Fría noche que calienta deseos,
que embellece el tedio y la cotidianidad,
mirar al firmamento y sentirte
como dentro de la caja de los sueños.
Libre, pero siempre dentro de algo,
vertido en un cuerpo limitado,
con emociones infinitas,
listas para salir.
La tierra comienza a perder la esperanza,
queda un triste ruido que hace ecos al partir.
Quedan huecas las semillas,
no germinan las ideas.
Las palabras siempre dichas,
alusiones del reflejo,
que aunque nunca cambia,
se hace distinto ante los ojos
de los que puedan percibir.
Así es la vida,
siempre la misma,
los mismos paisajes,
la misma dicha,
las mismas ganas de vivir.
No dejo de admirar la luz
que emanan los seres de paz,
soy un par de palabras atadas
que en su voz se vuelven gloria.
Pasean hadas y duendes
por las páginas de libros
que ya nadie quiere leer.
El mundo se intoxica de razón,
de creencias impregnadas de mentira.
Mientras tanto, trato de desanclar el alma,
despertarla y volver a unirla con el cuerpo,
desprenderla del tiempo
y comenzar a disfrutar desde dentro.
Aprender en la obscuridad del ciego,
a hacerme uno con el árbol,
a sentir cada movimiento del viento
y seguirlo a donde sea que va.
Bella noche,
que mantiene despierta la conciencia,
de aquellos que se han encontrado
acompañados en soledad.
M.A.Z.