Jorge Alberto Rivero Mora

Dedicado a la peque Chuy

 

El pasado 16 de mayo la candidata independiente por la presidencia de la república, la ex panista Margarita Zavala renunció a su impopular candidatura, según ella, “por un principio de congruencia, de honestidad política y para dejar en libertad a quienes generosamente me han apoyado” como informó, en el programa Tercer grado de Televisa.

Así, desde la base falaz de una candidatura ciudadana y de un talante independiente que nunca existió, con su mediática renuncia Margarita Zavala pretendió dotar de cierto decoro a su contundente fracaso que evidenció varias situaciones: 1) La ausencia de credibilidad a su posición como candidata independiente; 2) Su raquítica convocatoria desde esta condición; 3) La ambigüedad de su discurso en el que enunció su deseo de movilizar a las mujeres “sólo por ser mujeres” sin apuntalar reivindicaciones de fondo; 4) No superar la sombra nociva de su esposo, el ex presidente Felipe Calderón, ni de su macabro legado de miles de muertos, desaparecidos y ejecutados.

Con su renuncia, Margarita Zavala, demagógicamente. habló de insertar de valores en la arena política y crear frentes ciudadanos que unieran a la sociedad. Si bien es una postura respetable la que plantea, lo cierto es que la congruencia que Zavala dice defender se diluye en distintos aspectos:  1) Porque tanto Zavala, como su polémico esposo, han contribuido a generar un ambiente de encono en contra del candidato puntero Andrés Manuel López Obrador; 2) Porque la candidatura independiente de Zavala se motivó por su derrota al interior del PAN con Ricardo Anaya y no por deseos de democratizar al país; 3) Porque no hay congruencia si no hay autocrítica acerca del cúmulo de irregularidades halladas con la obtención de firmas para su candidatura, tal como sucedió con el ocurrente Jaime Rodríguez “El Bronco”; 4) Finalmente, porque no hay ningún viso de congruencia en el hecho que Zavala oficializó su renuncia en un programa de Televisa y no en una conferencia de prensa abierta a todos los medios de comunicación.

Califico la renuncia de Margarita Zavala como una decisión más desesperada que sensata, al ser a todas luces un acto político dirigido para minar la considerable ventaja en las encuestas del candidato de Morena, PT y PES, Andrés Manuel López Obrador y beneficiar, paradójicamente, a su verdugo Ricardo Anaya, un joven y ambicioso empresario que en poco tiempo controló al PAN y lo despojó de toda ideología para aliarse con las dirigencias de fuerzas igualmente disminuidas, fragmentadas y sin ideologías como el PRD y la franquicia electoral de Movimiento Ciudadano (MC)…

En fin, son muchas las asignaturas por resolver en el tema de las candidaturas independientes, pero es evidente que hoy en día han dejado mucho que desear como se aprecia con todas las anomalías que arrastraron Margarita Zavala y Jaime Rodríguez “El Bronco” para su aprobación y sobre todo, porque en términos porcentuales y de ética la aspirante indígena como candidata independiente a la presidencia de la república, María de Jesús Patricio Martínez “Marichuy”, tenía mucho más autoridad moral para contender que los candidatos que finalmente accedieron.

En este horizonte de polarización y descomposición política en el que abundan los ataques y son exiguas las propuestas; de renuncias a candidaturas independientes que dejan más dudas y cuestionamientos que certezas, me interesa volver la mirada al líder opositor potosino, Dr. Salvador Nava Martínez (1914-1992), quien  luchó con ahínco en favor de las candidaturas independientes y desde esta condición enfrentó con valentía al régimen autoritario y antidemocrático priísta y como un sencillo homenaje a este admirable político, ya que el pasado viernes 18 de mayo se cumplieron 26 años de su fallecimiento.

No obstante su relevancia histórica, el Dr. Salvador Nava es un personaje poco conocido y mucho menos valorado en nuestro país pero para los lectores que no conocen la larga lucha de Salvador Nava y del movimiento regional al que heredó su apellido (navismo), se puede decir que su principal objetivo de lucha fue exigir la democratización del país por la vía electoral, desde una postura independiente y en contra del régimen priísta.

