Jorge Alberto Rivero Mora
Esta batalla, no lo dude nadie, es por nuestra libertad
Carmen Aristegui
Desde muy jovencita, en sus inicios periodísticos en la extinta televisora estatal IMEVISIÓN, a la fecha, Carmen Aristegui ha construido una notable y ejemplar carrera periodística basada en su congruencia, crítica y valentía, aunada a su enorme inteligencia, carisma y simpatía en un medio periodístico acostumbrado a portarse servil y sumisamente al poder presidencial.
Por lo tanto, a lo largo de tres décadas la imagen de Carmen Aristegui se ha consolidado como la voz crítica y con mayor credibilidad en el ámbito de los medios informativos y cuya figura se opone de inmediato a la triste imagen y despreciable papel que asumen diversos periodistas y comunicadores (de las televisoras, de la radio o de la prensa escrita) quienes cómodamente prefieren asumirse como voceros y propagandistas del poder antes que realizar un ejercicio ético de su oficio.
La perseverante lucha de Carmen Aristegui entonces, se puede medir a través de distintas directrices: desde el nutrido afecto que le dispensan sus miles de radioescuchas; desde los múltiples reconocimientos que ha obtenido a lo largo de los años: Premio Nacional de Periodismo y Premio del Club de Periodistas (en distintas oportunidades); Premio Ondas Iberoamericano de Radio; Orden de la Legión de Honor de Francia y Doctorado Honoris Causa, por la Universidad Autónoma de Querétaro, por citar algunos ejemplos.
Puede evaluarse como una larga batalla en contra de los abusos de poder de sus detractores, pero también en favor de la libertad de expresión, porque su reciente despido de MVS- Radio, es uno más de los desafíos que Carmen ha enfrentado con entereza: ya fuera la ruptura en 2002, con el grupo Imagen y Pedro Ferriz de Con, quien a la mala rompió la sociedad que tenía con Aristegui (y su entonces compañero laboral, Javier Solórzano); su rompimiento en 2008 con Televisa y el grupo español Prisa, que de acuerdo con el diario La Jornada, «a lo largo de 2007 se empezaron a conocer las presiones de los consorcios Televisa y Prisa por limitar los márgenes de crítica de la periodista“ (…) con la intervención del cuñado del presidente Felipe Calderón “Juan Ignacio Zavala (quien) nombrado representante de Prisa» (La Jornada, 4 de enero del 2008, pp. 10 y 28).
Y más recientemente con los despidos de MVS-Radio; el primero el 7 de febrero de 2011, por violar el “código de ética” de la empresa, después que Gerardo Fernández Noroña colocó en la Cámara de Diputados una manta que acusaba al presidente Calderón de alcohólico, y ante el escándalo, Carmen Aristegui, en su emisión de radio, propuso a la Presidencia que debían responder a la acusación, lo cual hizo la Presidencia pero con tan mal resultado que la respuesta oficial (lamentablemente para Calderón) dejó más dudas que certezas sobre la salud del entonces presidente.
El nuevo despido laboral de Carmen Aristegui por la empresa MVS-Radio el día de ayer, 15 de marzo, que se dio a conocer en un comunicado (por cierto muy mal redactado) prepotente y que en un intento mal logrado la empresa optó por victimizarse al «encontrar» un ultimátum en la petición abierta y respetuosa de diálogo que Carmen Aristegui extendió para continuar con su labor y para ello la periodista pedía reinstalar laboralmente a dos piezas claves de su equipo: los reporteros Daniel Lizárraga e Irving Huerta, cuyos trabajos periodísticos exhibieron la red de prostitución dirigida por Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, en ese entonces Presidente del PRI en el DF; evidenciaron la arbitrariedad y corrupción de la Casa Blanca del presidente y su consorte; y actualmente preparaban importantes reportajes en torno a la casa de Malinalco del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, así como la ejecución de civiles por militares en Tlatlaya, Estado de México
Sin embargo, el segundo despido de Carmen Aristegui obedece a su adhesión (sin consultar a la empresa MVS Radio un error del cual se colgó la empresa para congelarla) al Portal Mexico Leaks que plantea un tipo de periodismo de denuncia y contestatario a las formas caducas de ejercer el poder. Ante el nuevo silencio obligado de Carmen Aristegui, el problema no es que Carmen no cuente con canales de información que ella y su equipo pudiesen constituir, el conflicto radica en que pocas empresas con alcance nacional querrán animarse a contratar a Aristegui por las fuertes presiones que padecen de los poderes instituidos.
En medio de la censura de una voz crítica como la de Carmen Aristegui, presenciamos la expresión más soberbia del poder con la adhesión de empresarios en los medios. Hoy en día el grado de retroceso de nuestro país se calcula en periodistas silenciados, amenazados y hasta asesinados impunemente; o en el número de muertos, heridos, enfermos o en seres desesperanzados que no encuentran salidas; se puede medir en kilogramos de gel y tinte capilares para dar mayor peso a la apariencia mediática; en los viajes superfluos al exterior para facilitar la entrega de nuestros recursos naturales a intereses extranjeros; en mansiones presidenciales que se justifican cínicamente por una actriz nada verosímil; en la larga cadena de sucesos oprobiosos que son escándalo y vergüenza mundiales (Ayotzinapa o Tlatlaya) y en las cuestionables y poco transparentes designaciones en puestos estratégicos del gabinete como Areli Gómez en la PGR (como sucursal de Televisa), Virgilio Andrade en la Secretaría de la Función Pública (SFP); o Eduardo Medina Mora como Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En resumen y como sucede con tantos problemas que asolan a nuestro país, lo peor que podemos hacer en el triste y lamentable caso Aristegui, es mirar a distancia, como observadores pasivos, la prepotencia y abuso de poder del gobierno, confabulado con la empresa MVS para cerrar espacios críticos como el que encabeza Carmen desde hace años.
Como señaló con lucidez la periodista: «Esta batalla, no lo dude nadie, es por nuestra libertad» y por ello no fue casual su evocación a Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Leñero y Julio Scherer como grandes adalides del periodismo mexicano quienes en su momento (especialmente en el golpe de Estado a Excélsior en 1976 y fraguado dolosamente por el entonces presidente Luis Echeverría) y tal como hace ahora Carmen Aristegui, exhibieron las turbias prácticas del poder para callar la voz de periodistas críticos, incómodos y nada complacientes.
Vaya pues nuestra solidaridad con Carmen Aristegui, no desde el mero apoyo catártico pero pasivo y distante, sino como el inicio de una nueva batalla en la cual debemos de expresar nuestra inconformidad de todas las formas posibles (de modo responsable y sin violencia) para cambiar este panorama en el que hoy más que nunca vemos el control mediático por parte del poder en turno, ya sea en vergonzosas telebancadas, en medios y “jilgueros” informativos y en el veto y censura de voces que apuestan a la crítica y a la denuncia cotidiana de lo que no funciona en este país.
Esto apenas empieza y debemos estar atentos y actuar en consecuencia porque, como señala Jorge Zepeda Patterson, los dilemas de Carmen no son exclusivos de esta acreditada periodista, sino que nos atañen de alguna manera a todos…