periodistas (Carmen Aristegui, Hermann Bellinghausen, Carlos Mendoza, el «monero» Antonio Helguera y Alejandro Caballero).
[3] En un operativo muy parecido al que se ejecutó el dos de octubre de 1968, en Tlatelolco, en la Plaza de Armas de la capital potosina y posterior a la ceremonia del “Grito”, las luces de la ciudad fueron apagadas en la medianoche y varios francotiradores colocados en los edificios aledaños dispararon a la multitud navista indefensa. “Oficialmente” murieron cinco personas pero las cifras reales se desconocen. A Nava se le culpó de la matanza gubernamental y estuvo encarcelado en Lecumberri en la misma celda que otros presos políticos célebres: David Alfaro Siqueiros, Valentín Campa y Demetrio Vallejo. En 1963 intentó fundar un partido regional pero fue encarcelado y torturado. Cf. Rivero, La búsqueda, Op. Cit, pp. 70-76.