Su larga batalla para alcanzar esta meta tuvo tres etapas: la primera, en 1958, cuando Nava, tras ser rechazado por el PRI, ganó la alcaldía de la capital potosina de manera independiente al derrotar al cacique Gonzalo Natividad Santos (aquel que afirmó que la “la moral es un árbol que da moras o sirve para una chingada”). Como alcalde Nava encabezó a un gobierno plural (con sinarquistas, comunistas y expriiístas) y realizó una gestión eficiente, sin el aval del PRI pero con el consentimiento del presidente Adolfo López Mateos. En 1961, Nava de manera errónea, creyó que su honesta administración como alcalde y sus relaciones cordiales con el Centro le permitirían obtener la candidatura del PRI a la gubernatura potosina, pero su legítima aspiración fue cortada de tajo por la intolerancia y violencia sistemáticas del régimen: fraude electoral, hostigamiento, cárcel y tortura.[1]

La segunda etapa se asocia al periodo de silencio y despertar del movimiento navista y es que durante dos décadas, de 1963 a 1982, debido a las adversas circunstancias, Nava se replegó a sus actividades profesionales, hasta que en 1982, en un entorno de “renovaciones morales” pero con gobiernos amorales, la oposición potosina se afianzó cuando el Dr. Nava ganó, por segunda ocasión, la alcaldía de la capital potosina y ofreció una decidida lucha al gobernador y cacique sindical, Carlos Jonguitud Barrios, líder vitalicio del SNTE.

La tercera etapa se aprecia cuando Salvador Nava se confirmó como la única figura opositora con arrastre en la región y esto fue aprovechado para que en 1991, con el telón de fondo del contexto salinista, Nava pudiera contender nuevamente por la gubernatura potosina como candidato de la Coalición Democrática Potosina (CDP), que logró unificar por primera vez a los incompatibles PAN y PRD, partidos que en aquel momento si tenían marcadas diferencias ideológicas y que hicieron a un lado para favorecer el arrastre popular del carismático líder opositor quien en ese momento estaba muy debilitado de su salud por su edad avanzada y por padecer cáncer.

La elección fue fraudulenta y el candidato priísta Fausto Zapata Loredo (otrora jefe de prensa del presidente Luis Echeverría) asumió la gubernatura con la presencia del presidente Carlos Salinas y en medio de protestas ciudadanas

Ante el fraude electoral, el Dr. Nava y sus seguidores realizaron numerosos actos de protesta para no convalidar el “triunfo” de Zapata Loredo, pero destacó La marcha por la dignidad y la democracia que partió de la capital potosina con destino al Zócalo de la Ciudad de México, pero después de dos semanas de caminata en los límites del Estado de Querétaro y ante la presión mediática nacional e internacional, Salinas de Gortari le pidió su renuncia a Zapata Loredo y Nava regresó triunfante a su terruño.

En este escenario, la ley electoral local establecía la realización de elecciones extraordinarias un año y medio después, es decir, en abril de 1993, pero el Dr. Nava falleció un año antes, el 18 de mayo de 1992, por lo que ya no pudo contender por la gubernatura potosina, lo que derivó en una fractura muy fuerte en el movimiento navista en el momento que Salinas de Gortari eligió como candidato priísta a un yerno del Dr. Nava que contendió en contra de su suegra, Concepción Calvillo viuda de Nava, quién erróneamente aceptó ser la candidata navista ya que era imposible de llenar el vacío de su finado esposo.

Sirva entonces esta breve recapitulación de la vida y legado del Dr. Nava Martínez para advertir que hay todo un universo de diferencias entre un personaje ejemplar y con enorme trascendencia en el derrotero histórico de nuestro país como Salvador Nava, respecto a la idea de «política independiente» Margarita Zavala quién está muy lejos de representar una fuerza real de ciudadanía y de valores, como en su momento encarnó el Dr. Nava en favor de los intereses del país y no del beneficio de unos cuantos.

[1] En un operativo muy parecido al que se ejecutó el dos de octubre de 1968, en Tlatelolco, en la Plaza de Armas de la capital potosina y posterior a la ceremonia del “Grito”, las luces de la ciudad fueron apagadas en la medianoche y varios francotiradores colocados en los edificios aledaños dispararon a la multitud navista indefensa. “Oficialmente” murieron cinco personas pero las cifras reales se desconocen. A Nava se le culpó de la matanza y estuvo encarcelado en Lecumberri en la misma celda que otros presos políticos célebres: David Alfaro Siqueiros, Valentín Campa y Demetrio Vallejo. En 1963, Nava intentó fundar un partido regional pero fue encarcelado y torturado. Sobre el tema de Salvador Nava y del navismo consúltese la tesis de maestría de Jorge Alberto Rivero, La búsqueda de una certeza. Análisis historiográfico del discurso de Salvador Nava, México, UAM-A, Tesis de Maestría en Historiografía de México, 2004.