¡Qué feliz es la suerte de la vestal sin tacha!
Olvidarse del mundo, por el mundo olvidada.
¡Eterno resplandor de una mente sin recuerdos!
Cada rezo aceptado, cada antojo vencido.
Alexander Pope

Derretirse en visiones de días perpetuos, donde las  nubes son como ondas que rugen mientras los vientos presentan el mismo hallazgo de consenso sesgado por el sistema que absorbe mentes endebles. Caminamos al ritmo de la indiferencia, nos ensimismamos y competimos por el rol insuperable mas continuamos ignorando. El pecho lo inflamos como animales al robustecer y enaltecer el egocentrismo fundido en lo despavorido -ironía de la vida misma-  la “simple” ambigüedad por falta de identidad.

Es el mundo que está “fragmentado” por la diversidad en pigmentos, olores, visiones, matices, en un sinfín de aspectos que en ocasiones; coinciden o se excluyen, se reprimen o desencadenan, vuelan o caen, se auxilian o rivalizan, sin embargo; al final es un mundo que “comparte” el hecho de la mortalidad.

Hombre de dos cabezas, en sí, bicéfalo por “naturaleza”.  Éste sale al alba en busca de luz, de la iluminación del creador -amputar la impureza de la resaca-  el pretérito a olvidar y el presente a mirar. Cuando en silencio arrastra el alarido de los vientos en prosa o verso los secretos se diluyen entre estos. Estos vientos que viajan por doquier, estos vientos que hablan pero resguardan la voluntad del sosiego.

Seducido por la cabaretera procaz y pretenciosa; ésta dulce, minuciosa, osada, elocuente y audaz, hace de su labor la fama “inmaculada” respecto a su  ocupación, le reviste de mil colores, formas y sensaciones. Lleva consigo un giro arrabalero, de perfil y origen candombe como una reproducción de cinta vieja y remilgada -las mil lenguas le pintan de esa manera- vociferan con desdén, señalan firmes mientras se sienten dignos de la atmósfera celestial.

Pasión de grela de quien sostiene la vida eterna; consolida zarpar al atajo del olvido del misterio, del prejuicio -al parecer todos se funden en las mismas marañas- se revuelcan entre lo vano, entre lo inmundo e inhumano -lugar que parece tugurio y sin alguna aflicción-. Las vidas le son paralelas mas en un mismo recinto comparten culpas, vicios, simplemente flaqueza; cuando el  mundo demanda seres sin mancha, en efecto; seres dadivosos  entregados a su todopoderoso.

Feliz porción de la pitonisa redimida de culpa -vírgenes teñidas de blanco-. Aquellas tienen cantos, delirantes, envolventes e inocentes, sonidos propiciados de arpas del Olimpo. Ellas mueren lejos y por sacrificio; tributo en nombre de las plegarias -inmolación por honor- por fama y atención; la sensación le remonta  hacia  tiempos en el cual se le apuntaba como tosca meretriz pero que gracias a su arrepentimiento se limpio del desasosiego, el supuesto de abstraer lo corpóreo para finalmente vagar libre de culpa, aunque ciertamente etérea como aquel (él)  sin razón de “ser”.