Esta noche todo pasará. Los deseos de no ser la misma persona, o por lo menos escapar del hábitat mental, saldrán a la oscuridad, para no perderse entre la luz conservadora del sol.

Las provisiones abundan y el capital para reabastecer no es problema, las especias para un buen menjurje catártico están estratégicamente distribuidas, pero no son tan difíciles de encontrar, claro, para quienes ya las saborearon y se han perdido en el aroma envolvente de los condimentos. Años de destilación por fin valdrán la pena, esos jugos no se guardaron tantos años para nada, se potenciaron con el tiempo, mil veces más vigorizantes que el extracto de naranja matutino, a muchos les configurará el mecanismo interno, hará  que expulsen cualquier sustancia inservible y lo dejará como nuevo, si es que el sistema lo puede soportar.

Hoy todos deben convertirse en licántropos, quimeras, la transformación se debe completar, pobre de aquel que no logre hacerlo, deseará no haber estado ahí y pagará con la visión de un ambiente al que no pertenece. Los especímenes son incontables, la clasificación es difícil e inútil. Todo se deja al azar, pero si es necesario, hay que manipular las distancias y los enfoques oculares para no perder lo que a lo lejos se olfateó con rigurosa curiosidad. Del cautiverio al jugueteo silvestre, hay cazadores infiltrados, dispuestos a llevarse trofeos donde no los podrán exhibir, pero el escrutinio será placentero.

Ganar o dormir, llevarse por lo menos el sentido de amnesia, dejar la conciencia suspendida, el triunfo de no desperdiciar una madrugada en ilusiones, vencer a la somnolencia y anestesiar al tiempo. Esa noche todo pasó, se desató la transformación, la normalidad se fue de aquel lugar, pero lo deje escapar, no estaba ahí ¿o sí?