Una pizca de sensación se disuelve en mi interior.
Se guarda, se endulza y se vuelve intensa.
Porque nada permanece quieto,
porque es difícil expresar
todo lo que sucede por dentro.
Cada palabra tiene su fuerza,
algunas golpean y se graban,
su vibración llega
profundamente hasta el alma
y se incorpora haciéndose parte de ella.
Suele pasar que almacenamos el pasado
con un poco de basura que muta
y se transforma en demonios
que vienen detrás siempre,
que a veces amagan nuestro presente
y nos impiden trascender.
Hoy tuve un encuentro con mi interior
cuando observé algo que no me agradó.
Entendí que alguien más me hizo el favor
de mostrarme lo que soy.
Entré en un lugar
donde no existe a quién culpar,
donde hay lo que hay,
se es lo que se es
y nada se puede esconder.
Me encontré con todas las caras de mí,
desde la más tierna hasta la más violenta.
Estaban arrinconadas, sucias
y tan necesitadas de amor…
Es verdad, hay que limpiar,
purificar, recrear y abrazar,
sin importar lo bueno o lo malo,
sólo es cuestión de aceptar.
Perdí mi tiempo buscando
en el exterior la esencia de mi existencia
juzgando si era correcta o incorrecta,
buscando a quién quemarle los pies.
Todos tenemos motivos
para ser lo que somos
y a veces huimos de la responsabilidad
de aceptar nuestra esencia
por miedo a la felicidad.
M.A.Z.