Agradezco a  mis amigos y compañeros João Pedro Campos y Letícia Alves da Cunha, quienes desarrollaron el análisis brasileño y la traducción entre el portugués y el español, desde Río de Janeiro  y São Paulo, respectivamente. Analizaremos, pues,  dos realidades en dos formaciones sociales no tan distintas, Brasil y México  y sus reacciones en cada uno de sus contextos sociales ante un mismo suceso: el mundial de futbol, Brasil 2014.

FIFA como transnacional

Es bien sabido que la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), organiza cada cuatro años el campeonato mundial de futbol, comúnmente intitulados: mundiales. Éstos han  ido evolucionando con el paso de los años, desde el primero de los mundiales organizado por la FIFA en 1930  (teniendo pausas en 1942 y 1946 por causas de la devastadora Segunda Guerra Mundial). El primero de los mundiales organizado en dos países distintos simultáneamente, Corea-Japón 2002, el  mundial llevado a cabo en África por primera vez en la historia, Sudáfrica 2010, hasta llegar al que hoy está a punto de comenzar en Brasil.

Hoy el futbol es un espectáculo lleno de colores, marcas, patrocinios, etc., etc. Elementos que dejan aisladas las circunstancias de los dos agentes sociales que hacen del futbol, ser profesional y ser un espectáculo deportivo: los jugadores y los espectadores. Además, debemos considerar que pocas cosas están exentas de la política de Estado de cualquier país, aunque los discursos oficiales dicten lo contrario. Así, el futbol profesional ha sido absorbido por dos rubros altamente pretenciosos, por un lado la política de contención social (distracción) que no es exclusiva de México o de Brasil, y por otro lado, las burguesías transnacionales y locales han absorbido todo lo deportivo y lo han transformado en un circo mediático.

La FIFA ha evolucionado su papel de simple organizador –¿ o quizá nunca lo fue?- y se posiciona como un consorcio transnacional, imponiendo reglas, privilegios y castigos a los países que albergan las copas del mundo si se cumple o no lo mandado desde sus altas esferas organizativas.“A la FIFA lo que menos le interesa es el espectáculo, le interesan estadios nuevos, pero no el futbolista” demostrando así que el aspecto económico es hondamente privilegiado.

Otro de los “vicios” que la FIFA y las grandes marcas patrocinadoras presentan sobre el futbol profesional en el planeta, es su poca o nula equidad de género, no nos referimos a la igualdad en derechos como futbolistas, arbitrxs, comentaristas, directivas, etc., esa batalla continúa perdida hasta nuestros días, sino a que todo ese aparato monstruoso, mediático, global, es enfocado únicamente al torneo varonil. Los torneos mundiales femeniles tienen poca difusión, puesto que tienen “poca demanda” y  se cree que las ganancias son  mínimas o nulas.

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Una contradicción más de la FIFA, es que aseguran que ellos “separan la política del deporte”, seguramente nada tuvo que influir la caída del muro de Berlín en 1989 y la extinción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) para que en 1994, el mundial fuese celebrado en Estados Unidos, ¿verdad? Una “coincidencia” que pareció el regalo al “gran triunfador” de la Guerra Fría, ya que ninguna de las dos naciones pudo ser protagonista futbolísticamente, sí pudo, una de ellas, mostrar su organización y solvencia económica al menos organizando un mundial. Sin embargo, si se trata de la petición de sancionar a Israel por los múltiples obstáculos para con la selección de futbol de Palestina, ahí sí la política y el fútbol –según Joseph Blatter- son esferas con campo de acción distinto.

Las relaciones sociales (especialmente las laborales) que la FIFA ha extrapolado del mercado en torno a los mundiales, van desde el proceso maquilador el cual produce los “artículos oficiales”,  (teniendo la marca Adidas el monopolio de la producción de la principal herramienta del juego: el balón)  hasta las formas laborales, rosando la esclavitud como en Qatar, donde los caminos para obtener su triunfo ante Australia, Corea del Sur, Estados Unidos y Japón  y así albergar el mundial del año 2022,son acusados de estar plagados de corrupción -ninguna novedad-, sin embargo, han dejado en segundo término las «condiciones en las que los migrantes trabajan para dotar de infraestructura futbolística al país». Todo ello ha propiciado que la FIFA pierda a pasos agigantados su credibilidad como simple organizador  de la justa deportiva.

«¿A qué le tiras cuando juegas, mexicano?»

 

El espectáculo deportivo, sustancia principal de la competencia, ha pasado a segundo término, las relaciones laborales que advertimos, han dejado en medio de una vorágine de acontecimientos a los jugadores, pasando por encima del carácter humano de éstos, que han hecho con su vida, “el deporte más famoso del planeta”. La explotación laboral dentro del futbol profesional, ha provocado que el mismo jugador se desentienda  y abandone toda posibilidad de conciencia de clase, ya que gana más dinero por sus contratos por patrocinios que como jugador. Cambian totalmente su idiosincrasia, los niños crecen soñando ser futbolista profesional para tener todo ese poder adquisitivo de las grandes estrellas de los clubes más poderosos en el orbe, y no –con sus excepciones- para ser el mejor exponente del planeta en el rubro.

