Cada que fumo un cigarrillo, me gusta ver como es que el humo que saco por mi boca, se va perdiendo entre el aire y la nada y me gustaría que, justo así como ese humo va desapareciendo, desapareciera tu maldito recuerdo, ese que por las noches se empeña en no dejarme dormir, en mantenerme triste y de vez en cuando hacerme llorar. Inevitable es soñar con tantos momentos que vivimos y al pensarlo, despierto; siento que nos hizo falta tiempo.
Inevitable es recordar tus labios suaves rozando con los míos, inevitable querer sentir la mirada de tus hermosos ojos, un poco rasgados, sobre los míos, querer sentir tu cabello lacio y poder decirte una vez más, que te amo, que te amo como no te imaginas y que rías con esa forma peculiar que tenías, te echo tanto de menos, Margarita.
Cada que cae la noche tu presencia me invade, y créeme que he intentado superarte, no me gusta vivir así, atado a tu recuerdo; de verdad lo he intentado muchas veces y con mucho esfuerzo. Pero no es fácil, no quieres irte, no está en mí. Hubiera sido más fácil si me hubieras roto el corazón, me hubieras abandonado y fueras feliz. Así sería más sencillo para mí deshacerme de ti.
Pero qué jodida es la vida, que cuando más nos amábamos y más nos necesitábamos, nos separó. Todos los días fumo como loco, esperando que tu recuerdo se vaya como el humo que exhalo, y si no, por lo menos que ese humo llene mis pulmones del cáncer, esa maldita enfermedad, que hace ya más de un año te mató…