Ya que volvimos a atravesar un nuevo y amargo pasaje pambolero y mundialista, pareciera que  esta ocasión no nos levantamos con la pierna izquierda después de tres partidos. Sin embargo, no hubo quinto malo y el “ya merito” o “será para la otra” es lo más cabal de nuestra sociedad. Regresamos, pues, a una afligida realidad.

No esa realidad donde nos robaron dos goles contra los leones negros cameruneses y, sin embargo, los domamos; donde en el segundo partido se neutralizó al Joga Bonito (por cierto, ni tan bonito este mundial, pero ¿qué sería del futbol sin la pizca de “suerte” requerida?) y la pulcra iglesia católica mexicana ganó un candidato a beato: Memo Ochoa. Ni esa realidad del tercer partido, donde México parecía una verdadera máquina deportiva, pese a los dos penales no marcados. Tenemos material suficiente para las pláticas domingueras de futbol en los próximos cuatro años, donde, por supuesto, Arjen Robben y el arbitraje, en general, serán el centro de atención.

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No, esa realidad no. Nos referimos a la realidad donde el verdadero partido del futuro se jugó, casi paralelamente, a las ilusiones desinteresadas de miles de mexicanos que, a la distancia, añoraban una naranja mecánica hecha jugo y desvielada. Esa realidad donde la cuenta de los goles en contra es incalculable, donde se perdió la dignidad como pueblo.

Al ver jugar de nuevo como titular a Carlos Salcido, recordé esa banda izquierda pujante y dinámica de los dos mundiales pasados. Al verlo jugar de nuevo, no cabe duda que esa zurda cambió su realidad. Asimismo, vino a mi mente el otro tipo de zurda: la izquierda política en México, ¿qué pasa con ella, en nuestra realidad?

Es en esa realidad donde los partidos políticos “representantes de las clases medias y bajas” son capaces de legislar una ley pro animalista en contra de los circos de la Ciudad de México, pero no pretenden, de ninguna manera, oponerse a las multicitadas “reformas estructurales”. Esos partidos políticos, encabezados por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) al cual se le desplomó el circo mediático de oposición en el que estaban montados dentro de la “discusión” de las leyes secundarias y, tuvieron que regresar a dicho “debate” porque se les escapaban las oportunidades de impulsar su carácter “progresista”. ¿A poco hay alguna duda? Si con las acciones de la diputada Carpinteyro nos queda claro su compromiso con la causa, ¿no?

Recordemos, pues, que en 1989 surgía un partido político producto de La ruptura en el partido oficial y del “infortunio electoral” que un año atrás había visto ser electo presidente a Carlos Salinas de Gortari, basado en una coincidente “caída del sistema”. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) nacía -para algunos- como una verdadera opción de cambio y una oposición política real, considerando que se apartaba de los partidos satélites y simuladores característicos del régimen priísta.

Todo era alegría en 1997, cuando, luego de superar las regentias en  el Distrito Federal y con ayuda de la reforma electoral de ese mismo año, el PRD obtenía su primer triunfo electoral importante: la jefatura de gobierno del D.F. De la mano de Cuauhtémoc Cárdenas, la Ciudad de México se pintaba de amarillo. Poco a poco fueron cayendo los triunfos electorales, especialmente en el centro y sureste del país, sin embargo, la joya de la corona del sol azteca, fue y sigue siendo el Distrito Federal.

El año 2000 pintaba para que México diera un salto grande a eso que llaman democracia, y sí, fue así. La sociedad mexicana se desbordaba en júbilo social ya que el partido oficial dejaba la presidencia de la República, aplicando la llamada –según Mauricio Merino- transición votada. Empero, la izquierda no era la que tomaba el poder.

“Árbol que nace torcido…” dicen los que saben, con ello surge un cuestionamiento total: ¿Son ellos la oposición política? Cuando sólo han tenido dos candidatos a la presidencia en 25 años, cuando le siguen llamando  “líder moral” y “el cambio que México necesita” a quienes –en parte- han bloqueado la inclusión de nuevos partidos al sistema político mexicano. Cuando formaron parte de un Pacto por México al que estaban obligados moral y políticamente a oponerse desde un inicio.

Cuando le han dado la espalda a la clase trabajadora una y mil veces y prefieren reunir firmas que salir a la calle con ésta y luchar, ¡como si el poder político se conquistara con firmas! ¡Si ni con votos lo han podido lograr! Cuando no es su prioridad unir luchas, ejemplos claros son: en el 2006, durante la lucha de la APPO, en el PRD prefirieron regresar a su zona de confort discursiva y junto con su candidato presidencial -quien mandaba “al diablo las instituciones”- fueron los primeros en apuntalar la podredumbre de éstas últimas. Sin embargo, no fuera que su sentir de ultrajo se hiciera presente respecto a sus contiendas electorales, donde el erario y las grandes ganancias están de por medio, porque ¡ahí, sí! tomamos avenida Reforma y hasta tomamos los pozos petroleros o utilizamos los “éxodos por la democracia” ¿Cierto?

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Vemos claramente como la zurda política se ha ido enchuecando más y más hacia la derecha (tal vez su verdadero cauce), es decir, el espejismo de ser diestros terminó muy pronto. Lo vemos con el financiamiento, aprobación y puesta en marcha de una línea dorada, cuyo brillo se apagó casi de inmediato; lo vemos cuando el flamante jefe de gobierno actual a lo más izquierda que llega es a presentarse en actos públicos para no concluirlos y salir huyendo, producto de las protestas de su propia represión; lo vemos en su participación en una internacional socialista sumamente vulgarizada, al lado del partido más tecnócrata de nuestro país.

Ese cascaron político llamado PRD (el otro cascaron es el Partido Acción Nacional (PAN), ambos totalmente diferentes a la  máquina electoral priísta donde cortas una cabeza y resurgen mil más) siempre fue una escisión del PRI y se comporta como tal. El PRD luchando por sobrevivir seguirá simulando, la izquierda oficial está más chueca que nunca y nos hace pensar que no existe ni ha existido la oposición política formal en nuestro país. Recordemos que fue en el sexenio del ex presidente Miguel Alemán cuando se incursionó en la segregación de la izquierda oficial y entretenerla en batallas estériles para saber quién es más de izquierda.

Dicha “tradición” se repite, ante la inminente inclusión al sistema político mexicano del nuevo partido político que “enarbolará  –según sus estatutos- las causas de las clases medias”: Morena. El PRD se prepara para sufrir una lucha encarnizada, primero por sobrevivencia y luego para demostrar cuál de los dos partidos es más zurdo. ¿Morena distará mucho de esta realidad? Considero que no, finalmente las rebanadas del pastel serán repartidas entre los mismos de siempre. Es justo ahí, en esa banda izquierda donde más se requiere un refuerzo refrescante, dinámico y gambetero. No importando que sea titular o no.

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¡Pero tranquilos!, aquellos que seguiremos disfrutando del resto del mundial “en su sentido más simple” tenemos cuatro años (o más o menos) para tomar un balón (y si es que no se puede practicar, ir a presenciarlo) e ir al llano, a una cancha, al estacionamiento, y, verdaderamente, regocijarse del deporte más famoso del mundo, sin atisbos políticos, mediáticos-económicos… Porque es ahí y solo ahí, donde no necesitamos un texto para abrazar su naturaleza como deporte, donde tenemos toda una vida para disfrutarlo placenteramente.

P.D. Si este mundial «coincidió» con la «discusión» de las leyes secundarias, no quiero imaginar el próximo mundial, Rusia, 2018. Que se realizará en fechas acordes a las elecciones presidenciales en México.