Además, debemos agregar que sus derechos laborales se encuentran sumamente desprotegidos, no vemos a un Jorge Vergara, un Carlos Slim, un Emilio Azcárraga o a un Ricardo Salinas -por nombrar algunos- impulsando y tolerando un sindicato de futbolistas que vele por la integridad física y las condiciones de los jugadores como trabajadores, ello sería un insulto y un escándalo al mismo tiempo.

Recordemos los casos del exfutbolista Carlos Albert quien fundó la Asociación Sindical de Futbolistas Profesionales de la República Mexicana en 1971, que llevó, incluso, hasta a una huelga de futbolistas, sin embargo, la política, los negocios y el deporte no se mezclan, ¿cierto?. El resultado fue la disolución de este ejemplar esfuerzo por dignificar la profesión, en el cual intervinieron políticos, empresarios y  jugadores. El final futbolístico profesional de Carlos Albert llegó por presiones de los directivos dueños del balón en México, con tan sólo 28 años de edad  su satanización y persecución no culminó ahí, en 2012 fue cesado de la cadena estadounidense ESPN por promover mediante su cuenta de Twitter «[…] que en vez de ver ese partido atendieran el debate entre los candidatos a la Presidencia» , otra batalla ridícula entre el duopolio televisivo pero que les deja ganancias millonarias.

Otros intentos por sindicalizar a los futbolistas en nuestro país se dieron en 1992, la Asociación de Futbolistas Profesionales (AFP) creada por Javier Aguirre Onaindía y Alfredo Tena, quienes se posicionaron en contra del Régimen de Transferencias, -comúnmente llamado Draft– aplicado desde 1990, siendo la actual forma abominable del mercantilismo de los jugadores. La AFP desapareció en 2001. José María Huerta Carrasco, organizó el grupo Futbolistas Agremiados de México (FAM) obteniendo su registro sindical hasta el 13 de octubre de 2004. En 2007 su asamblea general fracasó, principalmente por amenazas de los directivos a sus jugadores.

La Comisión del Jugador se ha presentado como objeción a dichas circunstancias, sin embargo, es un órgano dependiente de la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut) y es quien “vela por los jugadores”. Nacida en 2001, inicialmente como Pre-Comisión del Jugador, organizada por Joaquín Beltrán, Markus López, Francisco Gabriel De Anda, Sergio Almaguer y Felix Fernández, fue absorbida por la Femexfut en 2003, por recomendación de los dueños. Otra estrategia, ya que la Femexfut no toma una decisión sin autorización del flamante Consejo de Dueños del futbol mexicano.

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Vemos que los dueños del balón acallan reclamos laborales por hacer del futbol un espectáculo lucrativo en todos sus ámbitos, rompiendo todo tipo de identidad con el deporte, aludiendo todo a la ganancia monetaria, es un tema que ni los medios más “críticos” abordan.

Otra identidad rota, es que ya no existen equipos de futbol profesional que representen un verdadero espíritu estudiantil en México, los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) hace años que dejaron de ser el ejemplo, el triste final de los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), los intereses que mueven a los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), el nuevo rumbo que el flamante dueño de los Leones Negros de la UAG le dé al equipo y tendremos que esperar muchos años  –quizá nunca pase- para que el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) tengan una representación en el soccer profesional mexicano.

Empero, los jugadores no siempre han sido víctimas de las relaciones laborales que los aquejan, las exorbitantes sumas de dinero que adquieren por sus contratos los han llevado, incluso, a ser parte de arreglos de partidos, marcadores, etc., como lo develado por el New York Times respecto a Sudáfrica 2010.Han sido los promotores los que en mayor medida  han comprometido a los jugadores,  a algunos los han llevado a la gloria futbolística pero en la inmensa mayoría los han apartado de su realidad social.

Además, la ambición desmedida que produce en los jugadores los grandes premios otorgados por la FIFA (en Sudáfrica 2010 la FIFA otorgó 31 mdd a España, país triunfador del certamen) mas la presión de los patrocinadores y los dueños de los clubes, producen que el jugador se mate, literalmente, en la cancha por obtener o conservar u obtener dichos “estímulos”. “Santo que no es visto no es venerado”, sin titularidad es difícil que las grandes ganancias lleguen y los jugadores salen al campo con más preocupaciones que goces del juego, esta situación ha dejado terribles lesiones físicas, es el reciente caso de la espantosa fractura de Luis Montes.

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Otro ejemplo son las relaciones salariales mezcladas con los famosos “estímulos” de la selección camerunés que casualmente, es el primero de los adversarios de la selección mexicana en la fase de grupos. Por lo tanto, podemos deducir que la lógica ganar, ganar… ha absorvido desgraciadamente,  todas las aristas del fútbol.