Abstracto: «Siempre»

Profunda cornada, de la zarpa a las fauces que con dilección, aquél, roza,

¡Cuernos malditos!, de fuego llenos, ¡Yerro a la luz!,

¡Placentero pitón!,

Yo todo quiero que no tengo;

Yo tengo que no quiero lo que tengo;

Guardo que callo la falta que (me) condena,

La pena que los “otros” sentencian,

¡Clemencia!

Yo no quería, que quise gozar de todo lo que asemeja placer.

Envuelve que cobija, del ocaso al alba, con su plumaje,

¡Calamidad revestida!, de vivencias nocturnas, ¡Trola brumosa!,

¡Dómine de las artes!,

 Disciplinas muchas, que quiero no saber, no saber, qué quiero saber,

Pues la gloria surge, cuando el mundo se funde,

¡Jolgorio noctívago!

Éxtasis chorreante, entre las pantorrillas, 

Elixir del sentir, embriagues espasmódica,

La misma que inspira.

Deseos de boca, aquellos que revientan a palabras azucaradas;

Antojos visuales, esos que seducen al son del pretérito amparado;

Aperitivos los cuerpos, velados con mano firme y los que, ahora, se embisten,

¡Bestias!, la voz recorre, eso colateral,

¡Calienta al deudo!, con el ofrecimiento del techo,

Con lactancia prospera,

Con sujeción pertinente de lo umbilical,

Pues todo parece mejor, cuando todo es familiar,

¡Sangre corre!

Mueren por sentencia, pues el silencio les hierve;

Hierve que quema el gemir, estruendo que el orbe a oído coge;

Como plaga se propaga, el hijo embustero,

¡Dedo ejecutor, justicia!

Con pena se paga; mas la mente siempre viaja,

Allá donde ése, aquél, él, ella, parroquiano fue,

Pues oró, imploró, pagó;

Sin siquiera saber, en qué momento fue,

Fue el todo prójimo, el todo hermano, hermana, madre y padre.

La envestida de la arrabalera, con uso de la razón,

Con el mendigo de lo ético y lo moral,

Con la zozobra tradicional,

Y el aturdidor ardor de lo contemporáneo;

Exánime entre cavidades,

Fiambre entre hambres,

Hinchado de pesar,

¡Observa, mira!

¡Parricida!

P.A.U.