Jorge Alberto Rivero Mora

– ¿Sabes en qué somos diferentes tú y yo? –me dijo Julio (Scherer).

– En que tú le vas a los Yanquis y yo los detesto.

– No.

– En que tú nadas todos los días y yo me ahogo en una alberca.

– Hablo de periodismo –se enfadó Julio.

– ¿En qué?

– En que si tuviéramos frente a Picasso, tú te

pondrías a ver sus cuadros y yo le haría una entrevista.

Vicente Leñero (Los periodistas)

 

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A finales del año pasado y principios de éste y con tan sólo un mes de diferencia, el mundo del periodismo y de las letras mexicanas perdió a dos de sus principales bastiones: Vicente Leñero (1933-2014) y Julio Scherer García (1926-2015). Hermanados hasta la muerte, esta insustituible mancuerna gestada desde la admiración, afinidad y respeto mutuos, emprendió arduas, valientes y duras batallas en favor de la libertad de expresión en México; en pos de la reflexión crítica y plural de la adversa realidad que permea en un país tan golpeado como el nuestro; en contra de la prepotencia de presidentes insensibles y soberbios cuyos proyectos gestados desde el autoritarismo y la corrupción sumieron a nuestro país en una crisis permanente; en la defensa a ultranza  de la pluralidad de ideas en un escenario en que la línea del poder dictaba qué decir y qué no a la mayoría de medios a través de sobornos (chayote); y aunado a lo anterior, en este descompuesto horizonte, Julio Scherer y Vicente Leñero emergieron triunfantes en  la defensa de proyectos editoriales, culturales relevantes en el mundo de la literatura como la célebre revista Plural¸ dirigida por el connotado intelectual Octavio Paz, o del periodismo crítico, como la siempre vigente revista Proceso.

En este escenario, y a diferencia de personajes que están totalmente alejados de la literatura y no les es posible citar una obra que les haya cambiado la vida y cuya mayor preocupación es evadir su responsabilidad y dar carpetazo a hechos aberrantes como la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, creo que los amables lectores tendrán en su mente obras literarias que influyeron en sus vidas por múltiples razones: por su mensaje, estructura, innovación,  provocación, etcétera.

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En lo personal, del vasto número de obras que me han entusiasmado hay una en particular que fue determinante en mi vida: Los periodistas de Vicente Leñero (México, Joaquín Mortiz, 1978) una detallada crónica novelada, no solamente del doloso golpe de Estado del entonces presidente Luis Echeverría en contra del director del diario Excélsior, Julio Scherer García; el 8 de julio de 1976 (quien en tan sólo ocho años en el cargo lo había posicionado como uno de los 10 mejores periódicos del mundo) sino también un imprescindible testimonio de la realidad y cultura política del país de los años setenta.

Más allá de la parcialidad de Leñero en favor de la causa schererista y la celeridad de la publicación de la novela (1978) el ya connotado novelista me adentró a un mundo fascinante con notables representantes del periodismo mexicano (Julio Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa, Froylán López Narváez o José Reveles); del mundo literario e intelectual (Jorge Ibargüengoitia, José Emilio Pacheco, Vicente Leñero, Carlos Monsiváis, Octavio Paz, Ricardo Garibay o Ignacio Solares); del mundo académico (Daniel Cosío Villegas, Pablo Latapí o Gastón García Cantú); de la crítica e historia del arte (Raquel Tibol); de la caricatura (Abel Quezada, Magú y Naranjo) de la oposición política y de los movimientos sociales (Heberto Castillo); de sacerdotes progresistas (Sergio Méndez Arceo y Enrique Maza) pero también de la prensa y periodismo vendidos (Jacobo Zabludovsky) y de las siempre presentes prácticas arbitrarias de hacer política de un régimen y de sus nocivos representantes, que podrán cambiar de fachada pero no de esencia.

Recuerdo que al leer por primera vez la novela, además de inmiscuirme en un mundo apasionante que desconocía, me impresionó el estilo narrativo de Leñero quien a través de la mezcla de géneros literarios y de valientes denuncias a personajes periodísticos y políticos de la época, pudo relatar la acciones y las conductas de personajes, ahora muy arraigados en mi formación política, periodística y literaria (como los anteriormente citados) y esta experiencia fue para mí muy aleccionadora porque gradualmente fui conociendo y leyendo las obras de estos personajes, que sin duda me influyeron notoriamente.

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Pero volviendo a don Julio Scherer (el mejor periodista del siglo XX en México) y a Vicente Leñero (uno de los más grandes escritores de la pasada centuria) para subrayar que su lamentable ausencia física nos muestra cómo siempre serán indispensables esfuerzos periodísticos valientes como los que esta pareja inolvidable labró durante décadas para denunciar la realidad incómoda y dolorosa que los políticos y sus disfuncionales instituciones engendran, por ejemplo, hoy en día somos testigos de cómo su compromiso se dirige a ocultar o concluir “jurídica”, apresurada y cínicamente crímenes abominables que resultan inadmisibles, dolorosos y vergonzantes para la salud de un país descompuesto en distintos órdenes.

Por otra parte, aunque siempre fue reacio a los homenajes (y a las entrevistas), me parece que Don Julio Scherer García no pudo tener una despedida acorde a su trayectoria, de la misma manera sí la tuvo Vicente Leñero en el Palacio de Bellas Artes, ya que me parece lamentable que las instancias culturales del país no advirtieran o no valoraran la importancia histórica de Don Julio desde su propio trabajo periodístico (entrevistas a íconos de la cultura y del arte mundiales: André Malraux, Octavio Paz, Pablo Neruda, Frida Kahlo, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Diego Rivera, Alfonso Reyes, Carlos Chávez, Francisco Goitia, Igor Stravinsky o Arthur Miller); en favor de empresas culturales al interior de Excélsior (Diorama de la Cultura, dirigida por Ignacio Solares; Revista de Revistas; encabezada por Vicente Leñero; y la revista Plural  liderada por Octavio Paz).

Aún más, considero que no se ha estudiado ni valorado la excelente prosa y calidad narrativa de Julio Scherer que erigió en cada uno de sus libros, ya que como señala Ignacio Solares: «Sus reportajes y entrevistas (de Julio Scherer) son joyas de un alto periodismo literario”.[1] Pero más allá de distinciones oficiales que a veces resultan hipócritas e improvisadas, creo que el mejor reconocimiento que podemos hacer de  los respectivos legados de Julio Scherer García y Vicente Leñero, es acudir a sus obras y leerlas reflexivamente, pero sobre todo acercarnos a una actitud de vida crítica y valiente que resulta no solamente necesaria, sino urgente, para sacudir conciencias y cambiar radicalmente la putrefacción de un país que necesita cambios urgentes.

[1] Sobre éste y otros temas en torno a la trayectoria de Julio Scherer  véase el número 1993 de la revista Proceso, dedicado a su figura y que se publicó el 11 de enero de 2015.